Desde una perspectiva indígena, la única manera de entender una cultura es interpretarla desde sus propios criterios. La pluriversidad intercultural, como una perspectiva de reconocimiento de los contactos, interacciones e intercambios entre las culturas y colectividades, es un campo de prácticas, diálogos e interaprendizajes.
Entonces, nosotros como pueblos nativos estamos permanentemente, por esa razón, bajo sospechas, y no solamente eso también de permanente agresión. Basta con indagar un poco sobre este estado de excepción permanente que se ha instalado en nuestra Wallmapu.
“Todavía el pueblo chileno profundo está bajo el estigma que sostiene el grupo de poder”, afirmó Elicura Chihuailaf, poeta bilingüe y Premio Nacional de Literatura de Chile 2020, en el marco de una nueva conmemoración de la llegada de los españoles a continente americano, fecha hoy conocida como el “encuentro entre dos mundos“.
Para el escritor de los libros “Recado confidencial a los chilenos” y “Sueño Azul“, es importante recalcar que se trató de una “invasión“. Esto, para el aprendizaje de nuevas generaciones “sobre todo en este tiempo en que se ha ido perdiendo la conversación, pero hay caminos que a lo mejor puedan hacer más llana la posibilidad de lo básico”.
“Siempre recordando que la conversación es un arte, como dice nuestra gente y como lo señalan todos los pueblos nativos del mundo, en el que está comprometida indudablemente la memoria de nuestros antepasados porque cuando nosotros hablamos son ellos los que están hablando“, señaló.
En este 12 de octubre, ¿qué tanto espacio hay en nuestro país para las distintas expresiones culturales?
Está difícil porque la sociedad chilena, el pueblo chileno, está -como dicen los jóvenes- “en otra” debido al sistema neoliberal, al capitalismo, que sigue siendo un camino cada vez más profundo. Entonces, para eso hay propuestas. Personalmente desde hace años es que propongo la vuelta al nativo porque sobre la tierra no hay ningún pueblo, ninguna persona, que no pertenezca a pueblos nativos.
Creo que (es posible) si se despierta el pueblo de Chile profundo, porque está también el pueblo chileno dueño del poder, el llamado pueblo chileno superficial y enajenado. Son un grupo que incluso conocemos sus apellidos y que imponen el sistema de educación, también lo que denominan democracia y en este último tiempo hemos visto que es un constructo que sirve a unos pocos.
¿Persiste un rechazo a los pueblos originarios? Antes se registraban muchas situaciones de violencia y engaños ¿cómo ves esa evolución?
Más sofisticada, porque el engaño se da a través de conceptos. Cuando se habla de justicia –y desde hace mucho es muy claro para nosotros, para los pueblos nativos que aún sostenemos la memoria- está hecha para favorecer a unos pocos. Hoy mismo cuando se instaura una ley respecto al robo de madera y se deja un vacío ahí que pueda servir para el abuso, donde una persona que va con una carreta con leña puede ser fustigada con esa ley.
¿Se continúa de alguna forma con la marginación o la invisibilización de los pueblos originarios? En “Recado confidencial a los chilenos” mencionas cómo es crecer leyendo libros que no hablan de las experiencias del pueblo mapuche.
Claro, porque la historia que tuvimos que aprender no habla de nuestras culturas, sino de manera anecdótica. Y yo no dejo de recordar, porque eso es hasta ahora, la historia que tienen que estudiar los niños y niñas del Chile profundo, y también los nuestros: la historia de Chile de Walterio Millar, donde la machi es descrita como una bruja.
Entonces, es increíble, pero también nosotros sabemos cuál es la razón de que eso se mantenga de esa manera. O sea, cómo un Estado hace que se utilice una historia de esa forma, de tratar a una autoridad fundamental en nuestra cultura. Entonces, es una permanente provocación, una permanente discriminación aunque se hable de cambios.
Cuando se habla de la identidad chilena, por ejemplo, en conversaciones cotidianas, siempre se apunta a la figura del huaso, de los juegos coloniales, y luego los aportes de los pueblos originarios como algo aparte…
Sí, desde luego, y hay ejemplos de ese espíritu de sostener la visión del poder, del grupo superficial y enajenado, que falta al sentido de patria en detrimento de lo que son todas las culturas nativas que existen en este territorio. La negación de un territorio histórico como nuestro Wallmapu, por ejemplo, y la exaltación del huaso chileno versus el ninguneo del denominado roto chileno, y estamos hablando en ese caso del grueso del pueblo chileno, porque el pueblo chileno profundo es la mayoría.
Entonces, eso me recuerda cómo en un principio aquellos denominados padres de la patria instalaron lo nativo, incluso en el escudo chileno, pero luego lo fueron borrando con el codo.
Se cumple cinco años desde el estallido social que derivó en la Convención Constitucional donde se intentó dejar por escrito que Chile es un Estado plurinacional. A su juicio, ¿qué motivó este rechazo?
A mí me parece que lo motivó precisamente la falta de democracia, porque en una democracia se supone que hay igualdad de posibilidades para comunicar los pensamientos, a través de distintos medios: la radio, los diarios, las revistas, la televisión, y eso no existe para el Chile profundo y menos para los pueblos nativos.
Fue una oportunidad de entrar en un camino de reconocimiento de esa realidad, de encontrarse con el “alter” nativo que está en todos los seres humanos, de poder alcanzar una relación profunda con la naturaleza y, por lo tanto, con el pensamiento no solo de los pueblos nativos, sino con el pensamiento de este Chile que se expresa, por ejemplo, a través del arte en todas sus manifestaciones y que claramente da cuenta, como nuestros antepasados y nosotros lo seguimos diciendo, que somos una pequeña parte de la naturaleza.
Cuando se ejerce violencia en contra de la naturaleza se está ejerciendo en contra de nosotros mismos y de las grandes mayorías. Entonces, recordar que si pensamos también a nivel de toda la tierra, las tierras del mundo están ocupadas por pueblos nativos, o sea, los dueños de los territorios ocupan hoy día entre el 22% de esas tierras. Y hay una estadística que dice que el 80% de la biodiversidad del planeta está en ese 22%. Entonces, esas cifras dejan muy claro la necesidad del retorno al ser nativo.
¿Cómo definirías la relación entre el pueblo chileno y mapuche en específico?
Yo diría que todavía el pueblo chileno profundo está bajo este estigma que sostiene el grupo de poder, a través de los medios de comunicación de partida, de la educación. Entonces, nosotros como pueblos nativos estamos permanentemente, por esa razón, bajo sospechas, y no solamente eso también de permanente agresión. Basta con indagar un poco sobre este estado de excepción permanente que se ha instalado en nuestra Wallmapu.
Yo creo que no habido avances sustanciales en esta relación y va a seguir así, mientras no se den muestras de avanzar hacia una verdadera democracia, donde estos medios que he nombrado de comunicación estén también en la posibilidad de expresión de todos quienes estamos en este denominado Chile.
Yo creo que la esperanza no es una panacea, pero hay que construirla para optar por un camino que nos lleve a una relación en la dualidad que somos porque somos parte de la tierra y del universo. De ser violencia y ternura hacia el camino de relación con más ternura, pero de momento tenemos que levantar la esperanza.
Necesitamos avanzar hacia una verdadera conversación, pero eso pasa por cuestiones concretas. La misma justicia que, en este tiempo, se ha mostrado con claridad, de que hay una justicia para el grupo de poder, para el Chile superficial y enajenado, y otra dura y discriminatoria para el Chile profundo y para los pueblos nativos como nosotros, el pueblo mapuche.
Por: Bárbara Paillal
Fuente
En 1491 apareció en Roma un profeta harapiento que esgrimía una cruz de madera como posesión más valiosa. La muchedumbre abarrotaba las plazas para escucharle anunciar que el año siguiente sería de lágrimas y tribulaciones; y que después surgiría un «Pastor Angélico» que salvaría a la Iglesia apartándola del poder terrenal para obligarla a abrazar la fuerza de la oración.
La predicción no pudo ser más errónea. En 1492 se celebró un cónclave, pero se eligió a uno de los papas más corruptos de los que hayan desprestigiado la Santa Sede...
Ñuke Mapu destaca: Su tío abuelo había muerto peleando en Neuquén, el otro longko, Andrés Raninqueo había sido prisionero en la isla de la muerte, y separado de su familia por el avance civilizador. Delante de sus ojos, las armas con que el Estado argentino había masacrado a su familia estaban intactas. Y ahora él, descendiente de aquellos grandes caciques, tenía que ir a pelear por la soberanía de la tierra que lo había visto nacer.
Antes de la llegada del wingka, en las tolderías de antaño, se recibía un hijo en las lagunas. En las aguas tibias la madre, sumergida y en cuclillas, relajaba los músculos. La familia y los amigos esperaban a la orilla con cantos de bienvenida y celebraciones, animando a la madre y al niño que de pronto salía del agua. El pequeño quedaba sin nombre por unos días, hasta poder apreciar sus características, o simplemente se elegía el nombre describiendo el lugar, si era de día o de noche, si pasaba un animal o cómo estaba el cielo aquel día.
Con la llegada del hombre blanco a estos territorios se fue perdiendo la costumbre. Como el idioma de las Primeras Naciones les resultaba incomprensible e impronunciable, los blancos lo cambiaron y empezaron a escribirlo como se escuchaba y a escribirlo de una forma castellanizada. Por ejemplo, se agregó erróneamente una S al final de la palabra mapuche para pluralizar, cuando se debería simplemente anteponer un “Pu” al nombre mapuche. Para referirse a esta Nación, es correcto, aun castellanizando, decir "los mapuche”.
Los apellidos actuales tienen también origen en la llegada del wingka. Antiguamente, la primera parte era el nombre de la persona y la segunda indicaba la estirpe. Pero también sufrieron un gran cambio con la llegada de los nombres españoles. La religión llegó para bautizar e imponer sus nombres y dada la incomprensión wingka, se procedió primero a juntar nombre y apellido para que todo fuera apellido y anteponer un nombre nuevo, como el del gran longko “Andres” Raninqueo.
Pese a las modificaciones en los nombres, la esencia mapuche se mantuvo intacta en su origen, fuerte como los pedernales que lo vieron nacer. La cosmovisión se llevó siempre en la sangre y el longko Raninqueo tuvo que adaptarse a todos los tiempos. Esto se vio en su tarea de negociar con los blancos y con los propios, y organizar diplomáticamente los asentamientos en la provincia de Buenos Aires.
Por 1830 se asentó en cercanías del fuerte 25 de Mayo. Tuvo una esposa de veinte años que la habían anotado con el nombre de Alonsa. Tuvieron tres hijos llamados Ignacio, Juan y Lorenzo. Justo José de Urquiza lo había buscado en 1857 para sumarlo en la guerra contra los porteños. Duró poco su paso por esta batalla, porque por conveniencia se unió a la tribu de Coliqueo. Para 1854 ya se había firmado un tratado de paz con el gobierno de Córdoba y en 1857 firmaba otro con el Poder Ejecutivo de la Confederación Argentina. Él y sus kona, se integraron al Ejército de la Nación.
En 25 de Mayo tuvo buena relación con los vecinos y cuando se inauguró la primera iglesia en 1855, Raninqueo asistió al evento con más de quinientos miembros de su tribu, de los cuales ciento cincuenta recibieron el bautismo. Fue lugarteniente de Coliqueo y al asentarse en la provincia de Buenos Aires, se pasaron a las filas de Mitre. En una carta escribió Raninqueo que “los ranqueles nos han mirado mal a causa de tener casi todos los parientes en Buenos Aires”. Se ocupó de trasladar en 1862, desde Junín hasta la Tapera de Díaz, a las familias de Coliqueo, de buscarle buenas tierras en el lugar donde hoy conocemos como Los Toldos.
Prestó numerosos servicios en la frontera, pero ocho años después fue acusado por el coronel Juan Boer de “sublevación” y ya que estaba se lo multó con $5.000 por vender cueros de “dudosa procedencia” por no tener marca. En esos tiempos, las tribus no tenían marcas, pero cualquier excusa venía bien para desplazarlos. Calfucurá siempre estuvo al tanto de todo lo que pasaba tierra adentro y enterado del atropello que había sufrido Raninqueo junto a otros longko, se sublevó e invadió la frontera oeste.
Para 1879 estaba en auge el avance roquista, despejando las tierras de sus habitantes originarios para dar paso a inmigrantes y especuladores. Raninqueo. que ya tenía 61 años, fue a parar a la isla Martín García, la isla de la muerte. Allí fue bautizado junto a su ahijado Martín Coliqueo, de 41 años. Se le abrían con ese acto las puertas del cielo cuando muriera, aunque en la vida terrenal estaba encerrado en un calabozo. En esa prisión se enteró que un 9 de junio, en Neuquén, su hijo se vio rodeado por las fuerzas de Roca en Neuquén y murió enfrentando al ejército con armas precarias, pero peleando hasta donde le dio la vida. Un año antes, el Estado le había quitado a Raninqueo sus tierras, y se las había otorgado a la familia del ex ministro Adolfo Alsina, en reconocimiento por la campaña.
Andrés falleció en 1884 en Carhue, un 4 de julio. Por los cuatro rumbos quedaron descendientes haciéndole frente a la vida y más de un siglo después, a los ingleses. Es que uno de ellos es el escritor y ex combatiente Martín Raninqueo quien, escribió un poema titulado Raninqueo en Martín García:
Escóndase en algún pueblo de la pampa/Tañi ayun, señora mía. Bajo el wenulfe (lucero) Le pido al viento. Le haga llegar mi voz. Con el azul del amanecer.
El platense Martín Raninqueo heredó la valentía de aquellos hombres que usaron su inteligencia para establecer estrategias, tratados de paz y luchar por sus hermanos. Pero a Martín le tocó otra guerra, bien al sur. En 1981 el mapuche había cursado un año en la carrera de agronomía en La Plata y presenció en el barrio secuestros a plena luz del día. La impunidad militar se paseaba por las calles de La Plata fusil en mano y por esos años hablar de derechos humanos era solo una utopía.
Cuando se desató la guerra de Malvinas, Martín estaba de soldado en el Regimiento 7 de infantería, en lo que hoy es la Plaza Malvinas de La Plata, Sitio de la Memoria. Tuvo sentimientos encontrados al ingresar allí. Las imágenes del pasado estaban grabadas en los fusiles rémington. Su tío abuelo había muerto peleando en Neuquén, el otro longko, Andrés Raninqueo había sido prisionero en la isla de la muerte, y separado de su familia por el avance civilizador. Delante de sus ojos, las armas con que el Estado argentino había masacrado a su familia estaban intactas. Y ahora él, descendiente de aquellos grandes caciques, tenía que ir a pelear por la soberanía de la tierra que lo había visto nacer.
Cientos de preguntas sin respuestas tuvo Martín rumbo a las islas, con el miedo a flor de piel, pero el coraje constante, quizás, animado por una fuerza identitaria venida de sus ancestros. En las islas, ocupó la sección de morteros pesados del Regimiento 7, a pocos kilómetros de Monte Longdon, encargado de poner la munición en el camión y disparar. Escuchando las detonaciones y disparos hacia sus compañeros que estaban en el Monte. Nada de eso se olvida. Ni a los peñi, sus hermanos mapuche como Antieco, Agua del sol, muerto en la guerra y cuyos ancestros también padecieron el despojo de tierras del general Roca.
Martín define la guerra en dos palabras, una “experiencia traumática”. Las imágenes que guarda de esa vuelta de las islas son infinitas. Como las emociones, los sentimientos y los tormentos. En el arribo a su ciudad los platenses corrieron a la par de los camiones saludando a sus héroes, pidiéndoles que de arriba del camión les arrojaran un recuerdo, los vivaron, estaban de nuevo en casa, en su tierra. Martín tiene un vago recuerdo de que algo le arrojó a una persona que le estiró el brazo y se lo cambió por un pedazo de pan.
Después, los militares organizaron un acto formal en la cancha de Estudiantes. El dolor de las vidas perdidas fue más fuerte, y el recuerdo de los amigos y hermanos caídos hizo que los soldados formados en el campo, frente en alto, comenzaran a cantarle a los militares del palco “se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Martín recuerda haber revoleado su medalla al aire con gran desprecio y desde el público comenzaron a escucharse aplausos cada vez más fuertes. Un militar llegó a sacar un arma para calmar al público exaltado.
Los años que siguieron fueron difíciles. La falta de trabajo se hizo notar. Eran los desplazados y hasta la sociedad los estigmatizó refiriéndose a “los loquitos de la guerra”. Con la llegada de la democracia todo lo que oliera a militar era mal visto así que la vida de los ex combatientes continuó cuesta abajo hasta que en el gobierno de Néstor Kirchner finalmente se los reconoció por haber defendido la soberanía nacional.
Martín integra del CECIM, el Centro de ex combatientes Islas Malvinas de La Plata. Un centro de Derechos Humanos en reclamo de Memoria, verdad y justicia. Es actualmente compositor, tiene varios discos con su música co-producida con Diego Rolón: Mapuche, Del Grito Indio, entre otros. Publicó sus poemas en Kewpu Waria (ciudad pedernal) y Haikus de guerra, con xilografías de Julieta Warman. Un artista inspirado en el pasado y en su propia identidad.
Percute la lluvia/el techo del pozo (hago que leo).
Helada la tarde/aturde el silencio/ si duda el mortero.
Sol en el monte/cantamos el himno (fingimos coraje).
Martín Raninqueo hace honor a su apellido. En el idioma de la Nación Mapuche, Ragñi significa mitad y Queo es apócope de Kewpu, pedernal. El que nace entre rocas, entre montañas, el que desde lo alto del pedernal elije contar su historia, escribir en versos, ponerle música al dolor, cantarle a la tierra y jamás rendirse.
2020 es el año de la pandemia por coronavirus. Es el tema que invade todos los ámbitos de la vida cotidiana. Una vez que el virus desembarcó en América Latina no dejó de avanzar, y al promediar el año, la región se convirtió en el epicentro global de la pandemia por Covid19. Sus efectos son brutales. La crisis no es solamente sanitaria sino que se derrama en muchas dimensiones.
Al mismo tiempo se generó un enorme número de propuestas para enfrentar la crisis. Los gobiernos tuvieron que reaccionar, y enseguida se sumaron iniciativas desde el empresariado, la academia y las organizaciones ciudadanas.
Eduardo Gudynas