Sandra Romero, veterinaria, junto a trabajadores sociales, ingenieros agrónomos, y maestros, promotores y dirigentes rurales, es responsable de articular el trabajo de las 30 organizaciones aborígenes que integran la Red Puna. El proyecto aglutina a más de 1200 familias de 70 comunidades rurales, esto significa unas 7000 personas involucradas en el desarrollo de la región. En la Puna Norte, en los últimos tres años, unos 40 pequeños productores se beneficiaron con préstamos de un fondo rotatorio que en ese tiempo distribuyó cerca de 20.000 pesos. La Nación (Buenos Aires), 31 de agosto de 2002. 

 
 

La Nación (Buenos Aires), 31 de agosto de 2002.

En Jujuy, la Red Puna, integrada por unas 30 organizaciones rurales, trabaja para motorizar la economía y

Revalorizar la vida comunitaria


Unas 1200 familias coordinan sus esfuerzos para optimizar las condiciones
productivas y comerciales, entre otros aspectos


    • El asesoramiento técnico y la formación de dirigentes son sus estrategias
    • Luchan por la seguridad alimentaria, la atención médica y la continuidad educativa
    • Cecilia de Benítez, pastora de la Puna, participa del censo ganadero; la falta de pasturas y el frío intenso ralean su rodeo. Foto: Pilar Bustelo/Enviada especial.
      Revalorizar la producción de maíces andinos es uno de los objetivos de la Red Puna. Pilar Bustelo/Enviada especial.

CHALGUAMAYOC, Jujuy.- El sol cae severo sobre los cerros. El viento levanta la tierra y empapa de sequedad las caras, las manos, los pies. Ese silbido, que corta el silencio, erosiona este desierto de pastos duros y rocas milenarias.
Ríos de piedras cavan fosas que sólo cubrirá el agua en el escaso tiempo de lluvias. Casas que parecen emerger de la tierra delatan la precariedad material de la vida a 50 kilómetros al sudeste de La Quiaca. Aquí, la ganadería trashumante de ovinos, caprinos y camélidos es la única alternativa de subsistencia.

En este contexto, Cecilia de Benítez dice: "Yo me entrevisto con mis ovejas". Es su forma de graficar la soledad. El tiempo, en su caso, no lleva el nombre de los días, sino el ritmo del andar por los cerros. "Por ese caminito se ha ido una llamita que crié a leche. Tal vez se la haya comido un puma. Casi he llorado", lamenta Cecilia.

Sandra Romero, veterinaria, ha venido a censar la majada. Ella, junto a trabajadores sociales, ingenieros agrónomos, y maestros, promotores y dirigentes rurales, es responsable de articular el trabajo de las 30 organizaciones aborígenes que integran la Red Puna.

El proyecto aglutina a más de 1200 familias de 70 comunidades rurales, esto significa unas 7000 personas involucradas en el desarrollo de la región.

Durante el recuento del rodeo, Cecilia cuenta: "Eran 200 cabezas pero no sé cuántas habrán quedado. Para mí es un dolor que se mueran. Ellas son mis padres y mis madres, por ellas me pongo un pantalón y un sombrero, por ellas me alimento", describe. "Tendré que comer tierra si pierdo la majadita", dice. El frío y la falta de pasto, cuenta, ralean su rodeo. "No tienen alimento y se van muriendo", señala. "Así es la vida aquí -agrega-, medio triste, pero más tranquila."

Cecilia es "clase 50", y no sabe escribir más que su nombre. Hace 5 años que su marido quedó desocupado, trabajaba en el Ingenio San Martín. Tiene 8 hijos, pero sólo dos dependen de ella. Camina hasta 12 horas diarias arreando ovejas y cabritos, en busca de vertientes de altura. "A veces ando tanto que me duelen los huesos. Cuando me canso no puedo ni comer", describe.

La veterinaria interroga a Cecilia sobre el manejo ganadero. Hace 10 años que hizo el último corral de piedra, siembra pasturas en dos y media has, no tiene refugios en altura, accede a los bañaderos comunitarios para desparasitar el rodeo, pero no tiene fondos para comprar los productos veterinarios, no esquila las llamas.

Cada 15 días "la doctora" visita esta comunidad. El trabajo de campo, explica Sandra, permite comprobar el desajuste entre la carga ovina y la receptividad del pastizal. En los rebaños hay un alto porcentaje de animales improductivos, la relación machos/hembras se aleja bastante de la óptima, no hay planificación de las pariciones (lo que trae como consecuencia el elevado índice de mortandad de los corderos), la falta de selección de vientres se traduce en estancamiento genético, y la sanidad preventiva es deficiente.

"La poca importancia que se asigna a las llamas y alpacas, como fuente de ingresos reales a partir de la comercialización de fibra y carne habla de un retroceso cultural", evalúa la veterinaria. Mantener la potencialidad de la región, asegura, depende de una optimización de la producción animal y de la organización de las comunidades para sostener los cambios en el tiempo.
 

Problemas compartidos

 Elaboración a gran escala, desafío regional. Pilar Bustelo/Enviada especial
Desde Abra Pampa se fortalece el agregado de valor a las fibras autóctonas. Pilar Bustelo

Tras "la doctora" irá Martina Abracayte, promotora en la Puna Norte, de la Asociación para la Promoción Integral (API). Hace 5 años que ella se encarga de recorrer varias comunidades de la zona para evaluar junto con los campesinos cómo mejorar las condiciones productivas, qué herramientas y materiales necesitan para acondicionar sus predios y de qué manera optimizar la venta de carne y lana.

"Necesitamos organizarnos y canalizar en proyectos los cambios que buscamos", explica Martina Abracayte.

En la Puna Norte, en los últimos tres años, unos 40 pequeños productores se beneficiaron con préstamos de un fondo rotatorio que en ese tiempo distribuyó cerca de 20.000 pesos.

"Tenemos todas las materias primas, pero nos falta capacitación", acota un productor de la zona. Reunidos para compartir una sopa sobre la base de harina de maíz y cordero asado, los hombres y mujeres que integran la Asociación de Pequeños Productores de la Puna comparten su preocupación por todo aquello que limita sus condiciones de vida. La escasez de agua es carencia histórica de la zona. La deserción escolar está ligada a la dificultad de las familias para costear la educación y, como consecuencia, a la migración de los jóvenes. La escuela de alternancia, cuentan, terminó dormida en un expediente. El ingreso familiar se vio restringido por el desempleo de los varones, tradicionalmente vinculados a ingenios, tabacales y minas. "El Estado se ha retraído. El cumplimiento de deberes y derechos quedó en manos de nadie", describe Sebastián García, ingeniero agrónomo, asesor de API. El fortalecimiento de las organizaciones de base, explica, es imprescindible para la promoción social. "La política debe entenderse como producto nacido de la comunidad", subraya.
 

"La necesidad es nuestra"

En San Roque, la fiesta del santo que da nombre a este pueblo enciende de música el viento. En la iglesia están prendidas las velas. Los rezos, apenas susurrados a las imágenes, dan al recinto el tono del secreto. Afuera, los hombres juegan a la taba y el alcohol impregna el espíritu de la celebración.

Enrique Lamas, dirigente de la comunidad aborigen El Morado, de este distrito, explica: "La necesidad es nuestra y nosotros debemos estar pendientes para resolverla. Ese es nuestro aprendizaje". Su palabra suena rotunda entre los hombres todavía fieles al silencio. Tiene un cuarto de hectárea, algunas gallinas "que cedió el Pro Huerta y que ya están abuelas", una represa y un invernadero, que construyó con fondos del Programa Social Agropecuario. Sus prioridades son la mejora de canales de riego (el agua recorre 3 kilómetros para llegar a las quintas) y la defensa de las tomas de agua (que peligran cuando crece el río Grande).

Su organización busca la revalorización de la producción agrícola (maíz, harina, papas, trigo, hortalizas) mediante la venta conjunta en mercados extrarregionales y también por la venta directa al consumidor final.

Enrique Lamas confía en que el trabajo coordinado de las comunidades rurales ayudará a todos a mejorar el ingreso familiar para cubrir la canasta básica de alimentos.

Entre las causas que lo desvelan, la más importante es la imposibilidad de alcanzar la mínima atención médica. "Acá vive el que puede y el que no, se muere. El gobierno provincial no garantiza el cuidado de la salud", dice. Los yuyos medicinales y el reposo son los únicos medios a su alcance para menguar el dolor físico. "Estamos acostumbrados a eso", señala.

La gestión de la personería jurídica fue su primer objetivo como dirigente. Con esa "herramienta" podrá gestionar la titularidad de las tierras que habitan desde tiempos inmemoriales.

El productor reconoce que su fortaleza consiste en "ser paciente para compartir... Cuesta hacer entender que los cambios sirven". Lo decisivo será, en su opinión, "aprender a conseguir recursos incluso dentro de la comunidad, no esperar a que otros los traigan."
 

Por Analía H. Testa
Enviada especial
 

Misterio y cultura

Es misterio lo que se palpa en el habla y en el silencio del hombre andino. Viajar a la Puna y la Quebrada es descubrir caras rozadas por un susurro de eternidad disfrazado de viento. La línea de tiempo, para el hombre acostumbrado a la altura de los cerros, no ancla en el presente personal. La búsqueda de trascendencia sostiene el trabajo diario. El arraigo no expresa necesidad de posesión, sino integración al mundo natural. La Red Puna se distingue por el respeto a este perfil cultural.
 

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