La inexistencia de escritura y la censura española enterraron buena parte de la historia sexual de las culturas originarias en el país. Pero sociólogos, antropólogos y sexólogos han logrado desempolvar parte de estas crónicas, una reconstrucción que hoy permite explicar en buena parte por qué los chilenos actúan así bajo las sábanas.
Kurretu es el nombre que usa un mapuche para llamar al acto sexual o coito y significa “toda aquella acción circular y recíproca que se hace con la kure o esposa”. La sexualidad era para esta etnia una parte de su cosmovisión, un acto trascendente, el contacto con la divinidad.Libre, sin prejuicios e inherente a la naturaleza humana es la forma en que todos los pueblos indígenas del continente vivían su sexualidad antes de la llegada de los españoles y que se hizo extensiva en el territorio nacional. Una mirada en retrospectiva puede dar señales de la sexualidad de los chilenos hoy, por eso, varios expertos han estudiado por años cómo se conformaban las relaciones sexuales en los pueblos originarios del país.
En el norte, los aymaras pensaban que todo lo que hay en la naturaleza es macho o hembra, equilibrio extensivo a su sexualidad. Cuando las mujeres dan a luz, independiente de la posición que adopte la parturienta, siempre lo hacen muy abrigadas y bebiendo infusiones calientes para no enfriarse. Tampoco exponen su intimidad, ya que cualquier frío las puede enfermar.
Mapuches
De la etnia mapuche es de la que más se conoce. “Suponemos que algunas características de aymaras y de los incas también son semejante a la de los mapuches, que eran el grupo mayoritario en el extremos sur de América”, explica Rodrigo Larraín, sociólogo de la Universidad Central.
La sexóloga Elena Sepúlveda lleva años haciendo investigación y entrevistándose con hombres y mujeres mapuches de lugares como Fresia, Castro, Victoria, Isla Huapi y Temuco. De acuerdo a la experiencia que tiene con ellos, “antes de ser invadidos, los mapuches -al revisar la historia fotográfica- estaban en su mundo, desnudos felices y se tapaban el cuerpo con pieles. Eso era parte de su vida natural. Cuando los sacan y se los llevan en exposición a París, aparecen tapados, con pudor. En su entorno estaban absolutamente naturales. Así era su sexualidad, natural. Lo que queda hoy es la influencia de la cultura europea sobre ellos”, dice.
Este grupo iniciaba la exploración sexual cuando eran muy jóvenes, a los 12 ó 13 años, pero se casaban más tarde, cerca de los 20. Por lo mismo, la virginidad de la mujer no era un tema muy importante, según Larraín, ya que se suponía que cuando la comunidad o las familias autorizaban los matrimonios, ambos jóvenes ya habían tenido experiencias anteriores.
“Los mapuches eran un pueblo polígamo, un varón podía tener varias esposas, pero habían varios que tenían sólo una. Siempre dependiendo de su capacidad económica”, dice Larraín.
En la tradición mapuche, las mujeres -como dadoras de vida- significan prosperidad para el cacique y la comunidad. De hecho, según Larraín, la mayoría de los pueblos prehispánicos tienen artículos femeninos y masculinos dentro de su lenguaje lo que prueba una inserción distinta de la mujer en las comunidades, una mujer fuerte y trabajadora era lo habitual.
Abstinencia y homosexualidad
Entre los hombres podía ocurrir que ante ciertos eventos como un juego de chueca guardaran abstinencia sexual, lo mismo si se trataba de la ceremonia de castramiento de animales. La mujer dejaba de tenerlas cuando estaba embarazada y era llevada a una choza especial para sus cuidados. Cuando el niño nacía, había especial atención en el largo del corte del cordón umbilical, porque se suponía que ello influía en el tamaño de su miembro sexual.
“Los mapuches relacionaban la sexualidad con lo místico, la mujer con la luna y el hombre con el sol. Al momento de ejercer la sexualidad, su cuerpo se invade de algo mágico, que tiene que ver con la entrega, con el dar”, dice la doctora Elena Sepúlveda (ver recuadro).
Respecto de la homosexualidad, Larraín dice que en el mundo mapuche “no hay registro de lesbianas. Sí se sabe de la presencia de homosexuales varones, pero éstos en general tenían un comportamiento masculino. No parece haber habido nunca travestismo. Eran aceptados en la comunidad como una persona con dos almas o dos presencias no materiales en su corporalidad”, explica el especialista.
Respecto del aborto, según Sepúlveda, no sólo los mapuches sino que la gran mayoría de los aborígenes tomaban brebajes para interrumpir un embarazo o “apurar la regla”. Generalmente eran hervidos de hierbas que las mujeres bebían hasta que llegaba la menstruación o expulsarán lo que tenían.
Pueblos del extremo sur
El historiador Christian Báez es uno de los investigadores que más ha estudiado a los “canoeros del sur”, denominación que incluye a los chonos (desaparecidos hacia el siglo XVIII, del sector de Chiloé), kawésqar (fiordos patagónicos hasta el Estrecho de Magallanes) y los yaganes o yamanas (zona del estrecho hasta Cabo de Hornos).
Según Báez, de los que menos se sabe es de los kawésqar y yaganes. De hecho, el principal texto escrito sobre ellos por el sacerdote y antropólogo alemán Martín Gusinde todo lo referido al acto sexual de estos indígenas fueron censuradas al estar escritos en latín, pese a que el texto original -que incluye nueve tomos- está escrito en castellano.
Por la antropóloga francesa Anne Chapman, una estudiosa de los yaganes, se sabe que las relaciones de parejas entre parientes no estaba permitido, incluido el incesto, especialmente entre padres e hijos, pero el adulterio sí era aceptado dependiendo de las circunstancias, aunque en ocasiones se podía vengar con golpes e insultos.
También era común que un hombre tuviera dos mujeres, incluso a veces la propia mujer buscaba una esposa más joven a su marido para que la ayudara en sus labores. En otras ocasiones, la mujer mayor podía casarse con un hombre joven. El casamiento entre cuñados también era habitual cuando había viudez.
“Los yaganes y kawesqar tenían ritos de iniciación. Del primero conocemos el chejaus, donde participaban adolescentes mujeres y hombres. También estaba el kina, una ceremonia de iniciación masculina. En ambas, se formaba a los niños y niñas en su futura vida adulta, donde el tema sexual sin duda se tomaba en cuenta”, dice Báez.
Sexo en Mesoamérica
En los pueblos prehispánicos de Mesoamérica se permitía la poliginia, la sodomía y hasta la pedofilia, pero se castigaba con la mutilación o la muerte el adulterio. En la cultura huasteca y maya, por ejemplo, eran habituales las figuras con falos gigantes y otras representaciones de la homosexualidad.
Los mexicas, en cambio, eran más recatados y distinguía al homosexual activo del pasivo. Mientras que el activo seguía representando su rol genérico masculino, el pasivo, al ser penetrado en el acto sexual, violaba su rol de hombre y se feminizaba, según ellos. Por este motivo, al pasivo le sacaban las entrañas y le prendían fuego, en tanto que al activo lo enterraban con ceniza.
Esta misma población castigaba el adulterio con la pena de muerte u otra acción cobrada por el marido engañado. También castigaban la prostitución, aunque sin penas judiciales. Los totonacos permitían la sodomía y la pederastia.
EL RITUAL MAPUCHE
Ziley Mora en su libro “Sexualidad mapuche” explica varias etapas de su cosmovisión y cómo cada suceso importante está marcado por una ceremonia. Cuando las niñas tienen su primera menstruación se llama ulchatum (ulcha, diosa mujer joven, una de una de las cuatro deidades de la cultura mapuche), ritual donde es conducida por la madre y la abuela a una casa de piedra, donde la madre le entrega una manta tejida a telar como símbolo de su cambio corporal a mujer y la abuela transmite el conocimiento ancestral para la vida como mujer.
No es extraño, entonces, que la sexualidad sea considerada como una experiencia espiritual, una fuerza sagrada. Por eso, la partícula lingüística clave para comprender el concepto de “sexo” o de “sexualidad” es el prefijo ku, que en mapudungun significa concavidad, canal fecundo, canalización de energía y está presente en palabras como kuram (huevo), kutri (vagina) o kudañ (testículo).
El amor o ayün no está fuera de esta lógica, porque contiene tres nociones básicas en su raíz. Significa “belleza”, “un tipo especial de luz, y transparencia”, palabra que nace de la matriz aywon o ayon que significa “luz que mira” con lo que amor sería una clarividencia lúcida.
La primera relación sexual era importante. Las madres enseñaban que debía ser con un küme o kona, es decir “un buen guerrero”, porque en este primer acto quedaría marcada la impronta de su energía o “espíritu de su fuerza”.
El sexo es una fuerza poderosa, creadora y envolvente de todas las facultades humanas. Es un asunto de sabiduría para elegir una meta y guiar hábilmente “las riendas del caballo del deseo”.
Al llegar los españoles, los indígenas debieron someterse a muchas de sus ideas de corrección sexual, decoro y pecado para evitar persecución, mezclándose y disminuyendo el traspaso de sus creencias a las nuevas generaciones.
“EL MESTIZAJE FUE RESULTADO DE UNA SEXUALIDAD LIBRE EN LA ETAPA COLONIAL”
Una sexualidad dominante que derivó en un sexo libre, abierto e imaginativo, compartido entre todos los sectores durante el período colonial. Es así como se logró el mestizaje en México y América Latina.
Eso es lo que cree el escritor Eugenio Aguirre, autor del libro “Pecar como Dios manda, historia sexual de los mexicanos” (Planeta, 2010). Según él, en las primeras décadas después de la conquista en el siglo XVI los españoles se sorprendieron de que los caciques indígenas les entregaran a sus hijas y a otras mujeres para establecer relaciones de parentesco. Pese a que la Iglesia estableció normas para contener la sexualidad dentro del matrimonio, durante los tres siglos de la colonia, los criollos, mestizos e indígenas mantuvieron una actitud muy liberal, abierta y flexible respecto a la sexualidad, a juicio del escritor.
La llegada de los negros, que eran traídos como esclavos a estas tierras, aumentó la mezcla sexual y comenzaron a surgir las castas. “Los españoles y los indígenas tenían predilección por el caderamen de las mulatas, mujeres mucho más ‘cachondas’ y por eso se da un mestizaje impresionante que deja una huella de negritud muy marcada en la mayoría de la población mestiza”, asegura el autor en una entrevista a la agencia EFE.
CENSURA ESPAÑOLA
Lo poco que se conoce sobre cómo los primeros habitantes de nuestro país sentían el sexo tiene que ver con la censura a su comportamiento por parte de los españoles y los religiosos que con ellos venían. “La jente que hai en esta ensenada susodicha, son indios pescadores de mediano cuerpo i mal proporcionados. Son mui salvajes i sin razón. Andan vestidos de los cueros de los lobos i de otros animales, con que se cubren las espaldas, y caen hasta las rodillas, i una correa que les atan por el pescuezo… Traen sus vergüenzas de fuera sin ninguna cobertura. Son de grandes fuerzas”, escribía Juan Ladrillero, un español que llegó a Chile junto con García Hurtado de Mendoza respecto de los chonos.
Otros registros de esa parte de la historia se escribían directamente en latín, para restringir aun más su lectura.
Por Cecilia Yáñez / Nancy Arancibia