Me enteré por los diarios esta fría mañana de día miércoles, que el abogado mapuche José Lincoqueo Huenuman, hombre mayor avecindado en Temuco, había sido detenido. Me preocupé especialmente de este jurista proveniente de los territorios cholcholinos, dada su avanzada edad, su estado de salud, las posibles condiciones de la detención y lo que implica para su familia. Mal que mal este hombre viudo, es también un pilar para sus hijos y su nieto.
Me molestó además, ver todo lo que la prensa no decía. Se resumía allí lo sucedido en los últimos 2 años, de manera bastante escueta por cierto, muy al estilo inculcado en las universidades sureñas: “diga poquito, no ocupe mucho espacio”.Claro está, que nada anotaban de la persecución sistemática al abogado Lincoqueo y el menoscabo a su figura. No había mención alguna –por ejemplo- del saqueo que sufrió su oficina de calle Montt casi al llegar a Aldunate, en Temuco, el año pasado. Cuando “desconocidos” (esos desconocidos que curiosamente hacen distinciones entre mapuches y chilenos para actuar), entraron, robaron y destrozaron materiales. Como mensaje subliminal iba un: “deja de expresarte”. Pues le destruyeron inclusive una antigua máquina de escribir, además del computador. ¡Aquella vez se llevaron incluso sus diplomas!
Al parecer, esos “desconocidos” buscaban los documentos de los Parlamentos. ¿Cuáles Parlamentos? Esas alrededor de 30 ceremonias que los mapuches celebraron a lo largo de siglos con los españoles, para normar la convivencia y acordar entre otras grandes cosas, respeto mutuo. Lo que justamente reclaman los mapuches que el Estado chileno no ha hecho. El abogado Lincoqueo se dio a la tarea de recopilarlos y desde la perspectiva jurídica, ponerlos en contexto. Eso incomodó a muchos y sorprendió a varios más.
Señala la prensa que el año 2008 fue inhabilitado en sus funciones, por lo tanto toda presentación posterior sería un delito. No señala la prensa la forma en que se inhabilitó al abogado, si es que ello tuvo lugar, si se le dio aviso o qué incidió en ello.
Se le condenó el año 2002, de igual forma que a Pascual Pichun y Aniceto Norín, por ser el asesor jurídico y supuestamente incitarlos a cortar madera, cometer actos violentos y ocupar indebidamente terrenos en Temulemu, proximidades de Traiguén.
El año 2001 se calificaba de “curiosos” sus argumentos; él manifestaba grosso modo, que de acuerdo a tratados como el de Tapihue de 1825, todo lo acometido por el Estado chileno y sus agentes, al sur del río Biobío era ilegal. Por eso perfectamente podía hablar de “actos de piratería” y no se complicaba para mencionar el concepto “genocidio” al referirse a la Ocupación de Araucanía de manos de Cornelio Saavedra. De ello ha acusado al Estado chileno con sendas presentaciones que obtuvieron como respuesta, silencio.
Ya en el año 1999 se había hecho una presentación en la ONU, donde se dejaba de manifiesto las amenazas de muerte que había recibido el abogado mapuche Lincoqueo, fue en el 17° Período de Sesiones en Ginebra, del 26 al 30 de julio de ese año. Tiempo después se haría conocida su iniciativa: El Centro de Estudios de Derecho Indiano y tomarían fuerza las acusaciones contra las forestales, por apropiación indebida de miles de hectáreas.
Por estar incomodando y diciendo verdades desoídas (que además nos han hecho creer ilógicas, extemporáneas y fuera de lugar), hoy lo detienen preventivamente y por alrededor de 45 días, mientras se hagan las diligencias, bajo los cargos de estafa y prevaricación. ¿No es lo mismo que achacan al juez Garzón en España? ¿No es similar estudiar los actos del franquismo y los actuaciones pasadas del Estado chileno? José Lincoqueo fue invitado también a la Península, a compartir sus argumentos, hace algunos años.
Los que tenemos un poco más de memoria y cultivamos la disciplina histórica, sabemos que similares imputaciones se hicieron a Manuel Aburto Panguilef entre los años 1930 y 1940, quien finalmente fue relegado en el Norte; claro que en esos tiempos se intervenía cartas en vez de teléfonos y se enviaba la información por telegramas cifrados.
El mismo Orelie Antoine de Tounens , ese rey francés de Araucanía y Patagonia de la segunda mitad del siglo XIX, que nos presentaron como “loco”. Era también abogado y tenía argumentos bastante lógicos; en oposición a la medicina y los diagnósticos dados por aquel entonces. La locura, como han indicado los autores de la segunda mitad del siglo XX, es una construcción.
Es loco el que pone en riesgo algo. En Chile es loco, quien cuestiona a las supuestas verdades del Estado y es loco o “resentido” quien se hace cargo del pasado. Mire usted las paradojas, le diría a un historiador antiguo: los mapuches acusados de flojos son procesados por trabajar por su gente.
La causa mayor del abogado Lincoqueo es la libertad del Pueblo Mapuche, su Pueblo. Por eso y no por otra cosa lo detuvieron e intentan acallarlo. Nada es casual en Araucanía. Hablar con claridad es también considerado una locura y un riesgo.
Fernando Ulloa Valenzuela
Licenciado en Historia
Universidad de Chile