Este miércoles podría salir la resolución judicial en torno al asesinato de Matías Catrileo, un 3 de enero del 2008.

Walter Ramírez, suboficial de Carabineros actualmente en Coyhaique fue condenado a firmar por 48 meses.

De mantenerse la impunidad, –que es lo posible- se cierran en Chile los canales para buscar un juicio justo acorde con un conflicto de profunda raigambre social.

Desde esa perspectiva, un nuevo conflicto internacional en la Corte Interamericana de DD.HH podría azotar nuevamente la credibilidad del Estado.

Matías Catrileo militó en la Coordinadora Arauco Malleco, fue una generación que ingresó y se politizó en tiempos, literalmente, de prisión y sombras.

Prisión, porque ya estaban condenados distintos comuneros por Ley Antiterrorista, en casos conocidos como Los Lonco y Poluco-Pidenco (2003) sentenciados entre 5 y 10 años.

De sombras, pues como lo reconoció Jorge Correa Sutil, se había desarticulado a la CAM, como resultado de “una exitosa y sistemática labor de inteligencia denominada Operación Paciencia”.

Esto quedó consagrado el mismo año 2004 cuando se dio inicio al juicio por Asociación Ilícita Terrorista, que si bien no perduró, significó el paso a la clandestinidad de esta organización Mapuche.

Es en este contexto que ingresa Catrileo a militar, como lo dejó escrito en uno de sus poemas: “Y así creció/mi triste generación/dando paso entre lagrimas y desesperación/escuchando punk rock/vaciando el dolor/en un vaso de alcohol”.

En efecto, la generación de Catrileo emergió en un ambiente Mapuche golpeado políticamente, pero a la vez con una nueva mística debido a las nuevas herramientas que implementó su organización para sobrevivir.

En cierta medida, la clandestinidad del mundo Mapuche “fogueó” a un nuevo tipo de militancia al tener que profesionalizarlo.

Paralelamente la cárcel fue nutriendo de nuevos ingredientes esta historia.

Rápidamente las huelgas de hambre fueron el instrumento que los Presos Políticos Mapuche (PPM) utilizaron para conseguir beneficios carcelarios, dar a conocer las reivindicaciones Mapuche y hacer notar en la cárcel, que si bien es un castigo, a la vez puede ser también un espacio de resistencia política.

Por lo tanto, la resistencia desde la cárcel, más la clandestinidad política, generaron una profundización subjetiva en la militancia Mapuche y de la generación de Catrileo.

La muerte de Catrileo provocó un ascenso de la protesta social Mapuche, lo que generó una respuesta del Estado que finalizó a mediados del 2009 con la detención de alrededor una treintena de comuneros, los mismos que serían los actores de la masiva huelga de hambre que tiñó de olor Mapuche el Bicentenario de Chile por 84 días.

Y aunque Matías dice en uno de sus poemas: “Y así murió/ En esta historia/ese puñado de sueños”, los logros que ha ido obteniendo en la actualidad el mundo Mapuche, no podrían entenderse y anclarse en la memoria de este pueblo si no fuera por el arrojo y decisión de Mapuche como Lemún, Catrileo y Collío.

Asimismo, de los cuatro Mapuche que hoy están encerrado en eso que fundaron como Angol de los Confines, la capital de la Ocupación de La Araucanía.

Pero como dijo el recientemente libre poeta Mauricio Waikilao: “En el frío torturante de la cárcel soy libre”.

Por Fernando Pairicán