A sus 17 años, Brandon Hernández se sumó a la lista de menores mapuche agredidos por agentes de la policía chilena. El Departamento de Derechos Humanos de Carabineros de Chile no está al tanto del caso de Brandon. No obstante, especifican que el uso de la fuerza en este tipo de situaciones, no depende de si la persona es menor de edad o adulto, sino de la resistencia que oponga

El pasado viernes 18 de enero el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Angol absolvió al Sargento Segundo de Carabineros, Cristian Rivera Silva, del delito de apremios ilegítimos, y fue solamente condenado por lesiones graves tras haberle disparado por la espalda al joven mapuche Brandon Hernández Huentecol. Sentencia que será dada a conocer el próximo jueves 24 de enero a las 19:00 horas.

El joven declaró sentirse impotente ante el veredicto. Ada Huentecol, su madre, anunció que recurrirá a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, pues Brandon aún vive con más de 80 perdigones en el cuerpo. Brandon tuvo suerte de sobrevivir.

Cuando tenía cuatro años, toda su familia escapó de Santiago, buscando la armonía y el retorno a sus raíces. “Queríamos huir de las drogas, de la delincuencia, para que ellos crecieran más sanos, pero salió todo mal”, afirma su madre. Para esta mujer mapuche, Carabineros es una institución necesaria para el funcionamiento de la sociedad pero no está haciendo de forma correcta su trabajo.

“Siguen asesinado a inocentes, reprimiendo a la gente mapuche. Todavía sufrimos persecuciones de los agentes, sigue paseando la patrulla y vigilando como si nosotros fuéramos los delincuentes. Me echan a perder el día cada vez que los veo”.

Era cerca del mediodía del domingo 18 de diciembre de 2016. Brandon no perdió la conciencia en ningún momento. En la localidad de Curaco, agua de piedra en mapudungun (idioma de los mapuches), a 9 kilómetros hacia el este de Collipulli en la Región de la Araucanía, se desarrollaba un control policial.

Brandon Hernández Huentecol iba a iniciar su práctica de mecánica automotriz al día siguiente. Estaba arreglando el motor de un vehículo en el patio de su casa, ilusionado con la nueva etapa que comenzaría. Isaías, su hermano menor de 13 años, salió, como todos los fines de semana, a pasear en bicicleta. Minutos después, Brandon escuchó las ruedas de un coche que venía con gran velocidad y que frenó estrepitosamente, recuerda el joven.

Los policías ”siguen asesinado a inocentes, reprimiendo a la gente mapuche”

Isaías, todavía en la bicicleta, trató de esquivar a los uniformados. No quería dar problemas. Lo empujaron y lo tiraron al suelo. En su desesperación comenzó a pedir auxilio a su hermano mayor, quien corrió al escuchar los gritos. A unos 20 metros de su hogar, se desarrollaba un procedimiento policial, un control de identificación a un grupo mapuche que venían de un nguillatún, una de las ceremonias más importantes para este pueblo, ya que es cuando se conectan con el mundo espiritual para pedir por el bienestar y agradecer los beneficios recibidos a la tierra y a la naturaleza.

Isaías estaba de rodillas y una pistola le apuntaba a la cabeza. Brandon se desesperó, corrió sin entender lo que estaba pasando. Empujó al carabinero, forcejean, y gritó con rabia:

-¡Suelten a mi hermano si no está haciendo nada malo!

-Y él llega revolucionado y me dice: Quédate tranquilo, o te disparo porque ando con balines de goma, cuenta Brandon.

“El paco (el policía) me pega con la culata en la espalda, después me agarra del cuello. Yo le dije que se calmara, levanté las manos y me decía: ¡Al suelo o te disparo! Me tiré al suelo, puse las manos en la espalda. Mi hermano estaba más inquieto. Yo le decía: Quédate tranquilo. Bajé las manos. Pensé que iba a pasar la noche en el calabozo, nunca había estado en una situación así”.

El mayor de carabineros, Patricio Vergara, jefe del operativo y cercano a la comunidad evangélica a la que pertenecía la familia de los hermanos, estaba a pocos metros. Vergara conocía a los hermanos Hernández Huentecol, incluso él y su esposa habían ido a merendar una tarde a su casa. Brandon le pidió que hiciera algo. “Se dio la vuelta, y se puso a reír”, dice.

El joven mapuche seguía en el suelo y miraba las botas negras. “El paco empezó a mover la escopeta, pasó bala. De repente siento un disparo, escuché el puro sonido, me quedo mirando y tenía un hoyo con sangre y dije: Oh no puede ser”. Brandon no creía lo que estaba pasando, solo gritaba del dolor. Tenía la sensación de estar despertando.

-“Qué cagá te mandaste oh, si lo teníamos todo contralado”, gritó Vergara al autor del disparo, el sargento segundo Cristián Rivera Silva. El disparo fue a menos de 30 centímetros de la cadera de Brandon. Más de 150 perdigones se incrustaron en su piel.

El Ministerio Público presentó una acusación por imprudencia causando lesiones graves y de apremios ilegítimos. La Fiscalía atribuyó que el disparo ejecutado por Rivera Silva contra el joven mapuche fue producto de una negligencia. Por su parte, el Instituto Nacional de Derechos Humanos está de acuerdo en la descripción de cómo ocurrieron los hechos, sin embargo, no con la cualificación jurídica. Por ello, interpuso una querella criminal por el delito de homicidio frustrado.

“Es una diferencia muy importante. El Ministerio Público lo acusa por negligencia porque en su concepto dice que el funcionario habría sido negligente, pero que no habría intención. Nosotros decimos que es delito porque creemos que sí hay dolo eventual, es decir, los pasos previos al disparo apuntan que al funcionario se le presentó la posibilidad de que esto podía ocurrir. Sin embargo, no tomó las medidas para evitarlo”, explica el abogado del INDH, Marco Rabanal.

Es decir, el carabinero realizó pasos previos de forma consciente con el arma: quitó el seguro, la cargó, y disparó. Por lo tanto, él estaba dispuesto a que el hecho pudiese ocurrir y aceptó esas consecuencias, agrega.

Los Carabineros se llevaron a Rivera Silva, lo escondieron. Un uniformado, un vecino y el padre de Brandon lo subieron a una camioneta de carabineros. La ambulancia no llegaba. “Dos minutos más y me muero desangrado ahí”, recuerda. Hernández Huentecol logró llegar al Hospital de Collipulli.

”Desde el principio lo amenazó de muerte”
El Departamento de Derechos Humanos de Carabineros de Chile no está al tanto del caso de Brandon. No obstante, especifican que el uso de la fuerza en este tipo de situaciones, no depende de si la persona es menor de edad o adulto, sino de la resistencia que oponga, explica el periodista de dicho departamento, Marcelo Balbontín.

El documento sobre el Uso de la Fuerza, de la misma institución, establece supuestos básicos para el empleo de la fuerza y de armas de fuego, basado en tres principios: legalidad, necesidad y proporcionalidad. Este último, establece:
“Significa que debe haber un equilibrio entre el grado de resistencia o de agresión que sufre un carabinero y la intensidad de fuerza que se aplica para lograr que la persona se someta al control policial”. Esto lo ejemplifica de la siguiente forma: “Un carabinero puede usar su arma de fuego para repeler amenazas potencialmente letales como armas blancas o de fuego”. Ni Brandon, de 17 años, ni Isaías de 13, portaban armas de ningún tipo.

“Siempre apuntó a mi hijo, parecía que venía de una guerra a otra guerra, le decía que se quedara tranquilo o le disparaba. Desde el principio lo amenazó de muerte. Brandon lo empujó, porque le dio rabia ver que tenían a su hermano pequeño ahí”, relata Ada Huentecol Leviluan, madre del joven baleado.

Ella fue quien presentó la querella al Juzgado de Letras y Garantía de Collipulli. Pero no ha sido fácil, más bien, lo define como un proceso agotador. Ada organizó una manifestación en la Fiscalía de Angol. Después, una marcha en la Fiscalía Nacional. Ahí logró tener una respuesta para una fecha de formalización, tras cuatro audiencias.

“180 perdigones fueron los disparos, y aún tiene más 30 perdigones en su abdomen”, enfatiza Ada Huentecol, quien actualmente realiza gestiones y busca recursos económicos para que su hijo pueda tratarse en Cuba o Suiza, pues “en Chile no existen médicos que le puedan quitar eso, porque están muy escondidos”.

El adolescente mapuche estuvo 45 días hospitalizado y fue sometido a 17 operaciones

Tras el disparo, Brandon llegó al Hospital de Collipulli pero no tenían los recursos necesarios para tratarlo. Lo derivaron al Hospital de Angol, donde le hicieron la primera operación, quitándole 30 perdigones. Al día siguiente, aún en estado de inconsciencia, Brandon necesitaba con urgencia donantes de sangre, 25 funcionarios de carabineros acudieron a la llamada. A los tres días del suceso, el joven mapuche despertó en la Clínica Alemana de Temuco, donde llegó con un 40% de posibilidades de sobrevivir. “No podía hablar, estaba todo hinchado, lloraba de dolor”. El Estado tuvo que pagar cien millones de pesos (unos 131 mil euros al cambio actual) al recinto privado de salud, tras una gestión del INDH. El adolescente mapuche estuvo 45 días hospitalizado y fue sometido a 17 operaciones, la más larga con una duración de ocho horas.

El Instituto Nacional de Derechos Humanos ha presentado desde 2011 hasta la fecha, 33 recursos en la Corte de Apelaciones de Temuco. De ellos, 32 son recursos de amparo y uno de protección. Los primeros tienen que ver con situaciones de vulneración de derechos que se enmarcan dentro del conflicto del Estado con el pueblo mapuche, de los cuales 25 han involucrado derechos de niños y niñas. Han sido 15 acogidos y 10 rechazados. “Son una cantidad no representativa, números visibles, son aquellos casos donde las personas conocen dónde reclamar”, reflexiona Marco Rabanal, abogado del organismo de la sede de la Araucanía.

Además, el INDH presentó tres querellas criminales en donde las víctimas son niños, niñas y adolescentes mapuche por los delitos de tortura, apremios ilegítimos y lesiones graves. Una de estas querellas, corresponde al caso de Brandon Hernández Huentecol.

“Cuando desperté, lo primero que pensé fue en mi práctica de mecánico automotriz, eso era lo que más rabia me daba”. El joven revela que no había entendido la gravedad de su estado, hasta que el doctor le dijo que tuvo altas probabilidades de quedar en silla de ruedas. Hoy vive con una placa de titanio en la pelvis para sujetar el hueso. Situación que le trae complicaciones y dolores.

Ada, madre de cuatro hijos, el sábado 22 de septiembre de 2018 participaba desde las 10 de la mañana en una manifestación en la Plaza de Collipulli, precisamente con Brandon e Isaías. Respira hondo y mira al horizonte cuando recuerda lo ocurrido: “No me voy a cansar hasta hacer justicia por mi hijo”, dice.

Por: Paula Huenchumil
(*) Extracto del Reportaje Terror policial en comunidades mapuche. Violencia de Estado en el Wallmapu, en el marco del Diplomado en Periodismo de Investigación. ICEI, Universidad de Chile.