Durante el siglo XX existió un clima de constantes ataques a líderes y organizaciones indígenas, quienes por primera vez ostentaban poder político: un ministro, ocho diputados, numerosos gobernadores, alcaldes y regidores.
En 1916, Manuel Manquilef, presidente de la Sociedad Caupolicán decía: “Mientras los valientes conquistadores nos trataron francamente como enemigos, pudimos defender nuestra tierra; pero cuando algunos malos gobernantes de la República se hicieron nuestros amigos, su amistad debilitó el vigor de nuestra raza, alcoholizándola, y nos sumió en la miseria, arrebatándonos nuestras tierras”.

Un siglo después, la historia sigue igual: inescrupulosos políticos siguen aprovechándose del conflicto. Pu peñi, pu lamngen, los nuevos falsos amigos, que irán en un año a su ruka con falsas promesas, son los mismos que en un año los olvidarán. No les conviene solucionar el conflicto en la Araucanía. Eso significaría tener menos control y poder sobre nosotros. Promueven con jolgorio aumentar el Estado, crear un Ministerio Indígena o leyes de cuotas dentro de los partidos políticos, ya que de esta forma podrán robustecer sus redes clientelares, ofrecer subsidios y bonos, perpetuándose vilmente en el poder.
Francisco Melivilu, primer diputado mapuche, decía en 1930: “¿Por qué esperarlo todo del Gobierno y pedirlo siempre, cuando podemos nosotros mismos, con esfuerzos modestos, hacer mucho? Son precisas asociaciones pequeñas, clubes, colegios, ligas, asociaciones culturales (…) en cada zona y respondiendo a intereses familiares antes que a ideales abstractos”.
Sólo quienes tienen intereses creados en el conflicto pueden distinguir entre víctimas buenas y malas, entorpeciendo y negando la posibilidad de alcanzar la paz social. No necesitamos más Estado. Muy por el contrario, necesitamos instituciones económicas, culturales y políticas propias, que nos permitan solucionar nuestros problemas sin intromisión. Necesitamos libertad.
Esta tarea compete tanto a chilenos como a mapuches. Somos partes de un mismo proceso histórico, que tiene responsabilidades compartidas en la búsqueda de soluciones y la creación de una democracia intercultural.
Venancio Coñuepan
Director Ejecutivo
Fundación Chile Intercultural

Fuente La Segunda
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