El trabajo no nos permite nada, el aislacionismo propio del trabajo de casa particular no permite un desarrollo dentro de lo sindical, sufrimos leyes discriminatorias que no tienen sentido. Nuestro sueldo base es el 75% del de cualquier otro/a trabajador/a de este país. Nuestro "fuero maternal" no contempla la necesidad de amamantar, nuestras jubilaciones después de una vida llegan a ser inferiores a los subsidios estatales, etc. Cuando volvemos a la familia primigenia en los entornos rurales ya somos ajenas, tenemos otras costumbres, otra delicadeza y otra sensibilidad. Se nos hace sentir esa diferencia que llega a ser muy dramática cuando termínanos nuestra vida laboral. Nuestro destino es el desarraigo y la soledad. Ya no podemos esconder la cabeza, la realidad nos obliga a asumir que en el destino de nosotras, las mujeres trabajadoras de casa particular, se juega parte importante del destino de nuestra cultura.