El fotógrafo recorrió desde Concepción hasta Chiloé para inmortalizar a familias y comunidades mapuches. Ahora, compila los frutos de su extenso trabajo en el libro "El mapuche con buenos ojos".

¿Cómo podía ser que todas las imágenes parecieran postales? ¿Por qué sus autores les habían pedido a los retratados que se pusieran, para la foto, ciertas ropas y joyas? ¿Cómo eran esas las mejores referencias del pueblo mapuche? Se preguntó Lincoyán Parada (1947) a comienzos de los años 90 y al mirar instantáneas tomadas en nuestro país, entre los años 30 y 40. Como chileno de sangre huilliche, como implacable fotógrafo de múltiples escenas, pero más aún de relaciones humanas y de comunidades con identidad firme, decidió entonces emprender un proyecto delicado e, igualmente, extenso: actualizar la iconografía mapuche, pensando en todos los habitantes de Concepción a Chiloé.
Comenzó en 1993. Jamás quiso simplemente disparar su cámara. Lo suyo pasaba por involucrarse, compartir y, dentro de lo posible, ser uno más de cada familia. Así, a lo largo de más de una década -con apoyo del Fondart-, Parada se instaló en varias rucas y comunidades. En todas colaboró con los trabajos del campo, lo sentaron a la mesa con honores, participó de rituales -como el guillatún- y, algo relevante, nunca fue tratado como un huinca lejano. "Descubrí mi propia identidad, que también es mapuche. Encontré al mapuche que llevo dentro y que, sin saberlo, me llevó a investigar su vida. Al comienzo deambulaba, los conocía; desde mi perspectiva veía una sociedad muy distinta de la nuestra. Fue eso lo que me hizo hallar escenas visualmente atractivas", comenta el autor, quien en sus inicios aprendió del maestro Bob Borowicz y hasta el día de hoy participa en el Foto Cine Club de Chile, otro sitio donde él se formó en los 70.
Los frutos del trabajo de Lincoyán Parada, que involucró un nexo estrecho y fue avanzando capa a capa hasta llegar a lo más íntimo, se vieron después en sucesivas exposiciones a lo largo de Chile -de Arica a Chiloé- y, también, en otros países, como El Salvador, China, Corea del Sur. Y ahora, él publica un completo libro que transita por más de diez años de investigación, viajes y fotografía. "El mapuche con buenos ojos" tiene tapa dura, 155 páginas y cientos de imágenes separadas por temas, como la familia, los ritos, las mujeres, los caciques. Y, asimismo, reúne textos del poeta Elicura Chihuailaf, el periodista Luis Alberto Ganderats, y de los antropólogos Sonia Montecino, José Bengoa y Rolf Foerster.
"Las exposiciones pasan. En cambio, este libro será un documento eterno sobre los mapuches y mi trabajo. Contiene la imagen renovada que busqué", enfatiza Parada. Está orgulloso de su publicación -que pronto estará en librerías y centros culturales-, pues siente que cumplió su objetivo y, más, porque incluso estableció vínculos a partir del cariño y el respeto.
En la misma línea, Chihuailaf escribe: "Las bellas fotografías de Parada son, en esta serie, absolutamente comprometidas. Me parece que desea dejarnos muy en claro que su decisión de recorrer -cámara en mano- nuestra región mapuche no fue para capturar imágenes de un otro, sino para fotografiarse a sí mismo y a su mundo, el mundo que también le pertenece. ¿Para qué sirve el arte, para qué se ejerce, si no también para encontrarse? Eso nos está diciendo".
Daniela Silva Astorga
Cultura
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