Para divertir al público debían rugir como leones y dejarse tocar: africanos, indios y hotentotes de las colonias alemanas y holandesas en Sudáfrica; hombres, mujeres y niños de países exóticos eran exhibidos como si fueran animales ante las casas reales europeas, en los zoos y en los mercados. Entre los años 1800 y 1940, unas 30,000 “atracciones humanas” fueron visitadas por millones de curiosos. Un lamentable espectáculo al que se remontan los orígenes del racismo.
Cómo ocurrió aquello lo cuenta hoyuna muestra que podrá visitarse hasta el 3 de junio en el museo parisino Quai Branly, titulada “L’invention du sauvage” (La invención de lo salvaje). En ella se presentan unas 600 secuencias cinematográficas, fotografías, carteles y dibujos que ponen de manifiesto cómo durante el colonialismo se despojó de toda dignidad a las personas de otras culturas.“Me interesa la cuestión de cómo pudo llegarse a pensar que la raza negra era el elemento que faltaba entre el hombre y los monos”, señaló el ex futbolista francés Lilian Thuram. El ex jugador de la selección francesa, con la que fue campeón del mundo, es iniciador y co-comisario de la exposición. Sabe muy bien lo que es el racismo, pues lo sufrió en sus propias carnes: cuando a los nueve años llegó a París desde el archipiélago caribeño de Guadalupe, le quedó claro lo que significaba ser negro. En 2008, puso en marcha una fundación para erradicar el racismo.
¿Qué es esto?, se lee bajo la imagen de un negro, o “missing link” (el vínculo que falta), en un cartel en el que aparece la “mujer peluda” Krao. En el título hace referencia al parentesco con los primates, un eslabón más en la teoría de la evolución de Darwin. También puede verse un famoso retrato de Antonietta Gonsalvus pintado por Lavinia Fontana (1558).
Los Gonsalvus eran una familia de las Islas Canarias, famosa en el siglo XVI por su peludo cuerpo.
Londres, París, Berlín… En las grandes ciudades europeas se organizaban espectáculos con personas desfiguradas y tullidas, y somalíes, indios o esquimales eran presentados como criaturas exóticas. Uno de los primeros organizadores de estos “zoológicos antropológicos” fue el comerciante de animales Carl Hagenbeck, de Hamburgo. La idea con la que se hizo rico a partir de 1870 fue exponer en su zoo a grupos de personas y mostrar cómo vivían con sus animales, casas y utensilios.
Con el trabajo de médicos, antropólogos y etnólogos, la exposición de lo desconocido adquirió un carácter científico. Se medían los cuerpos y las formas de las cabezas. Y es que el racismo científico endureció la práctica de la exclusión de otras culturas, como subraya el ex futbolista Thuram. “Si mañana los científicos nos mostraran a pequeños hombrecitos verdes en el ‘Jardin d’acclimatation’ correríamos a verlos”, dice convencido. En este parque de París, en 1890 fueron expuestos cual artículos de feria un grupo de somalíes.
Por Sabine Glaubitz