El dirigente mapuche convenció personalmente a los presos de La Araucanía de que depusieran ayuno.
IVÁN FREDES y GIOVANNI CALABRANOEl pasado lunes 27 de septiembre, el fin de la huelga era cosa de horas. El jefe operativo de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), Héctor Llaitul, había visado desde la cárcel El Manzano de Concepción el acuerdo con el Gobierno y había ejercido una presión sistemática con los restantes huelguistas de La Araucanía y el Biobío para deponer el ayuno.
El hombre de 42 años había sido el ideólogo de la huelga como medida de presión para evitar las condenas por delitos terroristas, que en su caso podrían sumar penas por casi 103 años, y según revelan quienes participaron en la negociación, a esa altura tenía el convencimiento de que había logrado el máximo posible del Gobierno.
Su gran preocupación entonces era evitar que se quebrara el movimiento mapuche, y por eso se decidió a jugar una carta arriesgada: invitar al vocero de los presos de Angol, Rodrigo Curipán, a integrar la mesa ese mismo lunes.
Pero su apuesta echó por tierra lo avanzado hasta ese minuto. Curipán irrumpió en las negociaciones haciendo exigencias que el Gobierno no podía cumplir, como la integración de los tres poderes del Estado en la mesa y garantías de parte del Ministerio Público respecto de la aplicación de la Ley Antiterrorista.
Diferencia de liderazgo
Las diferencias de la CAM con el grupo de Curipán son fundamentalmente de liderazgo. Mientras la primera tiene un sustento más ideológico y político, el segundo pertenece a la comunidad Temucuicui Autónoma, junto a Víctor Queipul y Jorge Huenchullán, quienes actúan de manera más desorganizada.
Su irrupción se interpretó entonces en la mesa como un intento de esos dirigentes de lograr un protagonismo que no tienen en el movimiento mapuche. El grupo, que nació y se formó al amparo de Aucán Huilcamán, siguió más tarde una línea propia, que los llevó también a marginarse de la comunidad Temucuicui de Ercilla.
Tras el quiebre de la mesa quedaron solos ante el resto de las organizaciones, decepcionadas por lo que se consideró una ruptura "inducida". Sus exigencias no sólo terminaron con el principio de acuerdo, sino además dejaron a los mapuches como intransigentes y como protagonistas de un cambio de postura de último minuto tras la apertura del Gobierno a negociar en medio de la huelga.
La postura radical de los voceros de Angol tuvo otro efecto: el Gobierno se retiró de la mesa y los voceros mapuches quedaron inmersos en una polémica por su representatividad.
Llamados a las cárceles
Tras la irrupción de Curipán, Llaitul decidió sacarlo de las negociaciones. La vocera de los presos del Biobío, Natividad Llanquileo, salió a mediados de esta semana a desautorizarlo públicamente, y junto a la pareja de Llaitul, Pamela Pessoa, manifestaron al gobierno su disposición a retomar la mesa a través del arzobispo de Concepción, Ricardo Ezzati.
El viernes último, monseñor Ezzati se reunió con Llaitul en El Manzano, donde, según cercanos a las negociaciones, le comunicó que el documento final del acuerdo había sido visado por los abogados de los comuneros.
Aún quedaba una última gestión, convencer al resto. Ese mismo día, Llaitul se comunicó por teléfono con el principal dirigente de los mapuches en la cárcel de Temuco, Luis Tralcal Quidel, y lo mismo hizo con el de Nueva Imperial, Andrés Gutiérrez Coña, ambos vinculados a la CAM.
Todavía preocupado por el quiebre, llamó al lonco Víctor Caipul de Angol y les comunicó que se bajaban de la huelga, y que desde ahora ellos quedaban solos. Esa misma noche se firmó el acuerdo con el gobierno.
Mientras, y ante el inminente acuerdo de Concepción, el Ejecutivo tomó la decisión de no involucrar a parlamentarios en el tema y mantener el manejo directo de la crisis. El mismo viernes, el ministro de Interior, Rodrigo Hinzpeter, recibió en La Moneda a Juana Rosa Calfunao, quien lideró un grupo de familiares de presos de La Araucanía que pedían intensificar el diálogo.
La rápida oferta de Hinzpeter de viajar a Temuco para reunirse con los voceros de los huelguistas sorprendió a la mujer, y eso permitió que ella misma actuara como facilitadora. Convenció a su hijo Huaiquilao Cadín para que desistiera del ayuno que mantenía con su grupo en Angol -fue el único de ese penal- y se enfrentó con el vocero de Temuco, Eric Millán, para que dejaran de alinearse con Angol y apoyaran a Concepción en la decisión de bajar el ayuno. Así finalmente ocurrió.