PURA INCLUSIÓN PURA Género ahora es un concepto resignificado, luce interclasista y universal. Apenas roza la dominación y suena a que nos dejen entrar, por favor. Así, las revoluciones, las guerras civiles, las batallas por los recursos naturales, las luchas antidictatoriales en las que, a menudo, mujeres feministas, anarquistas, anticlericales y otras, no conciliaron con el sistema se niegan y en su lugar se nos propone una suave dominación…
Otro cuento para el Género en Cochabamba, BoliviaSi no hubiese sido por las chicas que estaban empeñadas en acompañar a mujeres que se atrevían a denunciar, y que le proponían hablar de sus dolores para sanarlos, ella habría estado completamente sola con su cuerpo adolorido. Se sentía culpable por haberse aventurado a ese lugar. Se sentía culpable por no estar llorando a gritos… En vez de eso iba con los ojos abiertos y secos… Hubiera querido dormir, pero ellas le habían dicho: ¡Vamos, Marina, esto no puede seguir pasando más!
La asistente social del Hospital subrayó que debía entrar “ella sola”.
- ¡Qué andabas haciendo en ese lugar…!... - le dijo severa desde detrás de su escritorio.
Marina temblaba, retrocedió unos pasos, quiso correr, pero no pudo. Era el mismo miedo de cuando el hombre le colocó un cuchillo en el cuello… La mujer le ordenó sentarse.
- ¿Cómo fue? – Anotaba en su computador- ¿Estaba solo o acompañado?...
…Habían venido otros, pero la había violado solo… ¿O no?... Le pareció oírlos reír, pero tal vez fuese el asco… Marina no se atrevió a afirmar nada, se sentía confusa. La mujer frunció el seño con desaprobación…
Al otro día, la abogada de la Institución Para la Mujer le agradeció que viniese sola. Le entregó un formulario de la Fiscalía y le aclaró que no quería que el grupo que la acompañaba se apareciera por su oficina. Ella era “licenciada” y no necesitaba la intervención de unas feministas… Marina respondió el formulario y se lo devolvió en silencio. Se fue a su cuarto y durmió y si no hubiera sido por las chicas habría dormido para siempre…
El Servicio de Salud y la Institución Para la Mujer eran programas con “enfoque de género”.
Inclusión
Se ha transformado en una suerte de penetración institucional. Algo así como un gran falo que a veces hiere, otras veces nos trata con indiferencia, y generalmente, se presenta como si estuviera de nuestra parte. Hablo del generismo.
Es cosa de conocer grupos de mujeres, mixtos, de jóvenes, integrantes de organizaciones sociales, trabajadores de ministerios, trabajadores de instituciones tipo ONGs, para darse cuenta que toda esta moda generista, en el discurso cotidiano de técnicos, profesionales y gente organizada social y/o políticamente, se transformó en una maraña de ideas inconexas y funcionales al patriarcado…
Muchas compañeras y compañeros, han pasado cursos sobre Género, Ciudadanía, Mujeres, Empoderamiento de las mujeres… seminarios, talleres, han ido a charlas… Una y otra vez, pero a menudo imaginan “el género” como una consecuencia del sexo anatómico: “Es ser Hombre y ser Mujer”. También -especialmente mujeres- mencionan conceptos como “Igualdad de Oportunidades” y “Equidad de Género”, y los definen como que las mujeres y los hombres tengan la misma participación en TODO y que se distribuya TODO equitativamente. Dicen que “género” se trataría de hombre y mujer, y por lo tanto al impulsar una campaña por los “derechos reproductivos” (por ejemplo), se debería incluir también los derechos reproductivos de los hombres.
Algunos hombres con la idea de la “equidad”, llegan más lejos: Grupos de SÓLO mujeres sería separatismo y divisionismo político. Y aquello de programas, planes, talleres, seminarios, cursos, políticas públicas para SÓLO mujeres, sería algo discriminatorio: estaría contraviniendo la “igualdad de género”, discriminando a los hombres...
Es decir, quedamos donde mismo empezamos: Se niega o no se alcanza a ver la asimetría estructural en la constitución de las relaciones entre mujeres y hombres. Se alega que los hombres también son víctimas del sistema… El “sistema” entonces, aparece como algo abstracto, sin responsabilidades políticas. También en estas discusiones, algunas personas que se han capacitado en género y han elaborado proyectos “con perspectiva de género”, llegan a menudo a la conclusión de que si hay algún responsable de la “discriminación de género”, somos las propias mujeres porque las mujeres son más machistas que los hombres y las madres son las culpables del machismo…
Otras veces, cuando se reconoce una asimetría relativa entre hombres y mujeres, la propuesta es impulsar algunas políticas especiales para las mujeres. Sobre todo, políticas que se sitúen en el ámbito de la familia, la empresa y la alta política, para que madres de familia, mujeres empobrecidas (denominadas, a veces, “microempresarias”), y mujeres políticas, puedan equilibrar el mundo público con su mundo privado. Que no tengan que dejar de lado la familia, el matrimonio, la maternidad y puedan, A LA VEZ, participar en el mundo que hasta ahora, ha sido de los hombres. Que puedan incluirse.
Complementariedad
Muchos, especialmente hombres, hablan de la complementariedad hombre-mujer como una manifestación de la equidad de género. La idea básica es: hay dos géneros: “hombre y mujer”, sería lo mismo mujer que femenino y roles femeninos, y sería lo mismo hombre que masculino y roles masculinos. Así, la sexualidad heterosexual sería la “normal”, la verdadera, la natural, y por lo tanto la unidad básica de la sociedad sería la pareja heterosexual. En esta mirada, cuando hombre o mujer están sin pareja, no serían seres completos. Para estar completos habría que acceder al matrimonio con el otro género y conformar la pareja heterosexual políticamente correcta.
Cuando comenzamos a mirar cómo se da la complementariedad en comunidades que conocen las y los asistentes a estos talleres, descubrimos en las experiencias relatadas que las autoridades son hombres, y que sus esposas deben acompañarlos en este rol de manera femenina: secundar, secretariar, apoyar, colocar las bases domésticas para que su marido pueda actuar en lo público. Ellas son el complemento de ellos en cuidados y apoyo para que así ellos puedan hacer el ejercicio político masculino. En esta idea política, la complementariedad es heterosexual en términos de prácticas sexuales y también sensuales y eróticas. Se trata de matrimonio y sexo hetero, y por lo tanto no hay lugar para otras prácticas sexuales, para otro ejercicio del sexo, el erotismo y el amor, que no sea entre hombre y mujer. Las lesbianas, los homosexuales, los trans no encajan en la complementariedad.
En alguna ocasión, nos ha relatado un compañero homosexual de una comunidad rural, que a él le tocaba ser autoridad porque su padre lo era, y que luego de mucho deliberar su comunidad aceptó que no fuese casado y su madre pasó a jugar el rol femenino complementario…
¿Qué espacio tendrá una lesbiana en este orden político establecido?
Una joven rebelde hace poco dijo que, en su opinión, podrían complementarse mujer con mujer u hombre con hombre… Sonó como una herejía en la sala de nuestro taller. Había algunos indianistas y no podían creer lo que estaban escuchando. ¿Si llegasen dos hombres a ser pareja y autoridades en una comunidad... uno ejercería el poder político comunitario y el otro haría los roles complementarios de apoyo femenino? Es decir: ¿Se trataría de una distribución asimétrica nuevamente, pero ahora entre dos individuos del mismo sexo genital y entonces, uno encajaría en el rol masculino –el activo políticamente- y el otro en el rol femenino –el complementario-?
Sería, al parecer, la repetición del modelo de normalidad heterosexual –patriarcal-.
Y si pensamos en dos mujeres, imaginamos lo mismo, aunque hay un impedimento, no se sabe de mujeres con el rol de autoridad política en alguna de las comunidades conocidas por los y las asistentes.
Excepcionalmente, alguna mujer, a menudo joven - estudiante de disciplinas como Antropología o Sociología- en un grupo de 30 a 40 personas, da una definición docta como “Categoría social relacional que devela la desigualdad entre hombres y mujeres”. Sin embargo, en la conversación política del Taller, sin definiciones de por medio, volvemos a lo mismo: Se trataría del hecho de que las mujeres quieren igualdad con los hombres y participar, especialmente en lo político. También buscarían compartir los roles domésticos y de crianza. Es decir, ya no quisieran jugar un rol complementario en política, y en lo privado, esto se solucionaría con que los hombres cocinen, laven, cuiden a las wawas, tanto como ellas…
¿Cómo se haría la medición de este cambio a niveles políticos estructurales? ¿Serían las esposas quienes tendrían que dar fe del cambio de los esposos, las madres del cambio de los hijos, las hijas del cambio de los padres…?...
Reclamos femeninos al machismo
Estas ideas y reflexiones, desatan bastantes contradicciones en los grupos mixtos, especialmente porque contradicen lo que se define como “usos y costumbres”. Colocan un elemento muy conflictivo en la mirada moral de muchos hombres y de algunas mujeres, que se han rebelado contra el hecho de que la cultura blanca y colonial nos exporte a los pueblos de Abya Yala, valores e ideas colonialistas.
Se observa una molestia evidente en participantes masculinos y por otra parte, muchas mujeres no dan su brazo a torcer con la demanda de obtener más ayuda masculina en la familia ni con su aspiración de actuar en política desde el poder establecido. Entonces explican que lo que quieren son los mismos derechos, y que no por eso dejarán de cumplir con “sus” obligaciones. Solicitan reconocer la dignidad del rol de las mujeres, y asumir una distribución de roles y deberes más justa entre ambos sexos: que se manejen equitativos los roles en el hogar, que se cumplan bien las responsabilidades de madres y padres, y a la vez, se permita el “empoderamiento” de las mujeres…
O sea, que las mujeres accedan al poder que los hombres han ejercido hasta ahora. Que sean asambleístas, diputadas, senadoras, presidentas. Que todas las mujeres puedan acceder, potencialmente a esos espacios, sin ningún tipo de discriminación. Y justo ahí surge un escollo gigantesco: ¿Acaso no importa de qué intereses de clase, etnia, territorio, sean representantes esas mujeres que van a ejercer el poder? ¿Esas mujeres nos van a representar a las demás? ¿Cómo? ¿Cómo será que garanticen la representación de las negras, las indígenas, las rurales, las lesbianas, las empobrecidas…? ¿Las mujeres políticas en puestos de poder del Estado y/o del poder económico, por ser mujeres, van a ejercer sus cargos de manera más ética que los hombres? ¿Una indígena en el poder garantiza la defensa de los intereses de las indígenas?
Al andar en este camino reflexivo con mujeres y hombres de diversas edades que tendrían “perspectiva de género” –por sus muy numerosas y diversas capacitaciones - y que buscan cambios políticos, entramos en confusiones que parecen trampas. Nos surge la impotencia y rabia de clase, territorial, étnica (a muchos, a muchas, y a mí). También nos topamos con algunos moralismos dignos del Opus Dei, o con la culpabilización misógina implícita en la idea de causa y efecto y en la imagen de provocación femenina del machismo… Y el machismo -ese fenómeno tan básico y ordinario- parece ser lo único que dificultaría el devenir de la vida de las mujeres.
Institucionalidad universalizadora
Parece muy conveniente para el patriarcado, para el grupo masculino privilegiado y sus instituciones –representadas, en este caso, por muchas ONGs, organismos estatales, universidades y la Academia en general, y también por entidades económicas-, presentar el “enfoque de género” como una idea escasamente profunda. También sirve mucho a la burguesía, a los Estados en general, a los partidos políticos, a los grupos económicos derechistas, imperialistas y racistas, y a los grupos que monopolizan la moral e imponen la normatividad sexual.
De hecho, cualquiera de esas instituciones se puede presentar hoy como una institución “con enfoque de género”, y obtener recursos para planes, programas, capacitaciones, en nombre del Género –en nombre de las mujeres-.
Creemos que mayor profundidad en el enfoque de género colocaría una contradicción importante para los enunciados técnicos de las instituciones. Eso por un lado. Pero, las preguntas persisten: ¿Dónde deja el género -como enfoque político- la lucha de clases, la lucha antirracista y anticolonialista? ¿Contiene una denuncia explícita contra la concentración de la riqueza en unas pocas manos? ¿Defiende y propone la desestabilización política y sexual de la heteronormatividad? ¿Por qué se ha mostrado tan funcional al patriarcado? ¿Por qué se lo puede presentar como una mirada universal sobre la realidad de “La Mujer”? ¿Por qué al enseñarlo se lo puede manipular evadiendo el enfoque feminista que revela la asimetría constitutiva, estructural, entre hombres y mujeres como un fenómeno eminentemente político?…
“Empoderamiento”
A todo esto se le agrega la escasa pasión con que algunas expertas generistas exponen el concepto. Y es que, es difícil, sin asumir los costos de ser feminista, comunicar un concepto que podría mostrarlas como mujeres rabiosas culpabilizando a los hombres, como expertas muy radicales que por radicales no van a encajar en contextos institucionales. Puede además dejarlas aisladas de los hombres, quitarles su favor… Y si es hombre el experto, ¿desde dónde habla él? ¿Desde qué experiencia de vida? Puede que sea un hombre burlado por los demás, incluso un paria del poder masculino, pero –igualmente- será un hombre con experiencia de privilegios materiales y simbólicos disponibles para él desde que nació… Tan disponibles que a pesar de su intensión pro feminista puede llegar a preguntarse en alguna ocasión: ¿Qué privilegios masculinos?
Pero desde la mirada del llamado “empoderamiento”, cuando se habla de género, se puede quedar indemne y no ser nada radical. Hablar del poder y el acceso al poder, no es lo mismo que hablar de dominación y colonialismo sobre las mujeres.
El Poder parece una relación fluctuante. Por ejemplo el poder maternal: Se ejerce por las mujeres que lo asumen como una institución y lo replican como algo normalizado configurado con el adultocentrismo: Esa mirada política en que niños, niñas y jóvenes de ambos sexos, entre otras cosas, estarían para el beneficio de las mujeres y los hombres adultos que los engendran y/o los crían, y que serán calificados de “malcriados”, si deciden defenderse o responder con agresión a la agresión explícita o implícita adulta.
La maternidad es además un poder que da credibilidad moral a las mujeres por el sólo hecho de parir, y que puede ejercerse desde los golpes, pasando por amenazas y llegando a sutiles abusos emocionales en los que se les prescribe a jóvenes, niños y niñas, cómo deben vivir y obrar. Pero la vida te da sorpresas. En lo privado lo tienes, te admiran sólo porque eres madre, los representantes de las naciones te nombran en sus discursos, los curas te bendicen, los estados te dan bonos y condecoraciones por parir. Luego, cuando se te ocurre elevar alguna queja antimachista, te recuerdan que las mujeres son las culpables del machismo porque las madres crían a los hombres…
Cuerda floja
Las mujeres tenemos un poder subalterno importante ¿Quién dijo que no? Entre otros poderes está el de la Maternidad -que no es lo mismo que la potencialidad de embarazarnos, parir, criar y amar, potencialidad sobre la que siempre, cada mujer, debería poder decidir-. Pero como institución, la Maternidad -y el maternalismo- está siempre disponible para todas las mujeres adultas, incluso para las que jamás han parido, pero aprendieron con sus propias madres a ejercerlo, y lo replican en otras relaciones personales y públicas. Pero el poder parece un algo muy resbaloso y poco confiable… En el caso del poder maternal, se puede esfumar fácilmente cuando llega el jefe de familia al hogar y en algunas horas que está en casa, define que el orden de la mujer no es el adecuado y lo modifica a su gusto y gana.
El poder maternal -y maternalista- se puede volver rápido contra nosotras. El mismo registro que nos sirve como pasaporte de bondad en la vida en general, con la intervención de otros, o por nuestra propia responsabilidad, puede transformarnos -a los ojos de los demás- en mujeres neuróticas, crueles, autoritarias, castradoras y dejarnos desautorizadas ante hijos e hijas y ante todo el resto de nuestro entorno. Es como caminar sobre una cuerda floja… Mujeres que lo elijan pueden tomar lo que ha estado disponible en la Familia para ellas como aprendizaje maternal y usarlo en el Congreso, en el partido, en la organización. Dominar sin que se note, presionar suavemente, hacer sentir culpables a quienes no cumplen con sus expectativas, denostar a quienes se rebelan a su autoritarismo, calificar desacuerdos como ataques, amenazar, sentar a alguien que odian en el banquillo de los acusados … y con una nota muy femenina hablar con lenguajes cotidianos para luego legislar a favor de los intereses de la clase política y así obtener la aprobación masculina que será la que asegure la permanencia de estas mujeres en el poder… Pero ojo, un sólo paso en falso, y al vacío.
Y no es sólo la maternidad, también está el poder de la seducción sensual: Manejar nuestra apariencia y las formas de acercamiento para obtener la atención masculina. Pero este poder tiene una vida muy corta –no como la maternidad, siempre disponible-. La edad lo desvaloriza, y ante todo, el dominio masculino lo arrasa con abusos que luego justificará con la misma seducción y con aquello de: “Ella provocó”.
El Poder puede ser autoridad, estatus social, prestigio, fuerza física o simbólica. Hoy lo tienes, mañana no. Un tira y afloje. Hoy te alaban, mañana te bajan porque diste un paso en falso o porque apareció otra figura más connotada, prestigiosa, maternal, brillante.
Aquello de que la asimetría que existe en el acceso y el ejercicio del poder en detrimento de las mujeres, sería razón para la necesidad del empoderamiento de éstas, quienes, supuestamente, ya empoderadas, romperían con las desigualdades impuestas, es una afirmación, al menos, superficial. Y no explica por qué tantas mujeres querrían incluirse en el poder establecido, cómo resolverían las demandas de las mujeres (universalmente hablando) y especialmente, cómo desarmarían la estructura que nos oprime y se apropia de nosotras, las mujeres, como seres pertenecientes a la Familia, al Estado y a los hombres.
El problema del poder parece apenas rozar el de la estructura de dominación en la que incluso las mujeres que acceden a la clase política no dejan de ser subordinadas al patriarcado.
“Equidad”
Los conceptos no son desligados de su uso político y la historia de ese uso político. El concepto de “Equidad”, según el BID -que traslada conceptos del mercado a las políticas públicas- forma parte de un cuadrilátero de oferta y demanda que incluye Eficacia, Eficiencia y Sostenibilidad, además de la propia Equidad. A su vez, se dice, que la Equidad, respondería a 3 principios básicos: “Igualdad”, “Cumplimiento de Derechos” y “Justicia”1.
Preguntamos: ¿Igualdad con respecto a quién? y ¿por qué es ese el modelo a igualar?, ¿qué tipo de igualdad?, ¿en qué aspectos? ¿”Justicia” según quién? y finalmente: ¿Qué derechos?, ¿los ya consagrados en la lógica patriarcal? Por ejemplo ¿el manoseado derecho a la vida que arrebata a las mujeres la decisión sobre su potencialidad de parir o abortar?
El de la “Equidad”, de acuerdo a su uso político, es el relato liberal de los Derechos Humanos que parte con la presunción –falsa- de igualdad o de necesidad de “igualar” a individuos, grupos sociales, comunidades y pueblos, acercándolos al acceso que tienen las clases dominantes. Sólo acercarlos: Nada de redistribuir la riqueza quitándola de las manos de unos pocos y entregándola a todos y todas. Así, los empobrecidos, la mujeres -más pobres que los hombres pobres-, las negras, las indias, las lesbianas más rechazadas e invisibilizadas que los homosexuales, los homosexuales, serían igualados con individuos de los grupos de poder, a través de leyes, financiamientos, cuotas políticas, cupos de poder, reconocimiento de su folclor, tolerancia a sus prácticas sexuales, incluso derechos como el matrimonio.
Es la inclusión en todo sentido: incluirnos en el Patriarcado. (Y entre otras medidas parche, la inclusión de su fenotipo por ejemplo en los anuncios comerciales, en la industria de la moda, en los concursos de belleza, etcétera).
Se supone que las negociaciones entre los excluidos y los incluidos entonces, darían lugar a esa igualación… Negociaciones que son, en nuestra comprensión, una parte fundamental del llamado “empoderamiento”.
Hay definiciones formales de Equidad: “Atribuir a cada uno, aquello a lo que tiene derecho”, también sería justicia natural por oposición a la justicia legal. Ninguna nos beneficia. Los grupos empobrecidos en los territorios subdesarrollados tendrían derecho a una vida en consecuencia (una vida pobre y colonizada); y la justicia natural podría ser la de Dios, o la de la Naturaleza, que en el relato biológico es esencialista y por ende heteronormativo y opuesto a la justicia legal, que mal que mal, es una construcción social.
Pero más allá de esa discusión que podría tornarse muy abstracta, los pragmáticos de la “Equidad” plantean que ésta tendría un reconocimiento universal que serviría de pauta o estándar para las políticas públicas. Ahí comienzan técnicamente a discriminar entre “equidad vertical” y “equidad horizontal”. La “vertical” sería un tratamiento a todos por igual y la “horizontal”, un tratamiento diferenciado. La interpretación más frecuente de “Equidad”, dicen, es “Igualdad de Oportunidades”, y es en ese sentido en que se traslada al campo social. Significaría “Igualdad de Oportunidades” a toda la población, independiente de la clase, género, territorio, etnia, capacidad de pago… Y nombran “capacidad de pago” porque en realidad estamos hablando de OFERTA de “servicios”, “información” o de algún otro objeto de políticas públicas. Es una oferta universal -o “cobertura”- homogénea de servicios sociales. El énfasis para las mujeres es en la condición de la mujer, su estado material, su pobreza, su carga de trabajo, su falta de acceso a la tecnología. Nada –claro está- en relación a la posición estructural de las mujeres.
Cuando hablan de “Equidad” -los que saben- hablan de mercado. Por eso la “Equidad horizontal” es más realista, y crea “coberturas” diferenciadas de acuerdo a la clase por ejemplo. En este plano es que se manejan las ideas de “Igualdad de Acceso” e “Igualdad de insumos”. El mercado sabe que la burguesía no necesita “acceso”. Es entonces “Equidad horizontal” focalizada en los pobres.
Gobernabilidad e Inclusión
Los términos, los conceptos, las palabras no son malas en sí mismas. Pero tienen una historia sobre el uso político que se les da. Esto de la “inclusión” se asocia a lo de la “Exclusión social”, concepto que se le atribuye a René Lenoir, Secretario de Estado de Acción Social en el gobierno de Chirac, con su libro Les exclus: un Français sur Dix, publicado en 1974.
Y si es así, coincide con la idea de la “lucha contra la pobreza” que el Banco Mundial y el gobierno de EE.UU. colocaron de moda en los años 80. Se trataba de introducir la “Equidad” como discurso social para aminorar la amenaza de que los pobres estallaran en rebeliones en América Latina y El Caribe. Y la “Equidad” iba acompañada de los “Ajustes Estructurales”. Y es que, “el problema” para el Banco Mundial es “la pobreza”, muy distinto a nuestro problema: la distribución injusta de la riqueza en las manos de unos pocos (Zibechi 2010). El Banco Mundial entiende que los intolerantes empobrecidos pueden desestabilizar el sistema con revueltas. Para evitar esto hay que incluirnos (o hacernos fantasear con que seremos “incluidos”). Parte de la misma lógica política pinochetista en los mismos años 80: el discurso del “chorreo”: Las cifras macroeconómicas iban a ser tan altas, que a los pobres nos iba a chorrear dinero desde arriba -desde los ricos-, sólo había que esperar abajo, en los barrios populares y en el campo, a que nos llegara algo...
Así se fue fraguando aquello del “Alivio de la pobreza” que permitiría la gobernabilidad, y para fortalecer la gobernabilidad sirvieron las ONGs. Por eso se reprodujeron como hongos en nuestro continente. Les dieron mucha plata para asegurarse de que estas instituciones hicieran dormir los ánimos de rebelión de los pueblos gracias a sus proyectos de “Equidad” e “Igualdad de Oportunidades” para pobres.
En Bolivia, país prioritario para la “Cooperación” –por sus recursos naturales tan codiciados- de haber 100 ONGs en 1980, pasaron a competir 530 en 1992 -como explica Raúl Zibechi en su libro “Contrainsurgencia y Miseria”-. Para conseguir la plata se profesionalizaron, institucionalizaron y organizaron la tecnocracia social apoyando a la vez el imperialismo blando2.
Algunas mujeres de ONGs comenzaron a hablar incluso de “humanizar” el capitalismo. Fue por el tiempo en que Pierre Galand, Ex secretario general del OXFAM-BELGICA y ex integrante del grupo de trabajo de las ONG del Banco Mundial, renunció públicamente a las ONGs y escribió su carta: “Renuncio, No quiero ser cómplice”, explicando -entre otras- cosas que el Banco Mundial se había apropiado del discurso de las ONGs y a la vez imponía una política económica que dejaba a los países pobres “indefensos en manos del dominio del mercado mundial”3.
“Equidad”, “Equidad de Género”, “Igualdad de Oportunidades”, “Empoderamiento” son conceptos emparentados con “Gobernabilidad”, “Alivio de la Pobreza”, “Combate a la Pobreza”. Se trata de “inclusión” en el contexto de la dominación estructural de las mujeres y los pueblos empobrecidos. Creemos que esto se enlaza estrechamente con las complicidades masculinas interclasistas para someter a las mujeres y así apropiarse de sus cuerpos, su reproducción, su producción y su fuerza de trabajo. Instituciones económicas y políticas por medio del generismo impulsan estas políticas en todo el continente. Es una nueva manera de evitar la destrucción del patriarcado y de su hijo pródigo: el neoliberalismo. Otra chance para atrasar revoluciones.
Feminista autónoma latinoamericana
Asamblea del Feminismo Comunitario, Bolivia
1. MOKATE, KAREN. "Diseño y gerencia de políticas y programas sociales". Banco Interamericano de Desarrollo, Instituto Interamericano para el Desarrollo Social (INDES), junio 2000. Es importante subrayar que el BID a diferencia del Banco Mundial, no se vincula con ONGs, si no más bien con gobiernos y estados. En Perú por ejemplo, ha apoyado junto con el FMI en los años 90 un llamado Plan de Estabilización Social: gasto “más eficiente y efectivo” en infraestructura y servicios “a través de intervenciones focalizadas y acuerdos de participación institucional”.
2. ZIBECHI, RAÚL. “Contrainsurgencia y miseria. Las políticas de combate a la pobreza en América Latina”. Ed. Pez en el árbol, 2010.
3. MINÁ, GIANNI. “Un continente desaparecido”. Ed Sperling y Kufer, 1996 – libro en el que se cita la Carta de renuncia de Pierre Galand -ex secretario general del OXFAM-Bélgica del grupo de trabajo de los organismos no gubernamentales del Banco Mundial - Ver también “Sobre Autonomías” de Victoria Aldunate Morales: http://lahaine.org/b2-img09/victoria2.pdf
Otras fuentes:
• MOKATE, KAREN. “La efectividad en el desarrollo: algunas reflexiones”. INDES-BID, Enero 2006.
• RICH, ADRIENNE “Nacemos de Mujer. La maternidad como experiencia e institución”. Ed. Catédra, Universitat de València, Instituto de la Mujer, Valencia
• MÉNDEZ, LOURDES. Antropología feminista. Ed. Síntesis. Madrid 2007.
• OCHY CURIEL / JULES FALQUET (Compiladoras). “El patriarcado al desnudo. Tres feministas materialistas. Colette Guillaumin - Paola Tabet - Nicole Claude Mathieu. Ed. Brecha Lésbica, Primera edición en castellano, Buenos Aires 2005
• RIVERA GARRETAS, Mª MILAGROS. “Nombrar el mundo en femenino”. Ed. Icaria, Barcelona (1994).
• GAVALDA, MARC. “La Recolonización. Repsol en América Latina: Invasión y Resistencias. Grupo Editorial Kipus, Cochabamba 2003.
Ver también
• ALDUNATE MORALES, VICTORIA. “¿Género? ¿qué es género?...El feminismo no muerde…”. http://lahaine.org/b2-img09/victoria_genero.pdf
• ALDUNATE MORALES, VICTORIA. “Feminismo y Lenguajes. ¿Diversidad y Tolerancia?”. Ponencia V Foro Nacional Feminista, Valparaíso, julio 1997.
• ALDUNATE, VICTORIA / PAREDES, JULIETA. “Construyendo Movimientos”, Serie Hilvanando, Ed. Solidaridad Internacional, Bolivia, 2010.