Quispe es uno de los dirigentes de la revuelta que volteó el gobierno boliviano, y ayer, en una conferencia de prensa resumió el ideario de la mayoría de los movimientos indígenas de América Latina. Los aborígenes latinoamericanos, con mayor o menor grado de organización, han empezado a hacer sentir su voz y buscan salir de un exilio que comenzó con la colonia española y que los mantiene relegados, realizando los trabajos más serviles. El Tribuno (Salta), 17 de diciembre de 2003. 

 
Bolivia. Movimientos indigenistas.
Salta, 17 de diciembre de 2003.

"Lucho para que mi hija no sea nunca tu empleada"

Así el ex guerrillero Felipe Quispe resumió el ideario indígena.


Quispe es uno de los dirigentes de la revuelta que volteó el gobierno boliviano, y ayer, en una conferencia de prensa resumió el ideario de la mayoría de los movimientos indígenas de América Latina. Los aborígenes latinoamericanos, con mayor o menor grado de organización, han empezado a hacer sentir su voz y buscan salir de un exilio que comenzó con la colonia española y que los mantiene relegados, realizando los trabajos más serviles.

En la cárcel, donde pasó cinco años de su vida, Quispe respondió así a la interrogante de por qué se había dedicado a dinamitar torres eléctricas con el Ejército Guerrillero Tupac Katari. En septiembre, ya como diputado, empezó una huelga de hambre y comandó un bloqueo de caminos que derivó en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en los que murieron 56 personas. El esfuerzo fue apoyado por el ex militar peruano Antauro Humala, quien, según dijo, envió a reservistas de su país a coadyuvar en un corte de carreteras para protestar por la exportación de gas a Norteamérica.

Humala habla de una "Internacional Incaica", con indígenas de Bolivia y Ecuador, donde se encuentran las organizaciones más fuertes y politizadas de aborígenes. Las ecuatorianas expulsaron al gobierno de Yamil Mahuad en 2000, y las bolivianas tuvieron gran protagonismo en el derrocamiento de Sánchez de Lozada. Es claro que en ellos se ha abierto una sed que apunta no sólo a desocupar el poder, sino a tomarlo.

Los movimientos que protagonizaron tienen múltiples cabezas y facciones, y a pesar de que los ecuatorianos hablan de "una ciudadanía distinta" para el indígena, parece evidente que el poder divide a sus dirigentes, como a los políticos tradicionales a los que rechazan. Los orígenes de los movimientos están generalmente vinculados con la demanda de tierras. Y crecen con un llamado vehemente al reconocimiento de su dignidad y de su identidad, al tiempo que traten de fortalecer la "frontera étnica", según el sociólogo peruano Ramón Pajuelo.
 
 

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