s guaraníes se encuentran en inusuales (o acostumbradas) diferencias entre blancos. Un alemán, la reconocida consagrada de la Pastoral, Iracema Mattje, y un administrativo del hospital de esta agitada localidad, protagonizan una lastimosa situación que genera una sólida división en el pueblo, que además convive con la pelea de los candidatos para las elecciones de septiembre y las impresionantes obras de la ruta costera 2 y el acceso a los saltos del Moconá. Territorio Digital, Posadas (Misiones), 3 de agosto de 2003. 

 
CONFLICTO - Herbert Hartmann decidió finalmente negarle el envío de dinero a la comunidad porque siguen recibiendo ayuda de la religiosa Iracema Mattje.

Territorio Digital, Posadas (Misiones), 3 de agosto de 2003.
 

La aldea Pindó Poty ya no recibe la ayuda del alemán

Los paisanos tuvieron que elegir, aunque no es su costumbre. Obligados por las necesidades, dos caciques tomaron distintas opciones. Y una de las aldeas, pagó caro por el voto. Ahora, un administrativo del hospital, es la mano derecha de la Asociación Alemana Ayuda al Guaraní.


El porqué
“El año pasado, la Asociación, a través de mi esposa, requirió a Iracema Mattje en largas conversaciones telefónicas, las concreción de los objetivos para los cuales era enviado, entre ellos la comida escolar, factor determinante y mayoritario, en los padrinazgos que esta Asociación recibe, la respuesta de Iracema Mattje era siempre la misma: “tener paciencia, está lloviendo, etcétera...”. 
“En Alemania se confía en las hermanas religiosas, realizan caridad a través o en concordancia con sus tareas o votos religiosos...”.
Parte de la carta envíada por Herbert Hartmann y publicada en El Territorio el pasado 20 de julio de este año.

Decisión. El cacique Alejandro Benítez (sentado a la izquierda) dialoga con Iracema Mattje, mientras parte de la aldea, está atenta.

Para las maestras. Durante diez días en el mes, duermen aquí.

Un largo camino. El acceso a los Saltos, la entrada para llegar, finalmente, a las aldeas Jejy y Pindó Poty.

Aprendiendo. Los guaraníes de la aldea Jejy finalmente se decidieron por crear huertas.

El Soberbio. Los guaraníes se encuentran en inusuales (o acostumbradas) diferencias entre blancos. Un alemán, la reconocida consagrada de la Pastoral, Iracema Mattje, y un administrativo del hospital de esta agitada localidad, protagonizan una lastimosa situación que genera una sólida división en el pueblo, que además convive con la pelea de los candidatos para las elecciones de septiembre y las impresionantes obras de la ruta costera 2 y el acceso a los saltos del Moconá.

Desde el mes de marzo esta situación viene arrastrando a muchas personas allegadas a uno u otro sector. En el primer día del mes de junio, poco después de la visita del alemán Herbert Hartmann a las aldeas, El Territorio presentó el conflicto y adelantó que la aldea Pindó Poty podría quedarse sin la ayuda económica de la fundación que preside Hartmann, pese a que él mismo había prometido la construcción de un comedor comunitario. Y finalmente, sucedió lo primero.

“Yo no quiero saber nada... el cacique soy yo, el alemán quiere que elijamos... y bueno, Iracema siempre nos ayudó y yo no quiero saber nada del alemán”, asestó Alejandro Benítez, el líder de Pindó Poty, comunidad compuesta por 17 familias y un total de 72 personas, que clama por ayuda para poder organizarse definitivamente en el terreno que eligieron para vivir. Alejandro, el cacique, no duda en dar su apoyo a Iracema. Como tampoco vacila en dudar de Mario Acuña, la nueva mano derecha de Herbert Hartmann, a quien conoció mediante el conflicto, tal como él mismo lo escribió en la carta que se publicó en El Territorio el pasado 20 de julio. Y mediante el maestro Norberto Benítez, escribió una carta dirigida al propio Acuña, por si éste mintiera cuando El Territorio hablara con él:
Pindó Poty 29 de julio de 2003
Cacique Alejandro Benítez de la comunidad Pindó Poty
Una nota para Mario Acuña
Cacique Alejandro Benítez reclamó para periodista que Mario Acuña nunca visitó a nuestra comunidad y siempre controla lo que hacemos nosotros. Iracema siempre visita dos comunidades. Usted quiere ayudar solo una comunidad. De mi orden periodista. Trabajan.

La carta fue entregada como prueba fehaciente de que la decisión del alemán despertó en los paisanos una decisión poco común en ellos, pero a la vez, que son incapaces de prohibir. “Yo no puedo prohibir a Iracema que visite nuestra comunidad, no puedo”, dijo un muy sincero cacique.

En la aldea Pindó Poty, las maestras Quiqui y Marina, también hermanas, ya no perciben el sueldo de 100 pesos cada una porque el alemán decidió retirar la ayuda para no estar involucrado con Iracema. Tampoco el maestro guaraní, Norberto Benítez recibirá su sueldo de la fundación. Pero las hermanas igual asisten una vez al mes durante diez días a la aldea, en donde duermen en una precaria construcción de madera y paja, en la que apenas caben dos pequeños colchones. Tras esa estadía, sus cuerpos son el ejemplo de su blancura: picaduras varias, hinchazones y sin fin de rastros de los insectos.

Pocos kilómetros antes, en la aldea preferida por el alemán, la Jejy, su cacique, Juvenil Sosa, mostró su duda a la hora de definir la situación. Además, víctima de una caída o algo similar, que provocó una seria lastimadura en uno de sus tobillos, dijo: “El alemán me paga la operación... sale 800 pesos. Yo... mire, sí, hablemos, sí, el alemán nos ayuda desde hace siete años... hace memoria. Y también ayuda Mario Acuña”.
La aldea Jejy, crece. Son 37 familias y un total de 204 personas. Y Asuntos Guraníes prometió una partida de 50 colchones y 50 frazadas.

Iracema igualmente visita la aldea y repasa las obras hechas en los últimos años gracias a las donaciones del alemán, que según él, rondan en los 150 mil dólares la aldea saludan a Iracema, pero nada hace dudar que el cacique hace lo posible para estar bien con uno y otro sector, hasta no hace mucho, socios en pos del bienestar de los paisanos.

En el pueblo, en el caso urbano de El Soberbio, el intendente Santiago Ferreyra, está al tanto del conflicto desatado por las dudas del alemán para con el manejo del dinero por parte de Iracema.
“Sí, sé lo que ocurre y me sorprende de manera. El alemán me vino a ver y me comentó que él estaba en un serio problema porque parece que Iracema no pudo comprobar en qué se gastaron 150 mil dólares... yo no puedo asegurar que ella haya o no hecho mal las cosas, no tengo pruebas, simplemente sé lo que todos sabemos, que es muy trabajadora y hace hasta lo que no puede. El alemán me dijo que seguirá ayudando, pero que no se involucrará más con Iracema. Me sorprende mucho esta situación. Nosotros no tenemos absolutamente nada que ver con esta situación, nunca nos involucramos. Sí, ayudamos a los guaraníes de Tecoimá, a través del Programa Social Alimentario. Y lo que ahora me llama la atención, que la asociación alemana eligió a alguien que no está dentro de institución alguna”.

Mario Acuña, administrativo del hospital de El Soberbio, es el elegido por Herbert Hartmann para recibir el dinero y seguir asistiendo a los de la aldea Jejy. Mario Acuña recibió a El Territorio en su despacho del hospital, pero se negó a ser fotografiado. “Nos conocimos porque yo instalé el equipo de rayos x que él donó al hospital. El había cuestionado el desempeño de Iracema y decidió darme a mí la confianza del dinero... después de todo, él es el dueño del dinero y fue su decisión... además si ella no pudo reunir los papeles que se le exigió... por algo será, no sé...”.
 

El inicio

Las aldeas Jejy y Pindó Poty, a unos 60 kilómetros al noroeste del casco urbano de El Soberbio, monte adentro, a orillas del río Uruguay. Casi 300 personas en total.
Desde hace unos siete años atrás, hasta que se desató el conflicto, el alemán Herbert Hartmann, de la Asociación Alemana Ayuda al Guaraní, se encargó de envíar dinero a nombre de la hermana Iracema Mattje, quien desde entonces empezó a tomar contacto con los guaraníes de forma más contínua y por tal, hasta pidió licencia en su desempeño religioso para poder dedicarse exclusivamente a asistirlos, ya que la ayuda del alemán, no era la única que recibía.

Desde distintos puntos del país, empezaron a llegar colaboraciones de todo tipo. Y ella, de acuerdo a las necesidades y prioridades, fue tomándose el trabajo de canjear las mercaderías, seleccionarlas y guardarlas para ocasiones de emergencias y hasta de separarlas para el hospital, en caso de mantas y remedios.
La aldea preferida desde un comienzo por el alemán, fue la Jejy, que decididamente, gracias a sus envíos y a la necesaria participación de Iracema, fue creciendo en forma sostenida. Cuentan actualmente con escuela, una sala de primeros auxilios, un comedor, un taller equipado con herramientas de todo tipo y un alambique para la fabricación de la citronella. Todas las construcciones de ladrillo y algunas casas de los guaraníes son de madera. Y hasta tienen un impecable sistema mecánico de bombeo de agua, aprovechado de una vertiente. Costó, pero tienen, una huerta, animales y algunos cítricos.

“Miren, yo simplemente hice mi trabajo como lo hago ahora y lo haré hasta que pueda seguir haciéndolo. No miento y ustedes podrán ver cómo lo hacemos junto a otras personas que también dejaron de percibir la ayuda de esta asociación alemana porque Harmann decidió hacerlo de un día a otro... si él supiera cómo duermen las maestras en la aldea Pindó Poty...”, empezó diciendo Iracema, mientras preparaba su apaleada Land Rover Defender, para iniciar el increíble camino a las aldeas, separadas por pocos kilómetros entre sí, en los soberbios cerros de este lado de la provincia.
 

Lo que es

El camino hacia las aldeas depara un montón de sorpresas, personajes e historias, que aunque para los lugareños parezcan cotidianas, son sin dudas los ejemplos de que vivir allí es digno de respeto y admiración, al margen del tener que acostumbrarse a la marginación y al olvido, entre otras tantas injusticas. Mientras las historias afloraban, Iracema se encargó, sin perder tiempo, de enumerar a todos quienes permanentemente vienen ayudando a los guaraníes, lugar exacto para hacerlo mientras el camino se hacía más angosto, y en varios tramos, simplemente el cielo no se veía. Era el sitio preciso para comprender que, cualquier ayuda, es una bendición. “El empresario arrocero de Curuzú Cuatiá que no quiere que se lo nombre, él, permanentemente está enviando arroz... sin ir tan lejos, esta semana envió mil kilos de arroz que los tengo que administrar bien porque hasta enero del próximo año no mandará más; la colaboración de Massalin Particulares, mediante Tabacos Norte; la Fundación Santa Clara, con sus médicos y bacteriólogos; el grupo Misioneros Laicos de Chajarí, Concordia y Colón, Entre Ríos y la Asociación Internacional de la Mujer en Argentina, mediante su presidente Rosscheen Fannel de Boyer, con ropa y mercaderías, colaboración especial para la construcción del aula satelital de la aldea Pindó Poty y el padre Daniel Petelín, también de Entre Ríos, y que ahora se encuentra en Sudáfrica...

La ayuda también llega, no en las mismas condiciones, a distintas escuelitas (o aulas satélites) de parajes aislados. En los papeles es una cosa. Estar en la lejanía del Alto Uruguay, hacer llegar las mercaderías, es una tarea que pocos se atreverían a hacer. Y no dando órdenes ni sectorizando por turnos o a quiénes.
 

El final

En las primeras semanas del mes de marzo, la visita del alemán a la tierra de sus beneficiados, no fue para bien, como contrariamente se debería haber supuesto. Todo ocurrió sin contratiempos como cuando se planifican buenas ideas. El alemán decidió cambiar de mano derecha. Iracema se convirtió en su enemiga. Muchos se prendieron detrás de él y empezaron a decir que Iracema vendía parte de las donaciones que recibía. “Yo no puedo darles estos zapatos con taco a las mujeres en las aldeas, por favor... miren lo que son...”. Iracema hace pasar a El Territorio a un cuarto lleno de ropas, zapatos, mercadería no perecedera y remedios. Muchas cajas con coquetos zapatos para mujer, que en cualquier ciudad valdría unos 50 pesos el par. “Estoy viendo cómo puedo canjearlos por zapatos que les sirvan o por otras mercaderías. También hay zapatos número 42, cuando sabemos que los guaraníes tienen pies pequeños....”.
“Yo no tengo nada que esconder”, dijo Iracema.

Al otro día debía ir al hospital a ver cómo era la salud de una guaraní, que no tuvo un parto normal. Igual como parece haber terminado la intención de ayudar a los paisanos.
 

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Posadas (Misiones), República Argentina

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