Se construye en medio de comunidad Calviu Santibano, y ofrecerá recorridos por el bosque, charlas sobre la cosmovisión indígena y artesanía en plata.

NICOLÁS GUTIÉRREZ La mitad del suelo es de barro; la otra mitad, de madera levantada apenas un par de centímetros del suelo. Al mirar el techo se ven una a una las tiras de paja que cubren los poco más de 40 metros cuadrados de esta ruca, que tiene cocina americana y el espacio para un brasero, en cuyas paredes cuelgan adornos mapuches, pero que tiene dormitorios, baños y ventanas. Ese espacio fue el punto de partida para el sencillo proyecto de etnoturismo que Rodrigo Santibáñez inició hace seis años en la comunidad Calviu Santibano, a 15 kilómetros de Nueva Imperial.

Santibáñez, nieto de uno de los antiguos loncos de la comunidad, después de años fuera de su comunidad, regresó, construyó la ruca "mixta", y sin publicidad consiguió centenares de clientes entre amigos de sus amigos y extranjeros. Ese impulso lo llevó al proyecto que hoy tiene avanzado en un 70%: Linkochewen, un "hotel" completamente mapuche, el primero de la zona.

La idea de una gran construcción en forma de ruca surgió hace dos años: "Partió como un albergue para atraer más gente y dar los mismos servicios: caminatas por un bosque nativo que tenemos cerca, o a ver los copihues. También llevamos a los visitantes a comprar miel donde una vecina, a poco más de un kilómetro, cruzando un arroyo. Con esas cosas simples hemos cautivado", explica Santibáñez, de 45 años.

El "hotel" es una construcción de tres pisos, de 300 m {+2} y capacidad para 33 personas. Es una ruca piramidal hecha de eucalipto, basada en una de las tres formas que tienen las viviendas mapuches, y que en este caso era la que más se adecuaba al proyecto. Santibáñez quiere ofrecer "una experiencia más completa", manteniendo los atractivos ya probados: el campo puro de La Araucanía, las comidas típicas y el contacto con sus vecinos.

En comunidad

La forma en que se ha avanzado en la construcción tiene también el sello propio del trabajo de las comunidades indígenas. Cornelio Santibáñez, primo de Rodrigo, ha sido el encargado de las obras, sin cobrar un peso. Tal como Enrique Currivil, un vecino que presta su carreta para llevar los materiales los días en que está libre. "Así somos los peñis; nos ayudamos", dice Rodrigo.

Santibáñez reconoce que hay otros emprendimientos similares en la cuenca del lago Budi, ubicado a 20 kilómetros, donde también hay complejos de cabañas con forma de ruca y puestos gastronómicos. Sin embargo, dice que quiere hacer la diferencia con detalles: además del sendero con copihues que ya tiene ideado, cuenta con un criadero con gallinas colloncas y conejos.

Las visitas a las autoridades ancestrales, como las machis, estarán incluidas en la estada para "entregar una idea exacta de los ceremoniales, de la cultura. Yo mismo daré las charlas", dice el impulsor del proyecto.

Otra novedad será la visita a una gütamchefe o componedora de huesos para que atienda las dolencias físicas de los turistas.

El hostal será inaugurado a fines de abril.

Ya confirmaron presencia las autoridades de la zona y el director nacional de la Comisión de Desarrollo Indígena (Conadi), Jorge Retamal.