César Cabello, que es Mapuche, que es poeta, que nació en Santiago en 1976, que ha publicado Las edades del laberinto y Epew-Fábula, ganó el Premio a Mejores Obras Literarias de Autores Nacionales en la Categoría Obras Inéditas 2010 del Fondo del Libro con Industrias Chile S.A. un libro que dice que la poesía chilena es como un cacharro viejo porque todo se parece a Lihn, a Parra, a poetas más grandes. Y su historia, como las historias mapuches, no está libre de violencia y evasión.
-Tuve un infarto cerebral. Eso lo podís poner.-¿Qué pasó?
-Tomé pastillas. Tomaba de todo. Tengo la mitad de la cara insensible. De hecho un médico se da cuenta altiro porque hablo por aquí, por este puro lado. Tenía 19. Me tomé cuarenta pastillas.
-¿Querías matarte? ¿Qué querías?
-No sé. Se me pasó la mano no más. Siempre tomaba cuatro, ocho… La gracia que tenía es que te recorría electricidad en el cuerpo. Eso era gracioso. Y no teníai hambre, no teníai sueño, no teníai nada. Eran las pastillas que tomaba Maradona para el mundial cuando lo cacharon.
Esos días César Cabello -mapuche- estudiaba historia, en Temuco, cuando quedó inconsciente por las pastillas, estuvo en el hospital dos meses, tuvo que aprender a caminar de nuevo, entró a estudiar periodismo y se convirtió en poeta. Pero eso -lo de poeta- en realidad fue antes, cuando vivía en la población Santa Olga, Santiago, y aprendió un consejo:
-Hay algo que uno tiene que hacer cuando está dentro de la delincuencia: no juntarse con pares. Tenís que trabajar, no más, con ellos. Si te juntai con pares te vai preso.
Y a escribir para evadir:
-Era la misma población en la que filmaron Caluga o Menta. Lo sentía como un infierno. Eran muertes, gente disparando, la típica abuela así como acostada en una cama con la pasta base mientras veía la teleserie. La violencia fue importante. Ser mapuche y vivir en la población es ser doblemente marginado, y yo no estudié en los colegios de la población. Tenía cierta cabeza. Estudié en el Barros Borgoño.
-¿Cómo era estar en un colegio de hombres?
-Brutal, violencia todo el día, puro pegarse.
-¿Y eso te gustaba o te agotaba?
-Yo me adapto a todo. Si nací en una casa donde el techo era de plumavit. ¿Sabís lo que es eso? De repente caían los gatos. Caían los gatos que andaban por el techo porque rompían la plancha de plumavit. Así nací yo, así vivía y eso es lo que soy. O bueno, ya no soy eso.
-¿Qué eres ahora?
-Soy como un delincuente ilustrado. Yo creo que eso.
Después de vivir en Santiago, César se fue al sur. Y fue peor.
-Me fui con la familia porque era caótico vivir ahí. Mis abuelos son de Temuco. El sur es como un erial, hueón. No hay nada. Es todo parecido a. Como que nada es de ellos. Todo es parecido a Santiago, todo es parecido a Nueva york. El sur es como una modernidad trucha. Querís tener un teatro municipal, querís tener un gimnasio olímpico que nadie usa porque no hay deporte olímpico, las compañías de teatro valen callampa, querís tener auditorio para la poesía y los poetas que hay son como las hueas.
Después de vivir en Temuco, hizo el proceso inverso: se fue de la ciudad al campo. Y también fue peor.
-El tema del alcoholismo de la gente, la soledad. Hay un sitio donde construyó la casa mi mamá. El vecino, el tipo que vendió los sitios, dejó a su hijo loco botado. Vendió todo el terreno y lo dejó botado ahí, vagando por los terrenos y se pasea como un ánima. Estai aislado. No sé. Con las lluvias crece el río y quedai aislado, sin comida, sin nada. Yo, mis dos libros los he escrito en el sur en la casa de mi mamá, porque estar aislado te entrega siempre distancia. Aquí camino dos cuadras y me compro un libro de Mishima o, no sé, de Kundera, cachai.
-¿Nunca estudiaste literatura después?
-No. Bueno, lo autorizado en literatura es el hueón que estudió.
-Pero también hay un prejuicio con el que estudió…
-Nooo.
-Está esa idea de que estudiar te frena un poco…
-La parte creativa.
-Dices en tu libro, Industrias Chile S.A, que la poesía chilena es como un cacharro viejo.
-Es que es todo parecido a Lihn, todo parecido a Parra, son todos remedos de poesías más fuertes. No hay una poética fuerte, ahora, salvo la de Raúl (Zurita). Ni Tomás Harris, ni la Elvira Hernández han creado clones y, la gente que lo ha hecho, lo ha hecho mediante talleres como Javier Bello y Germán Carrasco. Esa poesía no tendría cómo tener influencia porque no circula. ¿Dónde encontrai los libros de Javier Bello si no erís amigo de él? ¿Dónde los encontrai?
-¿Qué piensas cuando te meten en la vanguardia de la poesía mapuche?
-¿Quién me mete en la vanguardia de la poesía mapuche? Yo no sé qué es la poesía mapuche y voy a saber qué es la vanguardia.
-¿No existe?
-Existe la poesía mapuche lo que pasa es que hay un modelo de textualidad que a mí no me gusta: que el poeta mapuche tiene que usar palabras en mapudungún mezclando el castellano. La palabra pehuén a veces no calza por sonido pero el poeta mapuche nunca se pregunta por el sonido, ni por la palabra, ni por la poesía. Como que le basta testificar y dejar constancia de su identidad y eso es todo, cachai. En el fondo esta cuestión se trata del lenguaje, de escribir en castellano. Los poetas que más destacan en la poesía mapudungun son los que se hacen cargo del lenguaje, de alguna forma (Jaime) Huenún…
-Pero tú tampoco te sientes cómodo con el estilo Huenún…
-Sí. Es que la visión de Huenún es una visión dañina para la poesía. O sea no para la poesía, sino para el mapuche porque es una visión que tiende a homogeneizar todo, que no respeta identidades culturales. El mundo que el plantea es el paisaje mapuche. Pero él paisaje mapuche-huilliche. Nosotros no pescamos, yo no tengo que pescar para ser Mapuche, no tengo que pescar ni salir a mariscar. Sus dioses no son los míos.
-¿Y de Chihuailaf, qué piensas?
-Yo trabajé con esos dos, ah. Con Huenún y Chihuailaf. Chihuailaf es como el Stephen King de la poesía mapuche: es todo mágico. Todo tiene una explicación mágica. Además defiende una idea de la oralitura que es falsa. O sea ni siquiera es falsa porque toda poesía viene de la oralidad, cachai. Es una hueá ridícula. Pero no deja de ser buena su poesía, no deja de conmover. Y sin Chihuailaf no existiría Huenún, no existiríamos nosotros, no existiría David Añiñir. Porque Chihuailaf fue el primero que habló del traspaso del campo a la ciudad de los mapuche.
-En una entrevista dijiste que escribías para ti mismo. ¿Eso no molesta al resto de los poetas mapuche?
-Es que no creo que los poetas mapuche escriban para la comunidad.
-¿No?
-Noo. Eso está en el plano discursivo porque ser mapuche también es trabajar de ser mapuche.
-¿Venderlas de?
-Si po. Si Huenún no trabaja. ¿En qué trabaja Huenún? Su trabajo es ser mapuche. Ser poeta mapuche, adjudicarse la voz del pueblo por los demás, dar conferencias, cobrar por esas conferencias. Y a eso se dedica, po. ¿O tu creís que Huenún se levanta temprano a trabajar?