Constataron que parte de las dos mil hectáreas que forman la propiedad se encuentra desmontada por los ocupantes ilegales. El chaman de la comunidad, Karai Poty o Porfirio Benítez, expresó su preocupación cuando contó que “los intruchos ya tumbaron 200 hectáreas de monte y sólo quedan capuerales”. A diferencia de otros casos de ocupación ilegal de tierras en la provincia, estos instrusos no son personas instaladas en el lugar en forma permanente. Conforme a lo expresado por Karai Poty, “esa gente es comerciante de Iguazú. Tenemos antecedentes que los hermanos aborígenes están siendo amenazados por los intrusos para que a través del temor que les infunden, salgan de esas tierras”. Para el chamán mantener el monte nativo es casi una obsesión. Piensa en convertir las dos mil hectáreas en un reserva natural para que “en el momento que haya un cambio de cacique (éste) no haga un mal negocio, que nadie toque el monte”. Territorio Digital, Posadas (Misiones), 22 de marzo de 2003.
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Conflicto. La denuncia por usurpación de tierras debe hacerla la Asociación ante la justicia. Ecología está al tanto.
Territorio Digital, Posadas (Misiones),
22 de marzo de 2003.
Guaraníes denuncian la ocupación de sus tierras
Ubicación
geográfica
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Llegar a la comunidad es imposible en días de lluvia. El camino es angosto y con vegetación alta que lo hacen transitable sólo en vehículos todo terreno. A la distancia, en el característico paisaje de la zona norte, se puede ver un cerro, casi solitario, donde viven los mbya de Tekoa Pyahu. En forma provisoria la comunidad se asentó a la vera de un camino que conduce a la casa de unos de los cuidadores intrusos, pero tienen planeado trasladarse a un lugar más alto del cerro, que está ocupado por los intrusos. |
Constataron que parte de las dos mil hectáreas que forman la propiedad se encuentra desmontada por los ocupantes ilegales. El chaman de la comunidad, Karai Poty o Porfirio Benítez, expresó su preocupación cuando contó que “los intruchos ya tumbaron 200 hectáreas de monte y sólo quedan capuerales”. Según estimaciones de los mismos aborígenes las que desmontan son unas 20 personas que se dedican a plantaciones anuales.
Planteado el conflicto a principios de febrero el asesor jurídico de la Dirección de Asuntos Guaraníes, Ovidio Córdova, dijo al respecto que “efectivamente se constató la presencia de los intrusos y cada uno explota ilegalmente entre 60 y 70 hectáreas”. Agregó que “tenemos antecedentes que los hermanos aborígenes están siendo amenazados por los intrusos para que a través del temor que les infunden, salgan de esas tierras”.
A diferencia de otros casos de ocupación ilegal de tierras en la provincia, estos instrusos no son personas instaladas en el lugar en forma permanente. Conforme a lo expresado por Karai Poty, “esa gente es comerciante de Iguazú”. El chaman destacó que no son vendedores los que cuidan las tierras usurpadas, desmontadas y puestas a trabajar, sino que “tienen personal que cuida la chacra, ellos viven en Iguazú, cada tanto vienen y miran”.
Cuando los mbya llegaron a la propiedad
que les fue entregada por el Estado, encontraron las tierras desmontadas
con “algunas chacras que tenían mucho zapallo, para la venta en
el pueblo, porque ellos tienen negocios”, aseguró el chaman.
Los antecedentes
Las tierras de Tekoa Pyahu fueron donadas a la Asociación de Comunidades del Pueblo Guaraní por el Estado provincial a través de la ley 2704 del año 1986, junto a otras parcelas ubicadas en distintos puntos de la provincia, que en total suman siete mil hectáreas. Entonces, al estar de lo señalado por el mismo funcionario de la Dirección de Asuntos Guaraníes, “la que debe realizar la denuncia de usurpación de tierras es la Asociación de Comunidades del Pueblo Guaraní, porque sus integrantes se encuentran legitimados para hacerlo”. Aunque el funcionario aseguró que van a “poner en conocimiento del juez para que a través del relevamiento que nosotros hagamos interceda la justicia ”.
En tanto, la Asociación Guaraní hasta el momento no realizó la denuncia correspondiente. Su presidente, Javier Villalba, fue entrevistado telefónicamente en febrero desde la emisora provincial LT 17. En la oportunidad afirmó que “se tuvo que renunciar a esas tierras para adquirir otras, por ejemplo las de Pozo Azul”.
Estas declaraciones se contraponen con el espíritu y lo establecido por la ley 2704 que es clara en su artículo tercero al establecer la “prohibición de arrendar, subdividir, y/o transferir a terceros los inmuebles donados”. La nombrada legislación también obliga a que se respete la ley de protección de bosques, “no pudiendo el monte natural ser objeto de contrato de explotación a terceros”.
Por su parte los miembros de Tekoa Pyahu no están habilitados para realizar la denuncia, pues no son los propietarios directos del terreno, pero para tratar de encontrar una solución solicitaron la intervención de la Dirección de Asuntos Guaraníes.
Según Ovidio Córdova
el problema fue expuesto ante el Ministerio de Ecología “porque
están desmontando dos mil hectáreas. Elevamos un informe
para que el ministerio provincial interceda con la problemática
de la extracción, apeo y rozado ilegal que perjudica la masa boscosa
nativa”.
Volver al hogar para protegerlo
El anhelo de la comunidad Tekoa Pyahu es preservar su cultura, costumbres y religión heredados de sus ancestros. Para ello indispensablemente deben regresar a la selva. La comunidad está conformada por siete familias que anteriormente vivían en la aldea Yryapu, en Iguazú, y están liderados por el chamán Karai Poty.
Jachuka es una de las mujeres que volvió al monte junto a uno de sus hijos. Tiene más de 40 años y al ser consultada sobre su conformidad con cambio de hábitat dijo que “estamos mejor, venimos para no olvidar, todavía nos acordamos”. Pará, otra de las mujeres, fuma una pipa mientras comenta una receta de tatú que obtienen los niños a través un monde (trampa) en el monte.
De todas las actividades que realizan, a los jóvenes varones les toca recorrer el monte donde obtienen frutas silvestres, miel y animales, como tatú y chancho del monte, entre otros.
Hoy la preocupación del líder espiritual del grupo es que hay muchas comunidades que están cerca del pueblo. El exceso de contacto con el hombre blanco hace que su cultura se pierda. Karai Poty dice que “hay muchos mbya que ya no quieren volver al monte”, aunque tengan posibilidades.
Para el chamán mantener el monte nativo es casi una obsesión. Piensa en convertir las dos mil hectáreas en un reserva natural para que “en el momento que haya un cambio de cacique (éste) no haga un mal negocio, que nadie toque el monte”.
Las tierras que quiere proteger hoy están invadidas por intrusos que devastan el monte. Por eso habló sobre la urgencia de desalojarlos y espera “que la gente deje el lugar y aprovechar entonces para plantar en los lugares que ellos desmontaron”.
También asegura que su comunidad
no desea realizar ni un desmonte más: “ya basta, nosotros queremos
lo que queda (de bosque) para nuestros chicos, para nuestros nietos, tataranietos,
que sigan creciendo plantas para medicinas. Nosotros vemos que cada año
encontramos más poca medicina natural, porque en muchos lugares
esta destruido el monte y eso no se recupera más. Acá hay
mucho todavía”.
Próximo objetivo: el opy
Para los miembros de la comunidad urge construir un templo para poder bautizar a los niños. “Estamos muy contentos con esa nueva tierra, ahora hay oportunidad de tomar este lugar para vivir y mantener costumbres, nuestra religión”, asegura Karai Poty. “Ahora empezamos de a poco, antes de diciembre queremos tener un templo grande, se esta complicando un poco el tema con la gente que esta intrucho, nosotros queremos ocupar ya ese lugar”. (El opy es el templo en el idioma mbya y el chamán es el opygua).
La urgencia por construir el templo está en que los niños son bautizados después de cumplir el año, entre los meses de enero y febrero. También los mbya realizan el bautismo de las plantas, a lo que Karai Poty señala que “es nuestra obligación hacer cada año. Se puede bautizar maíz, cuando hay un choclo se aprovecha y se bautiza a los chicos juntos, pero en el templo”
La ceremonia se realiza en el opy, o templo, que es construido de madera de pindó recubierta de barro. Luego se techa con hojas del mismo árbol. El opy generalmente es grande, porque allí debe caber toda la comunidad. Este templo está ubicado en el monte, alejado de las casas.
También en el mismo ritual
el opygua cuenta la vida que le va a tocar a cada uno, el futuro.
Con los “intruchos” en su propiedad
podemos adelantar que este futuro es negro, por un problema creado por
blancos. Queda en manos de hombres blancos impedirlo.
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