Los pueblos chilote, aysenino y magallánico y más aun los pueblos originarios no están tranquilos ante la gran "marea negra" de la acuicultura que ha cubierto sus mares y sus más recónditas bahías y esteros llegando hasta el mismo borde costero con sus residuos de boyas, construcciones flotantes, bulla de motores, lanchas, camiones y tractores por la playa. Borde costero que fue su antejardín de siempre, donde encontraron su alimento, construyeron y vararon sus botes y donde construyeron sus iglesias y su cultura.

Deterioro Ambiental

Tal “progreso” ha traído un deterioro ambiental en Chiloé, que se hace innegable y evidente tanto al poblador como al turista, explorador o al estudioso que viene de muy lejos en búsqueda de esa cultura de borde mar, de su música y bailes, de sus mingas y de esos mariscos frescos y puros y de ese paisaje idílico.

Sin embargo este deterioro ambiental trata de ser ignorado por la institucionalidad que no intenta cuantificarlo ni mencionarlo. La autoridad ha privilegiado los beneficios económicos de la acuicultura sobre el deterioro del ambiente y la gente sus tradiciones y cultura.

Y si bien este deterioro se observa en el borde costero y en la superficie del mar y no se cuantifica, no es menor bajo la superficie del agua y en los fondos marinos. A pesar de la carencia de información oficial del deterioro ambiental integrado y acumulado de la mega industria acuícola, las evidencias provienen de las organizaciones ciudadanas con sus fotografías furtivas bajo las balsas o de los mismos buzos de las empresas, etc.

El oscurantismo informativo se mantiene mediado por el Ministerio del Medio Ambiente, la Subsecretaria de Pesca con su IFOP, la Marina con sus capitanías de puerto y la “legislación o legalidad” existente. Es tal el nivel de deterioro que la misma industria lo hace evidente al tener que insuflar oxígeno para que respiren sus salmones enjaulados. Y cuando el fondo y las aguas circundantes son anóxicos producto de la putrefacción simplemente se cambian de lugar y cuando toda la región se ha contaminado, simplemente emigran a aguas prístinas de Ayuden y Magallanes. Aun así, la institucionalidad ignora la significancia o gravedad del cambio en la composición del medio acuático (oxigeno, amonio, otros compuestos nitrogenados y fosfatados, pesticidas antibióticos) que pondrían en peligro la salud de animales y plantas (como dice la ley). Tampoco lo declara la mega industria ni se auto atribuye culpabilidad.

Todo esto aparece como una cierta colusión entre institucionalidad y la mega industria que privilegia el puro crecimiento económico en desmedro de la protección ambiental. Por tanto no podemos sino insistir que mientras no salgamos de la emergencia que provoca este obscurantismo al ignorar capacidad de carga, nivel del deterioro ambiental y cultural, eutroficación, y no se haga el balance entre crecimiento económico y desarrollo (en el sentido de crecimiento según los valores y principios de la comunidad) debe imponerse una moratoria de toda la actividad de la megaindustria acuícola en los mares interiores de Chile. Esta actividad puede desplazarse a mares exteriores sin que el empleo generado por la acuicultura pues ser afectado sustancialmente por ser en su mayoría en tierra. Al mismo tiempo, se hace ineludible hacer el balance entre crecimiento económico e impacto ambiental y cultural que incluya el impacto al turismo por cambios significativos en el paisaje de Chiloe y de muchísimos parajes de la Patagonia.

Esta negación obcecada de una evaluación cruda del deterioro ambiental integrado y acumulado por 4 décadas, parece ser una estrategia para continuar en la carrera de la producción a ciegas y de espaldas al ambiente y a la ciudadanía. El deterioro que se observa en el borde costero y que se extiende a las aguas y comunidades de los fondos marinos indudablemente afecta las actividades y planes de intensificación del ecoturismo, turismo cultural y la vida misma de los pobladores ribereños y pueblos originarios de la Patagonia. Y si este deterioro no ha sido cuantificado ni reconocido por la institucionalidad del país, menos aun se puede identificar a los culpables y sancionarlos. Y así el oscurantismo es instrumental para seguir igual o con más de lo mismo.

Por eso el reciente pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia que estableció la ilegalidad en los procedimientos seguidos en torno al vertimiento de cerca de 9000 toneladas de salmones en el verano de 2016 nos llena de esperanza, porque ha sido la ciudadanía alerta, activa y demandante la que ha doblegado la maquinaria institucional que aseguró desde el principio, que se había seguido el marco reglamentario, que todo estaba controlado y simplemente evadió identificar efectos en el ambiente.

Eutroficación

Y así como el deterioro ambiental no se reconoce, ni se cuantifica y hasta se encubre, el proceso de eutroficación o eutrofización de los mares interiores causado por la acuicultura también se mantiene en el oscurantismo. La institucionalidad a cargo de regular y fiscalizar la acuicultura en los mares interiores ha sido indolente y renuente a atender la preocupación y advertencias de la ciudadanía desde antes del vertimiento de 9000 ton de salmones putrefactos al mar, de la varazón y mortandad de mariscos y de la Marea Roja del 2016 del eventual efecto de la eutroficación del mar por la acuicultura y de la necesidad de medirla. La institucionalidad e incluso la academia ha sido obcecada o renuente de atender la abundante evidencia científica que establece la relación entre acuicultura y eutroficación y la intensificación, recurrencia, extensión y mantención de las mareas rojas. Si nuestros argumentos y las referencias científicas que se han aportado (Antezana, 2016) no fueron suficientes, debemos una vez más destacar el trabajo de 17 científicos en una reunión de la Agencia de Protección Ambiental (EPA -USA), que afirman con claridad el vínculo acuicultura-eutroficación-mareas rojas.

En Chile, la Comisión de Expertos post-crucero Marea Roja 2016 detectó (2 meses después de ocurrido) focos de amonio en el lugar del vertimiento de salmones, en la costa cerca del lugar de las mortandades de mariscos y también en el mar interior. El Informe atribuyó como origen de estos focos de eutroficación, la descomposición de peces, pero agregó que también se podían deber a residuos domésticos y de la agricultura. Una vez más se blindaba a la industria acuícola de una responsabilidad principal. Hoy se mantiene la estrategia de no seguir midiendo estos compuestos en los monitoreos, así como no se midieron antes de iniciar la acuicultura para establecer una línea base. De esta forma no es posible establecer la diferencia de antes-después, ni buscar los causantes. Se mantiene también en esta materia crucial, la misma estrategia de mantenernos en el oscurantismo para seguir con más de lo mismo.

Y así un tristemente recordado senador pudo decir que la marea roja es como la gripe y hay que vivir con ella. La alternativa obvia que elignora es que la marea roja podría mitigarse si se disminuye la eutroficación y que esta podría ser gatillada por la mega industria acuícola como principal fuente de la sobrecarga orgánica en los mares interiores. La marea roja seria entonces posible preverla, eludirla o combatirla Sr Senador.

Se ha indicado que es difícil o complicado cuantificar y establecer la eutroficación, o proceso de sobrecargar el ambiente con sustancias alóctonas que superan el potencial de reutilización, reconversión, degradación y remineralización natural del mar. Sin duda es más simple que medir la temperatura del mar, ya que implica medir tasas o procesos de utilización de esta materia orgánica por parte de varias categorías o clases de organismos. Y primero hay que conocer estos organismos; hay que saber que hay animales micro macroscópicos que filtran macropartículas en suspensión o cerca del fondo, otros que consumen restos de animales o residuos alimentarios, y otros que utilizan incluso la lluvia de fecas de salmones y choritos en su paso por las aguas y al llegar al fondo. Y luego, se precisa medir sus tasas de consumo, producción o reutilizaron de estos compuestos y su capacidad de dispersión a lugares vecinos. Si; es más complicado que usar un termómetro pero todas estas mediciones están accesibles en la actualidad y muchísimo jóvenes expertos en biología marina, oceanografía etc., están capacitados y entrenados para realizar esta mediciones y estimaciones. Que nos detiene? la decisión de invertir en ciencia en más del 0.4% del PIB, y el convencimiento de que sin la información científica no es posible una producción sustentable desde el punto de vista de la protección del patrimonio ambiental.

Capacidad de Carga

Finalmente, la institucionalidad a cargo de la acuicultura en los mares interiores de Chile, y la misma industria y la academia han ignorado o han sido renuentes a estimar la CAPACIDAD DE CARGA. En ecología la capacidad de carga K de una población (del ingles “carrying capacity") es el número de individuos que pudiera soportar un ambiente, dadas sus características particulares de temperatura, alimento, etc etc; esta es como la capacidad de transportar carga de un camión o bus sin que ocurran accidentes o desperfectos, la cantidad de corderos que puede soportar un potrero sin que se desertifique, número de internos en una celda sin que se produzcan conflictos, etc, básico y simple.

En acuicultura, capacidad de carga se puede atribuir a la cantidad de organismos en cultivo o/y concesiones que una localidad puede resistir sin que exista deterioro significativo ya sea por eutroficación (residuos orgánicos, fecas etc) o anaerobiosis, (por pesticidas, antibióticos, metales pesados etc); es decir que las comunidades naturales y los procesos naturales físicos, químicos, sedimentación no se vean sobrepasados en su capacidad de absorber estos impactos. En términos simples y simplificados : la capacidad de carga correspondería a la cantidad de organismos en cultivo en que la producción de fecas, residuos de la alimentación o tratamiento por enfermedades etc no supere la capacidad de descomposición bacteriana mas el consumo y exportación de esa materia residual que evacua la acuicultura.

Paradojalmente la Ley General de Pesca y Acuicultura no ordena la realización de estudios de capacidad de carga para la acuicultura; esta se mide por la existencia de condiciones aeróbicas que aseguren la vida acuática. Concepto tan ambiguos y de aplicabilidad tan flexible, como el artículo de la ley que indica que se sancionará la “introducción de agentes químicos biológicos y físicos que causen daño a los recursos hidrobiologicos o que pongan en peligro la salud animal o vegetal”. Y como es más difícil aun medir el daño (a corto y largo plazo) y como solo incluye a los recursos hidrobiológicos, ignorando lo que no es “recurso”, ni las comunidades, ni el agua, ni el ambiente físico, el daño se hace indetectable o incierto en el mejor de los casos, y los responsables más aun, y las sanciones más inefectivas cuando las hubiera.

Consecuencias del obscurantismo ambiental

En resumen la capacidad de carga, al igual que la eutroficación y el deterioro ambiental no han sido cuantificadas o estimadas en 40 años de acuicultura ni han sido reconocidas, ni declaradas; un ejemplo más de un cierto vinculo entre oscurantismo y crecimiento económico en la acuicultura

Sin embargo capacidad de carga, deterioro y eutroficación que parecen esenciales para el desarrollo de cualquier actividad que afecta el ambiente y las personas, pueden ser estudiadas y cuantificadas, y cada uno de sus variables y parámetros pueden ser medidas, y para ello existe en Chile la tecnología y la capacidad humana.

La Subsecretaria de Pesca, la industria y la academia nos mantienen en el oscurantismo justificándose en que la estimación de la capacidad de carga es muy compleja y costosa. Sin duda que es más complejo que el uso de información satelital, o de modelaciones con magra observaciones en la mar y sin experimentación de laboratorio, o monitoreo sin hipótesis, pero las herramientas metodológicas y los expertos están en Chile. Es muy desalentador, que existiendo un potencial humano joven capaz de ayudarnos a salir de este oscurantismo, se encuentre ausente o tan pobremente incorporado a la investigación científica y a la producción del mar. Esto es más notable en la investigación de los mares interiores donde o no existen Centros de Investigación o los núcleos de investigación están aun dispersos, o en etapa de crecimiento y perfeccionamiento. Y se explica en buena parte a la renuencia de la mega industria de invertir y compartir costos con la institucionalidad de gobierno y academia en la investigación científica de los ecosistemas de mares interiores donde extraen su riqueza.

Y mientras tanto la mega industria puede seguir en su producción y extracción progresiva, colonizando nuevas áreas prístinas, en su vorágine de codicia y displicencia hacia el conocimiento e ignorando el sentir de la ciudadanía y los derechos de pueblos ancestrales.

Y de esta manera al no haberse cuantificado ni reconocido ni declarado que existe deterioro ambiental y eutroficación y que no podemos estimar la capacidad de carga, resulta que la industria acuícola puede seguir igual y que la institucionalidad ha sido exitosa en manejar esta industria y los impactos ambientales y culturales.

Y así, sin establecerse que ha habido y hay impactos significativos al ambiente y que “ponen en peligro la salud de los organismos marinos….” se pueden:

1.- Aprobar nuevas concesiones y recolocaciones con una simple Declaración de Impacto Ambiental y no con un Estudio de Impacto Ambiental.

2.- Aprobar Informes Ambientales que de otra forma llevarían a la caducidad suspensión de sus concesiones.

3.- Aprobar la planta de procesamiento anual de 72 mil toneladas de salmón en Ultima Esperanza con una simple Declaración de Impacto Ambiental en un espejo de agua de apenas 20-30 m de profundidad y escasísima renovación a través de dos estrechísimos canales

4.- Desestimar daños ambientales e ignorar los impactos del derrame y vertimiento de 10 mil litros de pinturas tóxicas en el rio Traiguen y el hundimiento de un buque en Pilpilehue (Chonchi) que permanece después de 7 meses con su carga de salmones en descomposición y petróleo en sus bodegas, o el hundimiento de una balsa de salmones en la Isla Nayahuet o el derrame de contaminantes en el litoral de I Quinchao durante la construcción de anclajes, autorizados por la Marina como de escasa importancia, etc.

Todo esto se logra minimizar porque no existe cuantificación oficial del daño ambiental. Cual fue el daño ambiental del vertimiento de salmones, cual ha sido el daño ambiental de la persistente evacuación de restos orgánicos, de la lluvia de fecas de choros y salmones, de los accidentes y descuidos de la mega industria sobre el ambiente? Y cuál ha sido el impacto sobre el turismo resultante de la invasión de boyas, estructuras, ruidos de lanchas camiones que circulan incontroladamente por las playas?. Cual ha sido el impacto en los derechos y en las tradiciones de los pueblos ribereños y originarios por la usurpación inconsulta de sus mares y por la literal privatización del mar, por el hacinamiento de las concesiones para acuicultura frente a los pueblos?.

Y como no se estima o presume daño significativo, no se identifican los culpables, ni se les sanciona, o solo como una falta, lo que sería en otro país un crimen ambiental.

Todo esto aparece como una cierta colusión entre institucionalidad y la mega industria que privilegia el puro crecimiento económico en desmedro de la protección ambiental. Por tanto no podemos sino insistir que mientras no salgamos de la emergencia que provoca este obscurantismo al ignorar capacidad de carga, nivel del deterioro ambiental y cultural, eutroficacion, y no se haga el balance entre crecimiento económico y desarrollo (en el sentido de crecimiento según los valores y principios de la comunidad) debe imponerse una moratoria de toda la actividad de la megaindustria acuícola en los mares interiores de Chile. Esta actividad puede desplazarse a mares exteriores sin que el empleo generado por la acuicultura pues ser afectado sustancialmente por ser en su mayoría en tierra. Al mismo tiempo, se hace ineludible hacer el balance entre crecimiento económico e impacto ambiental y cultural que incluya el impacto al turismo por cambios significativos en el paisaje de Chiloe y de muchísimos parajes de la Patagonia.

Confiamos que la institucionalidad que reglamenta fiscaliza, controla e investiga la producción de recursos y protege el ambiente marino y la legislación respectiva cambien significativamente, ya que han probado por décadas, su ineficiencia e ineficacia en la sustentabilidad de casi un 70 % de las pesqueras nacionales (González, 2018) y permitido un deterioro persistente del ambiente marino.

Fuente: COSAL A CORUÑA
Por: Tarsicio Antezana