La represión traerá más violencia, vendrá el fundamentalismo en ambas sociedades, la mapuche y la no mapuche. Debemos dialogar, abrir espacios de confianza y detener a los arrogan el derecho de hablar en nombre del extremismo. Los sueños son parte de la vida de los mapuches. Yo he soñado últimamente que seremos reconocidos como pueblo y que el conjunto nuestros valores serán aceptados por todos en este país. Pero es sólo un sueño. Sectores del país continúan oponiéndose en el Congreso a la ratificación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y Tribales en países independientes. Edgardo Lienlaf N. (director de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena -Conadi ). La Tercera en Internet, 14 de febrero de 2001

 

14 de Febrero de 2001

¿Cuáles son las posibles vías de solución ante el prolongado conflicto indígena en la Araucanía?
Fortalecer el diálogo

La represión traerá más violencia, vendrá el fundamentalismo en ambas sociedades, la mapuche y la no mapuche. Debemos dialogar, abrir espacios de confianza y detener a los arrogan el derecho de hablar en nombre del extremismo
Edgardo Lienlaf (*)



No hemos sido capaces como país de resolver nuestra convivencia con los pueblos indígenas. Ellos son los más vejados entre los pobres, los más discriminados y los que se encuentren en mayor estado de marginalidad. En el tercer milenio, la situación del pueblo mapuche es dramática. El origen del conflicto es la apropiación de sus territorios desde la Colonia y el reparto de tierras que el Estado chileno emprendió a fines del siglo XIX. A la pérdida creciente y sistemática de sus tierras ancestrales, se ha sumado la negación de su identidad, el repudio social a sus usos y costumbres y una política nefasta de asimilación.

Es esta historia de despojo la que ha llevado a acentuar la idea, entre los mapuches, de separación con los blancos. Aún estamos a tiempo de escucharlos. En mis continuos contactos con mis hermanos, he sentido como la mayoría del pueblo mapuche espera soluciones a través de caminos legales y el diálogo. No podemos ser un país moderno si el 10% de nuestra población es desdichada. La conciencia que poseemos los mapuches de ser una nación diferente, no ha sido aceptada a lo largo de los años.

Hoy los jóvenes mapuches de nuestra región, que han tenido la oportunidad en estos últimos años de estudiar, están volviendo a sus comunidades, quieren aportar lo que aprendieron, aplicar desde su cosmovisión los planes de desarrollo junto a su gente. ¿Y qué es lo que encuentran? Dificultades de toda naturaleza por parte de las empresas forestales y del Estado.

Las comunidades vecinas a estas enormes factorías no obtienen beneficio alguno. Las napas de agua que sirven para el riego de sus campos se desvanecen, absorbidas por esa gigantesca masa vegetal y muchos agricultores mapuches, ven como sus campos se erosionan por la falta de agua.

Los jóvenes indígenas están adquiriendo conciencia de ser un pueblo diferente al chileno. Ello no significa que no sean chilenos, quieren que esta patria los acepte, los cobije y no quiera cambiarlos.

La represión traerá más violencia, vendrá el fundamentalismo en ambas sociedades, la mapuche y la no mapuche. Debemos dialogar, abrir espacios de confianza y detener a los arrogan el derecho de hablar en nombre del extremismo.

Los sueños son parte de la vida de los mapuches. Yo he soñado últimamente que seremos reconocidos como pueblo y que el conjunto nuestros valores serán aceptados por todos en este país. Pero es sólo un sueño. Sectores del país continúan oponiéndose en el Congreso a la ratificación del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y Tribales en países independientes.

Este es el principal tratado internacional que favorece los derechos de los indígenas. Ha sido votado favorablemente por Chile, pero se requiere su ratificación por parte del Congreso para que sea ley de la República. El presidente Ricardo Lagos, en su oportunidad, demandó acción para que se aprueben estos convenios y se comience a reconocer la existencia de los pueblos indígena como parte de nuestra historia y nuestra cultura.

(*) Edgardo Lienlaf N. es el director de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi).
 
 

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