Los jesuitas nos hemos relacionado, históricamente, con el pueblo mapuche. El jesuita Luis Valdivia sistematizó el mapudungún y hace más de diez años un grupo de sacerdotes fuimos invitados por una comunidad a vivir junto a ellos en Tirúa.
Nos hemos comprometido a compartir la vida con ellos para tratar de entender y puedo decir que nos hemos dado cuenta que esta es una historia de falta de entendimiento. De una incomprensión que no sólo viene dada de un Estado sino que de una cultura. Existe un profundo menosprecio de la condición indígena de los pueblos originarios. De este modo, se hace complejo y adverso para los mapuche relacionarse con una sociedad que los discrimina. Creo que no sólo el gobierno debiera establecer el nuevo trato; hay que establecerlo desde los consultorios, las municipalidades, desde el supermercado. Hay una nación que tiene que repensar cuál es el rol que los pueblos originarios juegan en la sociedad, o bien, cuál es el rol de “las primeras naciones” como dicen los canadienses. Se debe reconocer la dignidad de este pueblo. Y para establecer una relación con un grupo hay que entender a quien tengo al frente. La dictadura no acogió a los mapuche, la Concertación rescató sólo algunos de sus planteamientos y asumo que a nosotros, a la Iglesia, también nos ha faltado acogida. Nosotros pudimos haber sido facilitadores mucho antes de este conflicto, pero no dimensionamos la profundidad del daño que se le hizo a este pueblo. El sistema económico desarticuló los movimientos sociales y la Iglesia también se vio afectada por eso. Los discursos moralistas agarraron más fuerza que los sociales, pero después de un proceso nos hemos ido entendiendo. El crecimiento económico de Chile ha generado círculos de exclusión y nosotros estamos en contacto con esas personas y nos cuestionamos tratando de buscar el camino coherente con nuestra fe. En ese sentido, la Iglesia nunca va estar ajena de los procesos sociales. Siempre jugaremos un rol de puentes. Por el lugar en la sociedad en el que estamos; porque tenemos acceso a los círculos de poder y al mismo tiempo tenemos la experiencia y la acogida. El rol de facilitador de Monseñor Ezatti tiene un límite porque se trata de un pastor sin herramientas jurídicas; sin embargo, estoy seguro que siempre estará disponible a establecer puentes entre distintos grupos que quieran ir dialogando. El gobierno ha sido pragmático. Han tratado de buscar soluciones y uno a veces esperaría una actitud más humana, en el sentido de sentarse a escuchar un poco más y desde ahí entender el problema. Hay que recomponer algo que hace mucho tiempo se descompuso y modificar una ley que permita juzgar sin presunciones anticipadas y establecer el juicio justo. Nosotros apoyamos a nuestros hermanos mapuches. Ellos no están solos. Y si bien el otro día Carabineros detuvo a una religiosa por portar un lienzo en apoyo a nuestros hermanos durante una procesión de la Virgen del Carmen, no creo que debamos compararlo con los tiempos que se vivieron en dictadura. Aquello me parece injusto con las víctimas de la violencia política. La policia actuó, tontamente, pero me alegra, que a pesar de ser algo menor, saltemos y digamos que esto no puede pasar. Porque si eso nos escandaliza, quiere decir que en estos años de democracia hemos aprendido._________
* Miembro de la comunidad jesuita de Tirúa
POR RODRIGO AGUAYO, SACERDOTE JESUITA*