Para "I am mapuche", el coreógrafo samoano Lemi Ponifasio y la artista Helen Todd realizaron en La Araucanía una residencia artística junto a 12 artistas mapuches provenientes de las letras, las artes visuales, el teatro, la música y la danza.
En Santiago a Mil la obra se presentará en el Teatro CA 660, del 15 al 17 de enero. "Hay un compromiso profundo, amistad y también inseguridades y sospechas acerca de mí... El juego no es acerca de la cultura mapuche, sino sobre cómo las personas que se llaman a sí mismas mapuches reflexionan sobre sus propias vidas y contemplan las nuestras", explica el renombrado director que fusiona teatro y danza convencional."A menudo enmarcamos las cosas de una manera que nos aleja de la responsabilidad. Referirse a la situación como un conflicto mapuche revela un lema propagandístico. Es un conflicto chileno. También es una invitación a Chile para volver a imaginarse en el mundo moderno. Chile debe seguir desarrollando un diálogo abierto si sigue profesando ser una democracia", enfatiza.
"Hace unos años, estaba bien que la Iglesia quemara hasta la muerte a los que fueron acusados de ser brujos, hace unos años el apartheid en Sudáfrica estaba bien, la esclavitud en EE.UU. estaba bien. Hace unos años muchos creían que una dictadura estaba bien en Chile, pero las cosas han cambiado. En estos recientes avances los humanos tomaron conocimiento, valor y paciencia, no un ejército o un Mesías. Tenemos que mirar nuestras fortalezas, crear un diálogo, encontrar el conocimiento y la visión de la forma en que todos vamos a vivir en los próximos 50 años".
"El arte debe cuestionar nuestras suposiciones"
Las producciones de Ponifasio incluyen "Tempest", serie de trabajos que responden a la escalada de poder y detenciones arbitrarias en un mundo post 9/11; "Birds with skymirrors", reflexión sobre nuestra relación con la Tierra en tiempos de cambio climático, y "Réquiem", comisionada para el aniversario de Mozart de Viena.
Sus obras han provocado controversia y llamado la atención alrededor del mundo. "El arte debe cuestionar nuestras suposiciones, no confirmarlas. Debe desafiar las creencias fuertemente sostenidas de cualquier sociedad... A veces el arte será preocupante, pero también lo hará la sociedad a la que está representando".
The Guardian lo describió como un "perturbador autoproclamado de la paz". "Si la paz significa silenciar a la gente, prefiero ser un perturbador", dice él.