JAVIER LÓPEZ HUENTEMIL.- El reforzamiento de la identidad indígena en la ciudad refleja la firme voluntad por mantener vivo el sentido colectivo de la cosmovisión, revalorando una riqueza cultural inmaterial que contribuye a materializar la realidad de una sociedad multicultural.
El proceso migratorio que ha protagonizado la población indígena en nuestro país, trasladándose del campo a la ciudad en búsqueda de nuevas oportunidades de desarrollo económico, ha ido en considerable aumento en los últimos años. De acuerdo a la Encuesta Casen 2009, las personas indígenas que viven en zonas urbanas representan el 68.2 % del total de habitantes pertenecientes a pueblos originarios a nivel nacional.En este contexto, la población indígena debe darse la tarea, no menor, de revitalizar su cultura y conservar el idioma, de manera de no perder su identidad y tradiciones ancestrales. Esto implica una gran desafío que involucra a una comunidad actualmente segmentada que debe darse a la tarea de buscar, en sus propias raíces, una forma de expresión propia en medio de una urbe que respira globalización.
La fuerza de mantener viva esta identidad empuja a los pueblos a buscar espacios comunes de expresión, lo que se da de manera diferente en cada uno ya que algunos han perdido, en gran medida, aspectos importantes de su cultura y tradiciones al insertarse en la ciudad. En el caso del pueblo mapuche, el esfuerzo por rescatar y mantener su propia visión de mundo en este contexto, es un caso a destacar.
CENTROS CEREMONIALES
En la Región Metropolitana, se han venido generando varios espacios de significación cultural, centros ceremoniales destinados a realizar estas prácticas milenarias. Un vivo ejemplo de esto son los de Cerro Navia, El Bosque y La Pintana, donde antiguos sitios eriazos han cobrado vida y sentido para que el pueblo mapuche pueda practicar ceremonias tan importantes como el Nguillatún o el Wiñol tripantu (Año nuevo Indígena), las que se desarrollan con una alta concurrencia año tras año. Sin embargo, estas actividades están invisibilizadas para el resto de la población que no sabe de la realización de estas prácticas, sobre todo porque ni se imaginan que se lleven a cabo en una ciudad que se mueve a otro ritmo.
El reforzamiento de la identidad indígena en la ciudad refleja la firme voluntad por mantener vivo el sentido colectivo de la cosmovisión, revalorando una riqueza cultural inmaterial que contribuye a materializar la realidad de una sociedad multicultural.
De esta manera, ser indígena en la ciudad, en la comunidad o en otro espacio territorial no son formas excluyentes del ser indígena, sino manifestaciones diversas de una sola colectividad humana con historia y prácticas culturales comunes.
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