Las plantaciones de monocultivos de pino y eucaliptus han crecido exponencialmente en el país en los últimos años. Este factor sumado a los incendios y a la utilización de suelos para para la agricultura industrial, ponen al bosque nativo en serio peligro para los próximos años.
A mediados de este año, el ministro de Agricultura, José Antonio Galilea, apareció en varios medios de prensa nacionales con la auspiciosa noticia de que en Chile los bosques aumentaban en superficie, contrariamente a la tendencia mundial.El secretario de Estado, junto con Eduardo Vial, director ejecutivo de Conaf, dieron a conocer las cifras del Catastro Vegetacional de Chile entre los períodos 1997-2011, destacando que habían sido reconocidas y valorados por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).
Y es que desde 1997 a la actualidad los bosques en Chile han aumentado cerca de 500 mil hectáreas. “Las funciones del bosque son hoy cada vez más importantes, ya que son los únicos que capturan y almacenan el CO2, liberando al planeta de los nocivos gases efecto invernadero, todos producidos por la actividad del hombre”, dijo Galilea, considerando que un 45% del territorio nacional continental tiene cobertura vegetal, sumando praderas y matorrales.
Lo que se omitió en el positivo balance, sin embargo, fue que el bosque nativo creció escasamente de 13.430.602 a 13.559.610 hectáreas, por lo que el crecimiento de la superficie boscosa en el país corresponde casi únicamente a monocultivos de pino y eucaliptus.
El bosque nativo, por otra parte, comenzaría a disminuir en los próximos años, según las cifras de la Investigación de la FAO “Evaluación de los Recursos forestales mundiales 2010”, que proyecta que las hectáreas del bosque nativo se irán reduciendo anualmente en 27 mil hectáreas en el próximo quinquenio. Este estudio se basa en los datos arrojados por el Instituto Forestal, organismo gubernamental.
“Cuando el gobierno y la Conaf hablan de bosques ponen en el mismo saco a los bosques nativos y a los monocultivos forestales de gran escala”, dice Cristián Frenes, de la Agrupación de Ingenieros Forestales por el Bosque Nativo (Ainfbn), “pero es preocupante que las autoridades no hagan esta distinción a la hora de sacar cuentas, ya que no da lo mismo que haya una hectárea más de bosque nativo o una hectárea más de plantación de monocultivo”.
La regulación de los caudales, que en el caso del monocultivo seca las napas subterráneas, o la protección de los suelos, que en las plantaciones a gran escala se cosecha a tala rasa eliminando la vegetación colindante, son algunas de las características que hacen que las plantaciones de monocultivos destruyan la biodiversidad del territorio nacional.
El bosque nativo, por otra parte, provee, además del paisaje y la leña, la regulación natural de los caudales, la protección y formación de nuevos suelos, donde se encuentran los nutrientes y la capacidad de almacenamiento del agua y la diversidad de especies propia de un ecosistema natural.
Eduardo Vial Ruiz-Tagle, de la CONAF, aseguró en un medio institucional que los resultados del estudio “confirman que la mejor defensa para cuidar el bosque nativo es tener plantaciones que satisfagan las necesidades de consumo masivo y, por otro lado, tener leyes que incentiven al mejoramiento y protección del recurso”.
Esto, en relación a que el bosque nativo no ha disminuido su superficie desde 1997 a pesar de que los monocultivos aumentan exponencialmente. Bajo esta hipótesis, el crecimiento de las plantaciones ayudaría a descomprimir el interés económico existente sobre los bosques nativos del país.
Nueva institucionalidad
Históricamente, las principales causas de la deforestación del bosque nativo son los incendios, las plantaciones de monocultivos de pino y eucaliptus y el reemplazo de suelos para el avance de la agricultura, respectivamente.
Además, según el ingeniero Cristián Frene, hay muchos factores a la hora de plantar monocultivos, especialmente de pino y eucaliptus, que no se consideran, como proteger los cursos de agua o no poder cosechar en altas pendientes por el alto impacto ambiental que significan.
“Estos factores no se consideran porque al Gobierno le conviene tener al sector forestal lo más desregulado posible, entregando escasos recursos a la Conaf, y dejar, como en muchos otros ámbitos de la sociedad, que el mercado lo regule y que las dos familias que controlan la industria, los Angelini y los Matte, hagan y deshagan a su antojo”, asegura Frene.
Chile comenzó con fuerza en la sustitución del bosque nativo por plantaciones de monocultivos a fines de los setenta, cuando fue implantado el Decreto Ley 701 en 1974 que define deforestación como “la acción de poblar con especias arboleas o arbustivas terrenos que carezcan de ellos o que estando cubiertos de vegetación ésta no sea susceptible de explotación económica, ni mejoramiento mediante manejo”.
En los años 50, el 90% de la materia prima forestal provenía del bosque nativo, según el estudio “Hacia un Nuevo Modelo forestal en Chile”, de la Aifbn. Pero las leyes promulgadas durante la dictadura, sumado a la fuerte irrupción de empresas privadas en el rubro forestal y de la celulosa en los 80, hizo que la industria se fuera desplazando hacia el pino y el eucaliptus y el bosque nativo desforestando.
Cristián Frene dice que hoy en día los efectos de las plantaciones forestales han creado estragos en diversas comunidades del país, cambiando los ecosistemas y contaminando ciudades enteras.
Un caso emblemático podría ser Constitución, que de ser un balneario de lujo en los setenta, con turismo, pesca artesanal y agricultura, es hoy una ciudad contaminada, rodeada de monocultivos con suelos prácticamente inservibles y con una oferta laboral proveniente mayormente de una sola empresa de celulosa.
Es por esto que la Ainbn propone que el sector forestal debe estar organizado bajo un “ordenamiento territorial”, lo que significa que hay lugares donde tajantemente no se pueden desarrollar actividades forestales ni alterar el bosque nativo.
“Además, proponemos crear una nueva institucionalidad pública, fuerte, con una subsecretaría forestal que tenga realmente peso político, pero sobre todo que esté coordinada con el resto de organismos públicos medioambientales para poder tener una mirada integral del manejo forestal en Chile”, dice Frene.
Actualmente, en Chile hay 13,7 millones de hectáreas de bosque nativo, lo que corresponden a un 18,7% de la superficie nacional continental, que todavía podemos preservar.
Constanza Avila