En el Centro Cívico de Bariloche, donde esos turistas hacen cola para sacarse fotos, hay un monumento a un genocida, nombrado prócer de la patria por sus masacres contra el pueblo Mapuche. En el monumento, por más que cada tanto los empleados de la municipalidad lo limpien, es constantemente pintado con un kulltrun, uno de los más característicos símbolos Mapuche, y una consigna que dice mucho: todavía estamos. Esa quizás sea una muestra de los tiempos que corren en el sur de nuestro país; la historia de mármol frío y calculado de nuestras oligarquías y la mano rebelde que se niega a desaparecer, que se cuela en medio de las postales para decir algo tan simple como que todavía estamos vivos. Es desnudar que la guerra no ha terminado, que la "conquista del desierto" continúa hoy bajo otro ropaje, pero con el mismo contenido. La historia que aquí contamos, parte de un pedacito de un gran territorio; el lote 134, apenas 625 hectáreas. En las próximas entregas, esperamos adentrarnos en territorios mayores. Sabemos que si se cambian los nombres de los protagonistas, los lugares y las fechas, los problemas que aquí contamos se vuelven similares a miles de casos de todo el continente. Argentina Indymedia, 24 de septiembre de 2003.
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por
Chubut: Instrucciones para hacer latifundios
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los empleados de la municipalidad lo limpien, es constantemente pintado con un kulltrun, uno de los más característicos símbolos Mapuche, y una consigna que dice mucho: todavía estamos.
Esa quizás sea una muestra de los tiempos que corren en el sur de nuestro país; la historia de mármol frío y calculado de nuestras oligarquías y la mano rebelde que se niega a desaparecer, que se cuela en medio de las postales para decir algo tan simple como que todavía estamos vivos.
Es desnudar que la guerra no ha terminado, que la "conquista del desierto" continúa hoy bajo otro ropaje, pero con el mismo contenido.
La que sigue es una historia donde el pasado y el presente se confunden, se mezclan y repiten como las estaciones del año. Porque el pasado es la materia prima del presente, y es también lo que enseñaron los abuelos en un idioma secreto, nunca aprendido por el hombre blanco. Es un recuerdo de lo que es y de lo que queremos que sea.
En el fondo, el problema sigue siendo el mismo; corporaciones extranjeras y nacionales se quieren repartir la Patagonia para la explotación ganadera, turística y ahora también minera, con la complicidad del estado argentino. Y para hacerlo deben no solamente destruir el medio ambiente, sino también a sus hijos, los Mapuche, la gente de la tierra.
Este trabajo intenta ser un pedazo pequeño de esa historia grande y dolorosa, escrita al calor del drama actual que viven decenas de familias Mapuche del sur del país que han sido o están a punto de ser desalojadas.
Es también un intento de sistematizar información sobre la actividad de algunas corporaciones, principalmente Benetton, dueña de un territorio que equivale 40 veces al que ocupa la Capital Federal.
No tratamos aquí el tema de las empresas petroleras, de otros terratenientes o, en extenso, el problema de las empresas mineras. La dimensión del conflicto, de la lucha de intereses contrapuestos que tiene lugar en la estepa y en la cordillera patagónica, es tan basta y compleja como el territorio que ocupa.
Partimos de algunas consideraciones generales para detenernos en la zona de Cushamen, en el sur de Chubut, y allí en dos casos concretos: el de la comunidad Vuelta del Rio contra terratenientes locales, y más concretamente el caso de la familia Fermín. En una segunda parte -de pronta publicación- ahondaremos en la historia de la familia Mapuche que sin quererlo desnuda la naturaleza y los verdaderos intereses de la corporación Benetton en el sur de nuestro país.
La historia que aquí contamos, parte de un pedacito de un gran territorio; el lote 134, apenas 625 hectáreas. En las próximas entregas, esperamos adentrarnos en territorios mayores.
Sabemos que si se cambian los nombres de los protagonistas, los lugares y las fechas, los problemas que aquí contamos se vuelven similares a miles de casos de todo el continente.
Antecedentes: un genocidio criollo, todavía oficialmente festejado.
En 1872 comenzó una nueva defensa de la tierra empecinada en ser una y sin fronteras desde el Atlántico al Pacífico. Al mando de Calfucura 6000 hombres vestidos con cuero de guanaco y armados con lanzas avanzaron hasta Alvear, 25 de Mayo y 9 de Julio, en lo que ahora llaman Buenos Aires. Desde allí y hasta los hielos del sur llegaban entonces las tierras que habitaban los Mapuche, un paraíso natural que los blancos llamaban todavía desierto.
Fueron años de lucha y sangre.
En Enero de 1876, al mando de Nanumcurá y Rumay los kona pelearon
en Olavarría, Azul y Tapalqué. En Tres Arroyos y Necochea
combatieron cuerpo a cuerpo en la niebla, y rodearon a las tropas de Levalle
y Maldonado. Fue todo un año de guerra para evitar que los invasores
siguieran corriendo su frontera. De a caballo y con sus tolderías
se hicieron fuertes en el sur del Rio Colorado y el enemigo, al mando de
Alsina, comenzó a construir una zanja faraónica desde Bahía
Blanca hasta el sur en la cordillera, una línea de tierra y fortines
que
separaba su latifundio de la tierra
libre.
Y entonces llegó Julio Argentino Roca, el genocida Ministro de Guerra. Regminton y telegrafo se llamaron sus banderas tomadas de la mano de la corona Inglesa.
Cinco columnas tuvo la mal llamada "campaña al desierto". En el la primera, dirigida por Roca, debía alcanzar la isla de Choele-Choel en el río Negro; la segunda división, al mando de Nicolás Levalle, debía marchar de Carhué a Chadi Levu y el río Colorado. La tercera división, dirigida por Eduardo Racedo, desde el sur de Córdoba debía recorrer el área de los ranqueles. La cuarta división, bajo el coronel Napoleón Uriburu debía partir de San Rafael, Mendoza, y recorrer toda la zona cordillerana hasta Chos Malal en Neuquén. La quinta división, comandada por Hilario Lagos debía esperar órdenes en Trenque Lauquen, y le encomendaron dirigirse a Tobay.
Los resultados de la masacre todavía hoy son glorificados por la historiografía y la iconografía oficial, desde los manuales de escuela hasta, en su versión aggiornada, en los billetes de 100 pesos.
En su informe sobre los resultados,
el Ministro de guerra Julio A. Roca decía que en 1879 "Se trataba
de conquistar un área de 15.000 leguas cuadradas ocupadas cuando
menos por unas 15.000 almas, pues pasa de 14.000 el número de muertos
y prisioneros que ha reportado la campaña. Se trataba de conquistarlas
en el sentido más lato de la expresión. No era cuestión
de recorrerlas y de dominar con gran aparato, pero transitoriamente, como
lo había hecho la expedición del Gral. Pacheco al Neuquén,
el espacio que pisaban los cascos de los caballos del ejército y
el círculo donde
alcanzaban las balas de sus fusiles.
Era necesario conquistar real y eficazmente esas 15.000 leguas, limpiarlas
de indios de un modo tan absoluto, tan incuestionable, que la más
asustadiza de las asustadizas cosas del mundo, el capital destinado a vivificar
las empresas de ganadería y agricultura, tuviera él mismo
que tributar homenaje a la
evidencia, que no experimentase
recelo en lanzarse sobre las huellas del ejército expedicionario
y sellar la toma de posesión por el hombre civilizado de tan dilatadas
comarcas." (Buenos Aires, 1881).
Militares, comerciantes, ganaderos y hombres de la corona británica plantaron alambrados y vacas en donde antes había viento y libertad.
Siete hilos de alambre, fusil, casaca militar y olor a bosta fueron los símbolos de la gesta oligárquica. Encerraron los valles y los ríos, las pampas y los cerros. La tierra ensangrentada fue descuartizada por los títulos de propiedad repartidos como margaritas, y los ingleses se llevaron la mejor parte.
Solamente en 1885 el estado argentino repartió 4.750.471 hectáreas entre 541 personas. Si se amplía el cálculo, desde el inicio de la ofensiva en 1875 hasta la consolidación en 1903, las tierras regaladas o vendidas a bajo precio ascienden a 41.787.023 hectáreas a 1843 personas, muchos de ellos extranjeros.
Que los estancieros le hayan pagado un tributo a Roca con monumentos y nombres de avenidas en las ciudades que se fundaron a la vera de sus latifundios, es un dato entendible si lo miramos a la luz de su obra.
-Llegan los perseguidos a abrazar la tierra nuevamente
Terminada oficialmente la "Campaña al Desierto" en 1885, hasta las fronteras del país alambrado llegaron los sobrevivientes.
Viajaron en carros tirados por bueyes, con unos pocos caballos y las pilchas a cuestas. Llegaron desde la tierra al sur del Bio Bio, en lo que ahora llaman Chile, perseguidos y diezmados. Vinieron con sus esperanzas y dolores desde San Martín de los Andes, desde Neuquén y desde las antiguas fronteras que llegaban hasta el sur de Buenos Aires, donde se había combatido palmo a palmo el terreno con las tropas invasoras.
En el camino carneaban animales, levantaban la toldería para descansar y seguían. Avanzaban al ritmo de la represión, de los estampidos de los fusiles que rompían el silencio de la noche para robarse vidas.
Muchos viajaron de a pié,
durmieron en cuevas o improvisaron chozas con juncos revocados con barro.
Se movían de a grupos y con sigilo, porque cuando el enemigo los
cazaba, los llevaban caminando y atados hasta las estancias de Buenos Aires,
y los que no morían en el camino de hambre, cansancio o rebeldía,
eran utilizados como esclavos en las estancias que se habían conquistado
a punta de fusil. La que antes era tierra de
libertad, se había convertido
en mazmorra a la luz del sol.
Cuenta la leyenda que algunos huyeron
del cautiverio desnudos y hambrientos y que un gigantesco animal se apareció
en su camino, y la intervención de un tigre los salvó de
la muerte. Como un regalo de la tierra, la fiera se convirtió en
protector; afiló sus garras contra un árbol y cazó
para alimentar a sus nuevos hijos. De allí viene el apellido
Nahuelquir; hijo del tigre.
Precisamente Miguel Nancuche Nahuelquir se llamaba el longko que peregrinó hace más de un siglo desde las tierras de los sobrevivientes hasta Buenos Aires. Viajó con la esperanza a cuestas de un puñado de familias, para obtener un respiro en la persecución. Su gente se había asentado entre la cordillera y el río Chubut, allí donde mucho antes habían vivido los que eran conocidos como Los Manzaneros, del pueblo Chehuelche.
Recién en 1889, una vez repartidas las mejores tierras entre los estancieros, el entonces presidente Roca reconoció la ocupación territorial de la tribu de Nahuelquir. Con un decreto creó la reserva indígena conocida como Colonia Pastoril Cushamen, de 260.000 hectáreas, limitada y rodeada por estancias inglesas en la zona que todavía hoy ocupan gran parte de la provincia de Chubut.
El mismo Nahuelquir se instaló con otras familias en el paraje que hoy se conoce como Vuelta del Rio, y allí intentaron hacer, por fin, una vida ligada a la tierra sin sufrir más persecuciones.
El primer registro público de una inspección en esa zona data de 1905, y nos habla de casas de barro con techo de cuero o paja y plantaciones de trigo y hortalizas. La tierra estaba, como ahora, dividida en lotes, pero los límites eran siempre difusos y quién estaba un año en un lote podía estar en otro al siguiente, buscando mejores pastos para las ovejas, vacas y yeguadizos que se crían en la región. Las familias que iban llegando eran acomodadas por la comunidad en diferentes zonas, y los campos eran utilizados -como se sigue haciendo en la actualidad- en forma compartida.
Hasta allí llegaron los protagonistas de esta historia, familias Mapuche que todavía en la actualidad están en peligro de ser desalojados.
Vinieron los comerciantes, como cualquier otro paisano.
Pero la masacre también había abierto las puertas de la Patagonía a los aventureros, comerciantes y especuladores que vieron en la región una oportunidad para "hacer la América". Entre los que llegaron, estaban la familia de Breide y de El Khasen, dos turcos cuyos nombres y andanzas se repiten todavía hoy en toda la región.
Doña Segunda Huilinao, pobladora de Vuelta del Rio desde su nacimiento, nos cuenta la historia sin dejar de amasar. No sabe ni leer ni escribir, pero cuando nos dice "Yo lo se porque mi abuela me lo contaban así" su testimonio se vuelve uno de los mas precisos para entender lo que pasó y lo que está pasando. En la memoria colectiva es donde se escriben las verdades de su pueblo.
"Cuando vinieron los Breire llegaron como cualquier persona, con un burrito de tiro, con pilchero, trayendo los alimentos en un baúl, y salieron de mercachifles, vendiendo por kilito y como no había negocios la gente les compraba. Hacían cambalache, así se le dice al cambio por animales. Y así empezó a trabajar el finado y puso un negocio, en una casa que no era de él. Era la casa de Fernando Nahuelquir y así quedó hasta ahora. Después se puso una estancia, una grande. Así también llegó El Khasen. Toda esa cordillera allá es de El Khasen, de cuando embargó y puso a la gendarmería y vinieron con el juez, embargaron animales, tierra y así lo ponían todo bajo alambre. Breide hizo lo mismo, primero alambró donde estaba la abuela de Doña Fidelina, estaba sola y vino Breide con los gendarmes a quemarle la casita, la huerta, todo lo que tenían, y le tiraron todo donde está salita ahora. Todas esas cosas que fueron surgiendo, nadie dijo nada, pensaron que ellos cometían un delito si iban a denunciarlo, y tampoco le iban a hacer caso, si los mismos jefes, la misma autoridad andaba haciendo ese trabajo. Así fue surgiendo, en los 30, los 40. De ese año pienso que fue."
"Los finados abuelos tenían
los documentos de la tierra. Ellos iban a los negocios y entregaban sus
frutos, cuero y lana. Los invitaban a comer, a tomar y ahí era la
perdición. Ellos se confiaron y cuando estaban borrachos les pedían
los documentos de la tierra y después cuando se acordaron de ir
a retirarlo le dijeron que no lo tenían porque lo habían
mandado a tal parte. Ese trabajo hacían todos. Así hacían
con Breide, le entregaban todo y cuando iban a retirar plata nunca le daban
plata; le daban harina, yerba, todo por bolsa. Como no sabían leer
le decían "hasta aquí llegó con los kilos de lana".
Que se yo cuando regalaban con eso, porque ellos no sabían sacar
las cuentas ni sabían como valían las cosas. Aca la gente
era ignorante y humilde. Tenía miedo de hablar con la autoridad,
de presentar una queja. Ellos te decían firmá aca y ellos
daban
la mano y firmaba. Y eso que no
sabían firmar, para mi ver que hacían una rayita y los comerciantes
les robaban la firma. Y como van a firmar si no saben escribir el nombre.
Así formaron Breide, El Khasen, todos los turcos. Hicieron estancia
por nuestros abuelos, por los paisanos. Y cuando se murieron sus viejos
fundieron todo. Y ahora parece que no fuera así pero es cierto,
si van a ver el negocio de ellos está todo tirado, no queda nada.
En lo de Breide es lo mismo, había galpón de esquila, potrero,
para descargar lana y ahora no queda
nada. Malgastaron todo."
La historia escrita en la lengua de castilla
Don Mauricio Fermín nació en el lote 161 de la comunidad Vuelta del Rio un 21 de Noviembre de 1933. Cuando tenía 17 años tuvo que salir a trabajar, casi al mismo tiempo en que su madre, Lina Calfupan, era "llevada a trabajar" a la casa de la familia Breide. Desde entonces, su campo pasó a manos de la familia de los comerciantes turcos. Nunca pudo volver al pedazo de tierra donde nació.
Su actual compañera, Doña Carmen Jones, es nieta de Julio Marinao, el hombre que a finales de la década del 20 ocupó el lote 134 de la misma comunidad, y que es hoy el epicentro de un litigio que lleva en si los elementos del drama que recorre toda la patagonia.
Necesitamos detenernos un poco en la historia de Marinao para entender el drama que vive hoy la familia Jones- Fermín.
En 1928 Julio Marinao pide a la Dirección de Tierras la propiedad del lote que ocupaba, al tiempo en que hacia mejoras. En una inspección de 1940, Don Julio vuelve a pedir la propiedad de las tierras. Siempre lo hace de forma oral, y siempre es un funcionario el que escribe; como muchos de sus vecinos, él apenas sabía firmar.
En una de las corrientes inspecciones, aparece documentada por primera vez relación entre Mariano y Breide, mediante un mecanismo conocido en la zona como medianera". Según el acta de 1937 este acuerdo comercial consistía en que Marinao cuidaba 500 lanares de Breide, y que se repartían las ganancias mitad y mitad. Es conocido en la zona -y aceptado por todo el mundo- que se tratan de acuerdos que siempre terminaban con estafas y abusos. Todavía es famosa la costumbre de Breide de pesar lo que compraba y vendía con el dedo meñique, calculando siempre a favor suyo.
Fue un 12 de abril de 1941 el día en que Julio Mariano cayó en la misma trampa que varios de sus vecinos. Lo imaginamos ahora borracho, alentado y sostenido por dos testigos, y firmando ante el juez de paz la "renuncia a favor del Señor Breide de cualquier derecho...sobre el lote 134". No es un dato menor la firma al pie de los testigos y el mismo juez: Caralis, Daniel y Gonzalez. Todos apellidos blancos, hombres "hábiles" frente a los cuales Don Mariano había firmado, sin saber leer, el acta de entrega de su propio hogar.
¿Que había pasado para
que Marinao desista de hacerse dueño de su tierra a cambio de un
dudoso pago? En una reciente investigación judicial, esta historia
se reconstruye con viejas declaraciones, actas y escrituras. Claro que
para una cultura oral, que no conoce la letra escrita de la lengua de castilla,
esos papeles significan poco y nada, y terminan, en la práctica,
ilustrando la costumbre de que la tierra se puede vender, arrendar y hasta
hipotecar "con indios adentro",
una práctica que todavía hoy es muy común en todo
el continente.
Pero aun en el terreno foráneo de los papeles, aparecen varias confusiones y elementos que pueden llegar a desnudar la verdad.
El 20 de Febrero de 1958, casi 20 años después de la supuesta venta, aparece una declaración "espontánea" de Julio Marinao frente a la policía, donde ratifica la venta, desmiente los resultados de una inspección de la dirección de tierras que lo presentaba -repetimos, 20 años después de la supuesta venta- como ocupante del lote y, sobre todo señala la "carencia de veracidad de que dicha firma (Breide) lo obliga a retirar en mercaderías el producto de su trabajo...".
La extraña rectificación no esta avalada por testigos y lleva la firma de un oficial de policía de apellido Coll, el mismo que dos semanas después tomaría declaraciones similares a otros pobladores de la zona ratificando otras supuestas ventas de otros lotes.
En el terreno legal la suerte ya estaba echada. Con la historia cambiada, una resolución del 9 de Febrero de 1962 del IAC otorga en venta 4.375 hectáreas en venta a Abraham Breide, incluyendo el lote 134. En el texto, que lleva la firma del presidente del organismo, se señala como argumento de peso que Breide ocupa la tierra y la trabaja en forma personal desde 1928. La historia de los papeles, terminaba de hacer mutar a la realidad con la complicidad del estado argentino.
En 1963, durante el gobierno militar,
se hicieron efectivos a favor de Breide los títulos de propiedad
de 7 lotes de la comunidad Vuelta del Rio y de otros de la vecina comunidad
de Ranquil Huao. En 1979, El Khasen compró esos títulos y
sumando los otros que había logrado acumular por sus propios miedos
sintió que, por primera vez, se había terminado de hacerse
"la América". Tenía su pequeño latifundio personal.
Entre la montaña y las nubes, el murmullo del tiempo
Y sin embargo el viento, los ríos, la montaña y la gente de la tierra no parecen haberse enterado. Nosotros lo entendemos recién cuando llegamos al lugar donde se puede abrazar a las nubes.
El lote 134 queda en los confines de Vuelta del Rio, escondido entre los bordes de la cordillera. Allí es donde vive hoy la familia Jones-Fermín, con sus hijos, sus nietos y sus animales.
Visitarlos no es tarea del todo fácil para los que estamos acostumbrados a vivir en la planicie. Hay una sola forma de llegar, y se llama, para nosotros, Rogelio Fermín; él nos espera en la orilla del río Chubut con cuatro caballos que conocen el trayecto de memoria.
Cargamos las cosas como podemos y los caballos nos deslizan por cerros, cañadones, arroyos y desfiladeros. En algunos tramos frenan para inventar caminos que se borran con las caricias del viento o quedan sepultados bajo las piedras que sus mismos cascos remueven.
Finalmente, después de dos horas de cabalgata, llegamos al lote, epicentro de un conflicto judicial y político que movilizó a toda la región. Es un paraje imponente y agreste, perdido entre las montañas. Técnicamente, nos dice Rogelio, "estamos en medio de la cordillera, pero no en el lugar mas aislado; los últimos vecinos viven a cuatro horas de caminata para arriba.
Ni siquiera a caballo se puede llegar ahí". Lo imaginamos como un camino hacia otro mundo, distinto incluso del mundo que estamos conociendo, pero por ahora, por falta de tiempo, no podemos llegar.
En la casa nos esperan Doña Carmen, Don Mauricio, Daniel -un buen amigo de la Rogelio- y Eduardo, el gigante de 4 años. El resto de la familia -un larguísimo árbol genealógico- está en la escuela o trabajando en los pueblos de la región, haciendo lo que hacen muchos; aliviando el puchero para que se pueda sobrevivir.
Rogelio, nuestro guía y amigo, con sus intensos 18 años, es según su madre "el que esta ayudando en todo lo que lo que necesitamos".
La vida allí es dura pero tranquila. Los jóvenes y Don Mauricio, que tiene 71 años, se encargan de cuidar los animales, de ir a buscarlos cada vez que se pierden en la cordillera, de esquilar las ovejas cuando es época, vacunarlos o darles sal a las vacas. Los chicos también cazan lo que el clima le permite; desde liebres, ardillas y zorros hasta pumas o guanacos cuando la nieve los obliga a bajar de las cumbres para buscar alimento.
La leña la obtienen de los árboles de la zona, muchos de los cuales fueron plantados por ellos o sus antepasados y la transportan en un carro de bueyes que ellos mismos fabricaron. Es un trabajo extra el que tiene esta familia; la leña que reparte el municipio no llega hasta esta zona en el que la temperatura es la más dura de todas. En Abril, cuando comienzan las nevadas que alcanzan a medio metro, todo tiene que estar listo para pasar el invierno.
Carmen se encarga de la cocina, la
huerta y de los animales de corral. A la hora del mate o de comer, ella
es la voz cantante, y sus historias -que por regla, siempre dejan alguna
enseñanza- son las que mantienen vivas la cultura Mapuche en el
seno familiar.
La existencia parece cerrarse en
un círculo donde todo se integra y tiene utilidad. Eduardo, por
ejemplo, mezcla todo el tiempo y sin que nadie le diga, el juego con el
aprendizaje del trabajo. A la rastra de Rogelio va a arrear a los animales,
y después se sigue divirtiendo arriando las gallinas o los gatos.
Ayuda a cortar leña, carnea una liebre para darle de comer a los
perros, sabe montar a caballo y juega a ensillar un travesaño
de madera que hay en el galpón.
Para nuestra sociedad consumista -que educa receptores de televisión-
la vida de Eduardo sería quizás un crimen.
Él mismo parece opinar lo
contrario; en la eterna semana que compartimos con su familia no lo dejamos
de ver sonreir ni un instante.
Y en esa rostro niño que ya
conoce el trabajo y el viento, vemos reflejados los rostros de los miles,
de los millones que como él, nacieron y crecieron siendo gente de
la tierra. Mirándolo a lo ojos, uno termina de entender lo que quieren
decir Carmen y Rogelio cuando repiten que " aca nacimos, y aca vamos a
morir".
Dimos la vuelta entera, pero seguimos acá.
Cuando Doña Carmen nos relata su vida llena de peripecias, las imágenes el pasado parecen repetirse cada vez. Ella nació aquí, sin alambrados, zapatillas o pantalones. Los primeros techos eran de cuero, las botas de potro y la ropa la tejía su madre.
A veces, cuando calla, la tierra misma cuenta en silencio su historia; los tirantes de una casa abandonada y devorada por el fuego, una arboleda muerta; un revoltijo de piedras en un pampa, apenas adivinada entre la maleza, son testimonios inmóviles del paso de sus antepasados por el lugar.
Su primer desalojo lo vivió cuando tenía 11 años, y lo que más le quedó grabado eran los ovillos de lana de lana cruda rodando por el cerro como piedras caídas. Dice que aquella mujer a la que le gustaba hilar se había plantado, pero que ya era tarde y que los milicos y el turco le derrumbaron la casa con el hacha de la familia.
Recuerda todavía esa larga jornada cargando chivos y lo poco que pudieron salvar hasta un campo vecino. Y luego los campamentos de chapa, las casas improvisadas con piedra y barro y las cuevas, donde todavía están las marcas de humo de los fogones con los que iluminó sus noches.
Hasta hace muy poco vivió así, dando vueltas en la misma zona y recién en 1994 se pudieron volver a instalar definitivamente en donde ahora quieren quedarse, simplemente por "ser nacidos y criados aca, nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos".
¿Desde cuando están allí? Para la historia de "los papeles" desde 1994, cuando la familia registró la marca que identifica su ganado en el Juzgado de Paz del Maitén. Oficialmente, las autoridades originarias y la comunidad entera ratificaron el derecho de Carmen Jones y Mauricio Fermín a ocupar el mismo lote en el que nacieron en 1998. El acta de la reunión es el único papel que la familia Fermín guarda como un tesoro.
En 1994, año en el que El Khasen perdió un juicio contra varias familias de la comunidad, parecía que la tranquilidad volvía a reinar en la zona, pero en el 2000, imprevistamente, el turco volvió a la carga con un juicio reivindicatorio en contra de los Fermín.
Los sufrimientos que Doña
Carmen creía terminados, volvían a empezar.
El derecho del conquistador, según los roquistas del presente.
El juez Colabelli es un hombre diminuto y pálido, pero refugiado atrás de su gran escritorio se siente firme y decidido. Recibe al visitante con un fuerte apretón de manos y habla moviendo los brazos para darle ímpetu a cada una de las palabras que -cree- aprendió a medir.
En público considera al caso Fermín como un conflicto más, entre dos individuos, uno de los cuales tendrá que pagar por su violación al código penal. Habla de clandestinidad, usurpación, del derecho a la propiedad y de la seguridad jurídica. En confianza se suelta, y confundido por la falsa sonrisa cómplice de su interlocutor, acepta que lo que él defiende es, nada menos, "el derecho de los conquistadores. "
Con un ademán de manos nos explica que "la historia es así, que los pueblos se conquistan uno a otros, y así avanzan la historia. Si les diera la razón a los Mapuche, sería como en España darle la razón a ETA".
Más en privado todavía, con sus hombres de confianza, el juez se relame con las ingeniosas pintadas que en la ciudad de Esquel lo comparan con Roca. Cuando las lee se siente en sus zapatos; un conquistador del presente.
Quizás por eso su juzgado se esforzó por hacer de la causa Fermín una causa histórica. Mandó a desempolvar miles de hojas de archivos, se quedó -y se queda- con sus empleados mas fieles trabajando hasta cualquier hora del día, y hasta se animó a salir en la tapa de los diarios haciendo declaraciones sobre la causa.
Poco importaron los argumentos de la defensa de los Fermín, que apeló a los derechos constitucionales de los pueblos originarios y planteó el problema como un caso colectivo y no individual, lo mismo que el INAI (Instituto Nacional de Asuntos Indígenas) que desde 1997 viene señalando el caso de Vuelta del Rio como un ejemplo de la complicidad estatal del abuso contra las comunidades originarias.
Ni siquiera importó que el 9 de Mayo del 2002 el fiscal de Cámara Raúl Falco pidió el sobreseimiento argumentando, sencillamente:
-Que no está claro en la causa
que la familia Fermín esté dentro del Lote 134.
-Que no tuvo que "violentar" nada
para entrar al predio, y que su presencia se notó mucho tiempo después
de estar establecidos, ya que la denuncia habla de una casa de adobe ya
terminada.
-Que público el conflicto
entre la comunidad y El Khasen y que la comunidad sostiene que las tierras
le pertenecen mas allá de los títulos que tengan El Khasen.
En su idioma técnico, el fiscal concluyó en aquel momento que "No advierto en Fermín una conducta dolosa...las circunstancias lo presentan como un sujeto inserto en un ámbito con pautas de propiedad comunitaria en la cuál prima la convicción que las tierras en litigio les corresponden desde tiempo inmemorial...de esta forma es que se introduce en ellas recién cuando cuenta con un permiso de la comunidad...".
Contra toda evidencia, el juez, el
pequeño juez, se siguió agarrando de notas y más notas
para ordenar, poco antes de irse de vacaciones, el "lanzamiento" de Mauricio
Fermín y su familia.
Aquí nacimos y aquí
nos quedamos.
El 15 de Marzo del 2003 amaneció brumoso. Cuando vieron llegar al operativo, la familia entera se metió adentro de la casa. Rogelio pidió que le muestren alguna orden de desalojo "se van y punto", contestó Branns, el oficial a cargo.
Doña Carmen intentó resistir, igual que su madre hace más de 40 años. Fue inútil; los policías eran 22, además del mismo El Khasen, y estaban decididos; hasta habían hecho un camino en el monte para venir a desalojar.
Entonces Doña Carmen se fue y nadie la pudo detener. Caminando, casi corriendo, recorrió toda la comunidad avisando a los vecinos para que vengan ayudar. Subió por arriba de los cerros que conoce de memoria para que no la puedan agarrar, y en su larga caminata se enteró que algunos vecinos, alertados, ya estaban viniendo.
Doña Fidelina y Doña
Segunda fueron las primeras en llegar. Una a pie, y la otra a caballo,
se enfrentaron ambas frente a frente con su propio pasado de desalojos,
y quizás por ello fueron las que lucharon con más energía.
Palmo a palmo corrieron con los animales para que no se los lleven a otros
campos, y cuando los perros de la policía se los llevaban arriba
del monte, eran sus propios cuerpos los que se ponían adelante para
obligarlos a volver.
¡India de mierda! dicen que gritaban los policías. "Mas vale que soy una india -sonríe mientras recuerda doña Carmen- sino no estaría acá".
Cuando llegaron la casa ya estaba derrumbada y el revuelto de barro, ropa y vajilla cargado en móvil policial. "Parecía que había un muerto ahí adentro, con todo revuelto". Los vecinos empezaban a juntarse de a poquito, y Don Mauricio y Rogelio se zafaban de la custodia policial para tratar de ir a buscar sus caballos.
A todos sorprendía la resistencia de las tres mujeres, sin saber quizás que todas y cada una de vivieron desde pequeñas la misma suerte que se les venía a presentar ahora, tantos años después.
Y la noticia comenzó a correr en toda la región; desalojan a familia mapuche derrumbando su casa. El río, la radio, los amigos, el viento; hacia los cuatro puntos cardinales se supo y desde los cuatros costados del monte comenzaron a llegar. Desde Esquel, de Trelew, de Comodoro, de El Maitén.
De todas partes los humillados, los desposeídos, los desalojados, llegaron a ayudar con lo que se podía. Tanta gente llegó, recuerda Carmen "que no alcazaba con seguir sacrificando chivos, así que una yegua tuvimos que carnear".
El desalojó se paró en dos días, y de a poco, al abrigo del fogón, el comienzo del invierno encontró a la familia Fermín devuelta bajo techo.
Se trató de un día histórico; por primera vez es mucho tiempo se paró un intento de desalojo, aun después de que la casa estaba demolida.
Ahora, meses después, mientras la nieve abre paso a la primavera, y todos y cada uno de ellos saben que en cualquier momento pueden volver. Mientras tanto viven, sueñan y recuerdan en el lote 134.
En una de las largas caminatas, es Rogelio el que sintetiza esta historia en pocas palabras. Nos cuenta que "aca alambraron todo lo que quisieron. Si era un lindo valle, le pusieron alambre por eso, si era una pampa hermosa, la cerraron por eso, y a nosotros nos dejaron entre las piedras, en los peores campos. Ahora parece que las piedras también tienen valor".
La gran presencia de cuarzo -lo que significa que también hay oro- en los campos de Vuelta del Rio, pueden ser una pista, y quizás una de las razones para que El Khasen, junto a funcionarios del IAC haya viajado a Buenos Aires para pedir 2 millones de pesos a cambio de no seguir molestando con las tierras.
Nuestro pequeño juez -dueño
también de uno de los 150 proyectos mineros que amenazan Esquel-
sabe eso. Lo que no sabe, todavía, es que "nosotros ya no somos
como los antiguos, sabemos que existen derechos y que no se respetan, y
vamos a hacer que no se la lleven tan de arriba como antes".
Textos y fotos: Sebastián
Hacher
Investigación periodística:
Hernán Scandizzo, Rodrigo Paz, Sebastián Hacher.
--------notas:
Gracias a : familia Fermín,
familia Curiñanco, familia Sepulveda, al longko Lorenzo Quiraqueo,
Mauro Millán, Manolo Macayo, a los empleados del juzgado de instrucción
de Esquel, y -sobre todas las cosas- al ñanku que en el camino nos
mostró su pecho blanco para poder seguir adelante.
Las fechas y referencias históricas del caso Fermín constan todas en el expediente nro 2000-13-2000 del Juzgado de Instrucción Único de la ciudad de Esquel. Las cifras que indican la cantidad de hectáreas repartidas antes durante y después de la campaña del desierto, pertenecen al libro "de Mitre a Roca" de Milciades Peña. El resto de los acontecimientos se reconstruyen gracias al testimonio oral de varios pobladores de la zona.
IAC significa Instituto Autarquico
de Colonización.