Este pudo ser el año. Pero no lo fue. Partió bien, en todo caso. Pocos pensaron, en 2010, que los estudiantes iban a paralizar Chile este 2011. Mucho menos a nivel mapuche. Acostumbrados a que el foco del “conflicto” estuviera centrado en reclamaciones de tierras, protestas contra multinacionales y dramáticas huelgas de hambre carcelarias, no pocos se desayunaron con la irrupción de la Federación Mapuche de Estudiantes (Femae) y sus refrescantes demandas de interculturalidad, derechos lingüísticos y hasta la creación de una Universidad propia.
El año pasado, a propósito de las manifestaciones de apoyo a la última huelga de hambre, un connotado columnista de La Segunda habló -aterrorizado- de la Generación Weichafe, “jóvenes con una mirada del tema que marca un quiebre frente a las tradicionales demandas de su pueblo”. En las páginas de este mismo pasquín respondí que, si bien efectivamente se trataba de una nueva camada de mapuches, en absoluto nos encontrábamos ante un quiebre generacional.“El discurso de las nuevas generaciones mapuches poco y nada tiene de original”, escribí en la citada columna, tratando de situar el análisis en una perspectiva histórica y no en las consideraciones de seguridad ciudadana de La Segunda. “Por el contrario –agregué-, mucho tiene de recuperación de la memoria, de reencuentro generacional con un pasado no tan lejano y con voces mapuches que hace 30, 40 o 50 años nos hablaban exactamente de lo mismo”. “Nuestra lucha por educación no parte hoy, es una demanda que ha cruzado gran parte del siglo pasado y que viene de la Sociedad Caupolicán en los años 20, la Corporación Araucana en los años 40, la Federación de Estudiantes Indígenas en los 70 y los Hogares Estudiantiles en los 90”, señalaría medio año más tarde el propio José Ancalao, vocero de la Femae, ante unos sorprendidos miembros de la Comisión de Educación del Senado. Convengamos que tan perdido este columnista mapuche no estaba.
¿De qué hablaron los estudiantes mapuches al Estado, al gobierno y a la sociedad chilena este año 2011? De Respeto. Así de simple. Respeto. De lo mismo le hablaron a la Confech en mayo de este año, en su primer intento por formar parte de la principal plataforma estudiantil chilena. ¿Y cómo les fue? El portazo en la cara se escuchó hasta en la Patagonia. Si hasta combos les ofrecieron los “compañeros” de la Juventud Comunista, en un episodio que pasará a los anales de las grandes pelotudeces políticas de la historia.
Muchos ya se olvidaron, pero al menos cinco asambleas Confech debieron recorrer los voceros estudiantiles mapuches antes de ser aceptados y a regañadientes. “Intentando ser escuchados conocimos hasta La Serena”, me contó uno de sus dirigentes proveniente de Galvarino, centrándose en la parte del vaso medio llena. Pacientes, a ratos con manzanitas, explicaron una y otra vez a sus pares el carácter colonial y monocultural de la educación en Chile, de cómo el modelo privatizador tiene a los estudiantes indígenas transformados en los niños símbolos de la desigualdad y de cómo el bullying no lo inventaron los gringos en sus High School sino pendejos de apellido Pérez o González en escuelas con letra y número al sur del Biobío. Lo repitieron una y otra vez. Algunas veces en mapudungun, la mayoría en español. Hasta que de puro porfiados, lo lograron.
Aún recuerdo el Confech desarrollado en Temuco y que me tocó cubrir para The Clinic. Allí, quiero creer, se selló una alianza histórica que algún día dará sus frutos. Por primera vez, en un recinto mapuche y con anfitriones de manta y trarilonco, la treintena de Federaciones del Consejo de Rectores se reunía para debatir los destinos de la educación en Chile. En un hecho inédito, lo mejor de la juventud de ambos pueblos hermanados en una lucha común: hacer de Chile un país más vivible para todos, sin distinciones raciales odiosas ni desigualdades que avergüenzan incluso a nuestros amigotes de la OCDE. Tuve el honor de entrevistar allí a toda la Mesa Ejecutiva de Confech. Y charlar largamente con dirigentes provenientes de todo el país. Sobre todo me sorprendió y gratamente Camila Vallejo. No tanto por su belleza, que eclipsa en este país machista la fortaleza de sus convicciones, sino más bien por su inusitada capacidad de autocrítica. Inusitada para una militante comunista, claro está.
“Fue un error nuestro no haber aceptado a la Federación Mapuche”, me lanzó y sin mayor drama Camila al tocarle el polémico temita en cuestión. Cero rollo de su parte con reconocer el cagazo y también su absoluta ignorancia sobre nuestro pueblo y su demanda por una democracia intercultural. Luego supe que hasta una bandera mapuche le regalaron en Temuco, en demostración de respeto y cariño hacia su persona. Bien por Camila. Algún día sospecho votaré por ella al Parlamento. Lo mismo Giorgio Jackson, Francisco Figueroa y dirigentes regionales como Guillermo Petersen, este último un viejo amigo de nuestro pueblo al igual que Eduardo Salazar, el destituido dirigente de la UTEM y artífice en las sombras del ingreso de los mapuches al Confech. Con tal generación de líderes estudiantiles, ¿cómo no atreverse a soñar en un Chile distinto, donde en el decir del poeta Elicura Chihuailaf, “nuestra bella morenidad sea tan valorada como vuestra hermosa rubiedad”?
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Pero bueno. Una cosa es la poesía y otra la real politik. Ya lo sentenció Camilo Ballestero en las propias páginas del Clinic. “La política se discute con la cabeza y no con el corazón”, señaló muy suelto de cuerpo el principal operador político de Moscú al interior del Confech. Caso cerrado. Nada que hacer. Su frase debe ser toda una máxima de acción política al interior del Partido Comunista y sus disciplinadas Juventudes. Sino, ¿cómo entender que en su propuesta de reforma a la educación chilena -negociada con la Convergencia Opositora o como quiera que se llame hoy la Concertación- el PC haya ninguneado y de manera flagrante la demanda mapuche por educación intercultural? Cero referencias al otrora aplaudido petitorio de la Femae. Ninguna alusión a la necesidad de avanzar en Chile hacia un modelo educativo no solo gratuito y de calidad; también y sobre todo, menos racista y discriminador.
“¿Cómo interpretan ustedes este olvido del PC y la Concertación?”, pregunto a Pablo Millalen, vocero de Femae con quien me encuentro en Santiago. “No creo que se trate de un olvido. Es lo de siempre; la clase política nos ve a los mapuches como adorno pero en ningún caso como sujetos de derechos. Y de ello no escapan los comunistas”. Frío diagnóstico pero cien por ciento realista. Conste -para beneficio del PC- que se trata de una ceguera histórica y transversal. Educación2020, el celebrado think tank de Mario Waissbluth, tampoco consideró relevante el tema en su propia propuesta de salida a la crisis. ¿Mal de muchos, consuelo de tontos? Puede ser, pero mejor veamos la parte medio llena del vaso. Guste o no a los adictos a los cálculos partidistas al interior de la Confech, los mapuches se han ganado allí un espacio y su discurso intercultural enriquecerá un debate necesario.
¿Falta por avanzar? Muchísimo. Dos casos recientes ilustran lo lejos que estamos de entender esto de un Chile donde quepamos todos. El primero aconteció en Collipulli, hace un par de semanas, cuando la directora del Complejo Educacional negó a dos alumnas mapuches fotografiarse el día de su Licenciatura con su vestimenta tradicional. Sí, leyó bien. Una de las niñas afectadas fue Vania Queipul Millanao, hija del lonko de la Comunidad Autónoma de Temucuicui y reconocido dirigente, Víctor Queipul. Vania, de 17 años, finalmente debió posar con el uniforme del Liceo, al igual que el resto de sus compañeras. “¿Por qué otorgarle privilegios especiales? ¿Sólo por ser mapuche?… Ley pareja no es dura, qué se ha creído esa niña”, se puede leer en uno de los comentarios a la noticia publicada en la web del periódico Azkintuwe.
Uno lee esos comentarios y se pregunta quiénes son los salvajes y trogloditas en esta historia de desencuentros. Y conste que si de algo sabe Vania es precisamente de leyes. De leyes imparejas, por cierto, como la 18.314 que sanciona en Chile “Conductas Terroristas”. Su padre la ha debido enfrentar en numerosas ocasiones. Y también ella. Sí, leyó bien de nuevo. Aunque cueste creerlo, Vania fue procesada por Ley Antiterrorista el año 2009, tras participar de una protesta por el crimen policial del comunero Jaime Mendoza Collio. ¿La acusación? Romper un ventanal del Ministerio Público en Collipulli. Tras un proceso judicial kafkiano, que implicó numerosas visitas de la PDI al colegio de la menor para “tomarle declaración”, finalmente Vania fue absuelta. Tenía entonces 15 años de edad.
El segundo caso que quiero traer a colación es el de la profesora Pamela Cona Huichalao. Hace tan solo un par de días, ella y su abogado interpusieron un recurso de amparo ante la Corte de Apelaciones de Santiago. ¿El objetivo? Frenar los actos racistas y de vulneración de derechos de los cuales había sido objeto durante el presente año por parte de las autoridades de Cerro Navia. El pecado de Pamela fue luchar, como responsable del Programa de Educación Intercultural, por implementar un modelo de educación tradicional en una de las comunas con mayor población mapuche de la capital. Amenazada de sumario y con un severo cuadro depresivo, la acción judicial vino a ser un grito desesperado de su parte.
Sepan que conocí a Pamela en Temuco, en mis tiempos universitarios. Ambos vivíamos en el Hogar Mapuche Pelontuwe y compartimos allí no solamente techo y comida; también un montón de sueños por construir. Puedo como pocos dar fe de su profesionalismo. También de su profundo amor por nuestro pueblo y su cultura. ¿Por qué entusiastas educadoras como ella deben lidiar con los antidepresivos y los tribunales en Chile? ¿No son acaso historias como estas las que retratan las crónicas del apartheid en Sudáfrica o aquellas de la segregación racial en los Estados Unidos? Se nos va el 2011 y Chile sigue siendo el país más atrasado en materia indígena del continente. Y la población chilena, por lejos, la más ignorante al respecto en la región. Cambian las administraciones de gobierno, los estudiantes paralizan el país con un discurso refrescante y renovador, pero el racismo y la tontera gozan de una salud inmejorable.
Mucho por cambiar todavía. Tanto por construir. Demasiado por dialogar aún. El gobierno, la Confech, los chicos de Femae, la sociedad chilena y la mapuche, todos con tarea pendiente para Marzo.
Pedro Cayuqueo