Hay 27 mapuches en La Habana. Estudian Medicina en la Escuela Latinoamericana de Ciencias Médicas, y la mayoría de ellos nunca había salido de Chile antes viajar a la isla. Incluso, algunos de ellos, como Juan Carlos Reinao, ni siquiera sabían que existía Cuba. La Tercera en Internet, 5 de marzo de 2001
05 de Marzo de 2001 |
La
deficiente educación recibida en Chile ha sido la principal desventaja
La
vida de los mapuches que estudian medicina en Cuba
Tratando
de acostumbrarse al caluroso clima de la isla, 27 jóvenes indígenas
chilenos viven en La Habana becados por el gobierno de Fidel Castro, junto
a otros alumnos de escasos recursos de Latinoamérica y Africa. Una
vez que obtengan el título de médicos generales, volverán
a sus respectivas comunidades.
Gazi
Jalil Figueroa
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Reinao (25 años, técnico en madera), es de Huallapén Bajo, en Contulmo, VIII Región y llegó a la isla en junio de 1999. Es uno de los primeros chilenos que obtuvo la beca que hace tres años otorga el gobierno cubano a estudiantes de escasos recursos de Latinoamérica, Caribe y Africa, y aún no puede creer el tamaño de los zancudos y el calor que hace. "Cuando llegué la temperatura era de 30 grados para arriba, vivía todo el día con la ropa mojada de tanto transpirar", cuenta.
La beca -que cubre los seis años de la carrera, el alojamiento, la comida y el transporte, salvo los pasajes aéreos- surgió tras gestiones realizadas por la presidenta del PC Gladys Marín y el sociólogo Tomás Moulián. Y el interés de los jóvenes ha sido tal que la semana pasada llegó la tercera generación de mapuches que saldrá, como el resto, con el título de Médico General Integral.
En las aulas, para ninguno ha sido fácil estudiar la carrera, especialmente porque, en general, cargan con un pobre nivel educacional conseguido en escuelas rurales y liceos fiscales.
Hasta ahora ninguno ha abandonado sus estudios ni ha repetido ramos, pero reconocen que tienen problemas. "Me ha ido regular por el nivel de exigencia que hay", dice Giglida Huaiquil.
Froylán Avendaño (20 años), de Temuco, añade que "no me ha ido bien, pero tampoco mal", mientras que Carolina Neculpán (22 años), de Ercilla, relata que tuvo algunas dificultades para comprender bioquímica durante el primer semestre.
Gritos
Les gusta La Habana, la alegría de su gente, pero admiten que el cambio en las comidas ha sido un prueba difícil de superar. "Yo estaba acostumbrado a las sopas, las cazuelas del campo, las tortillas de mi mamá, en cambio la comida aquí es seca, se toma poca sopa por el calor, harto arroz congrí, pero ahora ya me acostumbré, aunque siempre se extrañan las comidas de la casa, sobre todo la harina tostada y el merquén", dice Reinao.Lejos del sur de Chile, donde se sienten víctimas de la marginación y ven la medicina como una manera de reivindicar a su pueblo, aseguran que quieren volver pronto para luchar por sus derechos y combinar sus conocimientos con la medicina mapuche.
En la escuela, un edifico de cinco pisos, viven, estudian, comen, juegan al fútbol y tienen compañeros de países como Honduras, Guatemala, Belice, Cabo Verde, Nigeria o Guinea Ecuatorial. "Yo vivo en un segundo piso con dominicanos y colombianos. Los dominicanos son muy ruidosos, ellos no hablan sino que gritan", señala Reinao.
La Escuela, que nació luego que el huracán Mitch desnudara la falta de médicos en países de Centroamérica y el Caribe, cuenta también con un hospital, laboratorios, peluquería, zapatería, sastrería, correo y transporte. "Todos esos servicios son gratis. Además, nos dan mensualmente 100 pesos cubanos, lo que equivale a 5 dólares, para nuestros gastos", explica Giglida Huaiquil (22 años), de Reñico Chico, en Lumateo, IX Región, hija de una machi.
"No existen ascensores para llegar al quinto piso porque los cubanos dicen que debemos acostumbrarnos a ser deportistas y es una forma de mantener nuestra salud", cuenta Inés Alcamán (22 años), de la comunidad José Miguel Raín, en Lumaco.
Encuentros con Fidel
Son admiradores de Cuba y de Fidel Castro, quien periódicamente visita la Escuela que él mismo fundó. "Es un viejito muy gentil, inteligente, como un padre", dice Avendaño.Juan
Carlos Reinao cuenta que "un día le di la mano y le dije que era
mapuche. En una oportunidad, incluso, entró a una clase de bioquímica
cuando estaban enseñando el ciclo de Krebs y él se puso a
explicarlo y dijo que no había que asustarse, que esa materia no
era difícil, que sólo había que estudiar bastante"
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