¿Qué pasó con Fernando Villegas? ¿Cómo se explica que en diez años haya pasado de anunciar urbe et orbi la emergencia de la nación mapuche –legitimando de paso el derrotero de sus actuales aspiraciones- a tildar despectivamente como “grupito de chilenos” a los presos políticos hoy en huelga?
Escuchar a Fernando Villegas hablando de la huelga de hambre mapuche en Tolerancia Cero revivió uno de mis temores más profundos. Aquel donde el racismo solapado chilensis nos gana finalmente la batalla de las ideas. Y es que Villegas, ante todo, se define como un pensador. Un “libre pensador”, corrijo, aunque para muchos no califique más que como opinólogo social de horario prime. El pasado domingo, además de calificar de “chantaje moral” la movilización de los presos y señalar su esperanza de que “ese grupito de chilenos se ponga pronto a comer”, fustigó duramente a Juan Carlos Eichholz, el “derechista” del panel, cuando este señaló estar a favor de que a los mapuches se les concedieran “ciertos actos de reconocimiento”. Eichholz, como buen conservador apegado a la tradición y los símbolos que de ella derivan, valoró en este punto el uso de la bandera mapuche. Y esto hizo estallar al sociólogo.“Yo no puedo estar de acuerdo contigo Juan Carlos. El problema de este país es que hay gente muy pobre, ese es el tema. (Los mapuches) son chilenos, el día en que cualquier grupo, étnia, real o supuesta empiece a dirigir sus banderas particulares, incluso en un momento dado a pedir autonomías territoriales como algunos dirigentes han hablado, entonces simplemente cerremos la cortina y se acabó el país nomás”, señaló furibundo. De poco sirvieron las intervenciones de Matías del Río, recordando el carácter multiétnico del país, la riqueza de la identidad mapuche y lo inoportuno de reducir el conflicto a un tema de pobreza. “Pues hay que reducirlo”, contraatacó Villegas, “como todos los movimientos nacionalistas, ellos son un grupito que hasta empieza a inventarse un idioma propio”, agregó. Rebatido por un hastiado Paulsen, quien de seguro sospecha que Quilicura, Pudahuel, Ñuñoa o Vitacura no son precisamente vocablos germanos, no le quedó otra al sociólogo que relativizar. “Era una metáfora”, respondió Villegas, reculando -dicho sea de paso- de manera olímpica.
Verdadero caso clínico el de Villegas. Hace una década atrás, de su pluma salió uno de los pocos análisis que dio en el clavo con el trasfondo histórico y político del mal llamado “conflicto mapuche”. Mayo de 1999. Por entonces, mientras para muchos las incipientes movilizaciones de los comuneros no eran más que manifestaciones de “delincuentes rurales” - ojo, el “flojos y borrachos” de antaño aun no era reemplazado por el “terroristas” de hoy -, Villegas sorprendía a todos con una hipótesis revolucionaria en su habitual columna de La Tercera. “De súbito nos está tocando ser testigos inconscientes de uno de los dos fenómenos históricos más importantes que le hayan sucedido a nuestro país en este siglo. Está ocurriendo frente a nuestras narices, pero no lo vemos, se nos viene encima y no nos apercibimos. Miramos apenas de reojo un proceso que cambiará el paisaje social de Chile para peor o mejor dependiendo de cómo lo enfrentamos. Ese fenómeno es el nacimiento de la nación mapuche”, señalaba el sociólogo.
“Si una importante agrupación de individuos se siente unida, decide crear su propia historia, reafirma el valor de su identidad y finalmente habla con una voz común, entonces es o será una nación”, subrayaba, parafraseando a Benedict Anderson. “No podremos hacer que este inmenso cataclismo sociológico en marcha se desvanezca simplemente diciéndonos que aquí sólo hay chilenos de cierta etnia que han sufrido abusos reparables. Alguna vez eso fue así, ahora ya no lo es más”, agregaba Villegas. “Se trata potencialmente de un millón de individuos en dicho estado de ánimo, por más qué ahora sólo un puñado de jóvenes dirigentes y algunas comunidades aparezcan manifestándolo a plenitud”, apuntaba. ¿Qué hacer entonces? “Un fenómeno de tal escala no es posible ahogarlo con represión, método inviable en este régimen e improductivo en cualquiera; tampoco cediendo extensiones de tierra. El camino que los mapuches han recorrido es distinto e irreversible”. Y ante ello, sentenciaba, solo queda al Estado y a las autoridades integrar sus aspiraciones nacionales de “modo constructivo”. Nada más, ni nada menos.
¿Qué pasó con Villegas? ¿Cómo se explica que en diez años haya pasado de anunciar urbe et orbi la emergencia de la nación mapuche –legitimando de paso el derrotero de sus actuales aspiraciones- a tildar despectivamente como “grupito de chilenos” a los presos políticos hoy en huelga de hambre, restándole total validez tanto a sus métodos como sus fines? ¿Acaso lo provocó su reconversión laboral de académico a opinólogo televisivo de ocasión? Puestas así las cosas, debiera Villegas ir pensando seriamente en cambiar de estación televisiva. En el mismo horario y con mucha mejor suerte que Tolerancia Cero, los panelistas de “Caiga Quien Caiga” hacen reír con sus ocurrencias a moros y cristianos. Ácidos comentarios sobre la realidad chilena, calculadas dosis de humor negro y sobre todo pelotudeces por doquier, hacen cada domingo de CQC el “resumen semanal de noticias” favorito de la teleaudiencia local. Señor Villegas, cámbiese cuanto antes a CQC. Allí ninguno de sus compañeros panelistas lo increpará como Paulsen por disparar y junta tanta boludez. Si ya lo perdimos como sociólogo y columnista, no nos prive ahora de reírnos de su insensatez.
PEDRO CAYUQUEO
* Publicado originalmente en The Clinic, Edición del Jueves 02 de Septiembre / www.theclinic.cl