A través de alianzas con empresas crearon un proyecto frambuesero que sienta un precedente en la solución al conflicto mapuche y ofrece alternativas contra la pobreza. Para 2015, esperan vender sobre US$ 2,4 millones.

Jorge Reinao Necuñir es mapuche. Y está orgullo so de serlo. Pero para Jorge el orgullo de ser indígena no es suficiente. "Es que del orgullo no se vive", explica.
Por muchos años trabajó para la Forestal Mininco en la zona de Cholchol. Entre sus trabajos para la empresa estaba el ser mediador y vigilante en zonas de conflicto entre la empresa y comunidades que se enfrentaban por la tenencia de la tierra. Su trabajo era mejorar las relaciones entre los mapuches y la gerencia de la forestal.
A esas alturas la relación con sus empleadores se había vuelto cada vez más compleja, hasta que en 2007 lo despidieron. Salir de la forestal, cuenta hoy, lo obligó a reformular su camino. Se dio cuenta que le abría la puerta para convertirse en su propio jefe.
"Podía ser empresario sacando la fuerza de ser mapuche", dice. Si lo conseguía le permitiría apalancar el desarrollo no sólo para él y su familia, sino también para sus vecinos.
Se movió. Habló con los agricultores de distintas comunidades y formaron la cooperativa de agricultores mapuches Rewe (o Altar de la Machi), que hoy aúna a comunidades de Cholchol en la Región de La Araucanía, y de Tirúa, dependiente de Cañete, en la Región del Biobío.
La idea era encontrar a través de una iniciativa productiva una salida a la pobreza de las comunidades. Pero necesitaban recursos económicos que no tenían y decidieron recurrir a las mismas empresas que, hasta ese momento estaban asociadas al conflicto por la tierra. La tarea no era fácil precisamente. A través de los años lo que primaban eran las desconfianzas mutuas.
Lo consiguieron. Tanto que hoy, con apoyo no asistencial, compañías privadas, incluida la misma Mininco, tienen en marcha un proyecto de producción y exportación de frambuesas con el que pretenden pasar de la subsistencia a insertarse en la cadena de valor de la fruticultura nacional de exportación.
"El cambio de switch implica dejar de ser proveedores, para convertirnos en empresarios", explica Reinao.
Los resultados dicen que al ritmo de crecimiento y productividad que llevan, la proyección es que de aquí a tres años, el proyecto de Rewe alcance las 250 hectáreas de frutales, dé trabajo hasta a 2.500 personas en temporada, considerando cosechadores, empacadores y las otras labores de campo que requiere el cultivo, y venda sobre los $1.200 millones (US$ 2,4 millones), a mercados como Estados Unidos y Europa.
Su trabajo ya es observado desde localidades más lejanas como Collipulli, Victoria y Galvarino.
Según la Encuesta de Caracterización Económica de 2009, la IX Región es la titular en pobreza, con el 27% de su población en esa condición. En Biobío el 21% de los habitantes está en la categoría de pobre o indigente; de ahí la importancia del proyecto Rewe para apalancar el desarrollo. Y eso podría significar, además, una alternativa de solución para las tensiones entre privados e indígenas.
Limando desconfianzas
Arcillosa y pedregosa. Así se siente la tierra al caminar por la zona de Cholchol, ubicada a 53 kilómetros de la ciudad de Temuco. El camino es bonito, repleto de verde, de olor a tierra mojada, de árboles, y de praderas que no terminan. Pero al bajar de la camioneta, caminar por los suelos y conversar con las comunidades instaladas en la comuna, la postal habla de dureza y de mucho trabajo.
Los suelos en Cholchol por sus características requieren más esfuerzo y recursos para ser productivos, pero los agricultores mapuches le ponen ganas y empeño, porque es lo suyo. Es que ahí la historia de cada agricultor parte como mínimo con el abuelo del abuelo.
Precisamente la tenencia de tierra es uno de los factores que ha desatado los conflictos entre comunidades mapuches y propietarios y empresas no indígenas. Aún queda en la memoria el asesinato en 2009 del comunero Jaime Mendoza Collío; el baleo al teniente José Bustamante en mayo pasado, mientras vigilaba en el fundo La Romana del agricultor René Urban; o el niño mapuche de la comunidad Huañaco Millao, baleado en septiembre pasado.
Martín Coñoepán tiene una hectárea de frambuesas en Recopura Alto, en Cholchol. Hasta hace unos años el agua no abundaba, pero alcanzaba para regar y para el consumo de las comunidades. Pero eso cambió con la instalación de un bosque de pinos de Mininco, al lado del estero de Recopura Alto.
Hasta hace poco, el entendimiento entre comunidades afectadas y la empresa era nulo. Pero el proyecto de Rewe limó las desconfianzas y hace menos de dos semanas la forestal firmó una escritura de usufructo para ceder 12,5 ha de su propiedad para hacer una represa que solucionaría la falta de agua.
En Mininco confirman que las relaciones no siempre han sido miel sobre hojuelas, pero enfatizan que han mejorado en los últimos años, lo que ha implicado un aprendizaje y formas distintas de hacer las cosas en la forestal.
"Hemos aprendido a poner en valor la fuerza e importancia que tienen los proyectos que nacen desde las comunidades para apalancar sus propias iniciativas. Hoy con Rewe hemos generado las confianzas para interactuar conjuntamente dentro de un territorio, compartiendo nuestras visiones y respetando también nuestras diferencias", dice Augusto Robert, de Forestal Mininco.
Y también significa entender que los mapuches se mueven con parámetros distintos.
ser mapuche y ser empresario
Quillén significa luna en mapudungún. Los mapuches la observan desde tiempos ancestrales. Siguen su movimiento y sus fases y, de acuerdo a ello, toman decisiones agrícolas.De ahí, por ejemplo, que la siembra se ejecute cuando la Quillén está llena.
Eso lo desconocía Gerardo Orellana, gerente de la empresa Berries del Sur, cuando un grupo de la cooperativa Rewe, se le acercó para contarle del proyecto.
"¡Queremos surgir; no queremos plata, pero sí colaboración de empresarios de la zona! Es su obligación apuntalar nuestro desarrollo porque están en nuestro territorio", le dijeron.
Orellana vio tal convicción y organización en el proyecto, que ofreció donar 10 mil plantas de frambuesas. El problema fue que las llevó justo cuando no se veía la Quillén.
"No podemos plantarlas porque la Quillén no está llena; tendremos que esperar", le dijo con calma el grupo de agricultores de Cholchol.
Orellana los miró con sorpresa. Con el tiempo aprendió que para ellos tampoco es llegar y plantar o cortar un árbol. Antes, muchos mapuches hacen una oración a las plantas o llillipum, y piden a la ñem mapu o poder de la tierra, porque entienden a cada semilla como un ser vivo que debe ser respetado.
Finalmente las plantas se plantaron de acuerdo a las creencias. Y el proyecto de Rewe comenzó a concretarse en la tierra.
"Lo que están haciendo no es una solución parche, sino concreta, de sacar a la gente del conflicto y de la pobreza. Muchos mapuches se sienten sobrepasados, manipulados, engañados, y el plan se ve como una solución real a los problemas", indica Orellana, de Berries del Sur.
No al asistencialismo
Cuando los integrantes de Rewe partieron les faltaba todo. Desde las plantas hasta la plata para hacer inversiones en riego o arrendar maquinarias. No son, como la mayor parte de los agricultores pequeños, sujetos de confianza para los bancos.
Por eso decidieron buscar alianzas estratégicas con empresarios no indígenas de la zona.
E insisten en que lo que piden no es asistencialismo y sí un trabajo cooperativo con privados que apalanque el desarrollo de la zona.
Hoy sus principales aliados son San José Farms, que tiene más de 500 ha de arándanos y es uno de los planteles productivos más grandes en la venta de fruta fresca; Berries del Sur, que tiene 110 hectáreas dedicadas a berries y lleva 25 años en el mercado; Mininco, una gigante entre las forestales, con 776 mil hectáreas plantadas en el país; Masisa, líderes en la industria de tableros; además de la colaboración de compañías como la japonesa Volterra instalada en Cañete.
Con algunas empresas hay contratos y documentos legales involucrados; con otras, el acuerdo de palabra ha sido la forma de negociar.
"Los mapuches no tenemos en el ADN el tema de firmar un papel, nos basta con el acuerdo de caballero, de palabra", explica Reinao.
Desde San José Farms les han brindado la espalda financiera para que pidan créditos o les han arrendando un packing en Vilcún. Berries del Sur, les ha dado miles de plantas de frambuesas, las que la cooperativa se comprometió a pagar en cinco años. Mininco también colabora entregando ayudas como instalación de sistemas de riego por goteo, un tranque, asesorías y capacitación. En Masisa se han puesto con colaboraciones como el combustible para riego.
Además, instituciones como Indap les han brindado fondos a través de la Ley de Fomento al Riego y Drenaje para riego intrapredial, o con financiamiento para asesoría técnica. También la Municipalidad de Cholchol les presta maquinarias; e instituciones como Afodegama, perteneciente al Obispado de Temuco, les ha otorgado ayudas como derechos de agua por más de 300 litros de agua por segundo, lo que se traduce en un aporte cercano a los 300 millones de pesos, como patrimonio a la cooperativa.
"Si nos pasan plata la vamos a gastar porque somos pobres. Por ello no queremos dinero, pero necesitamos recursos para progresar. Muchas empresas están en territorios compartidos y tienen la responsabilidad de mejorar nuestras condiciones de vida, respondiendo con soluciones a la pobreza. Con el propósito de apuntalar esto, nació la cooperativa. Como mapuches, queremos y debemos ser parte del desarrollo del país, no del problema", explica Jorge Reinao, presidente de Rewe.
El sueño de los agricultores que están apostando por el proyecto es que, cuando los campos estén en plena producción, las familias que hoy perciben en promedio 200 mil pesos al año (menos de 17 mil pesos al mes en 12 meses) vendiendo sus producciones en ferias libres, van a poder multiplicar hasta 10 veces sus ingresos.
Con media hectárea -lo mínimo que tienen, aunque en general manejan entre dos y cinco ha-, un productor puede sacar en plena producción hasta cinco toneladas de fruta. Si ese volumen se vende a $600, van a obtener $2.400.000 al año (es decir, un poco más de $200.000 al mes).
Y ello puede significar devolver a muchos a la tierra.
"Los niños salen a trabajar a la ciudad porque no tienen opciones en el campo. Con esta alternativa se podrían afianzar las nuevas generaciones a la tierra", explica Teodoro Villarroel, que tiene una hectárea de frambuesas y grosella en la comunidad Juan Pedro Huilcán en el camino Pehuenche en Cholchol.
La falta de financiamiento también es una dificultad. Y es que muchos productores no son propietarios, sino que arriendan hectáreas, por lo cual no califican para postular a otros recursos. Además, ser mapuches y tener algunos fondos específicos, por ejemplo de la Corporación de Desarrollo Indígena, les quita oportunidades para postular a otros canales de financiamiento.
Tensiones extras
Además, entre los asociados a Rewe existe inquietud por cómo podrían reaccionar las comunidades más resistentes. Aunque hasta el momento, lo máximo que les han dicho es que son vendidos, existe el temor que comunidades opuestas a la cooperativa presionen con acciones para frenar el proyecto.
Otra piedra en el zapato es el poco interés de muchos empresarios por colaborar en la iniciativa.
"Me gustaría tener el apoyo de más empresarios exitosos de la zona, pero ha sido difícil incorporarlos al proyecto. Hemos conversado con varios, a través de una alianza que tenemos, por ejemplo, con CorpAraucanía (Corporación para el Desarrollo Productivo de la Araucanía), y nos desean suerte, pero no hay en general mayor apoyo; incluso por parte de empresarios que también son mapuches. No somos flojos, ni curados, ni desorganizados, ni revoltosos. Somos mapuches con ganas de surgir", sostiene Reinao.
Proyecto de futuro
Hace dos semanas, Patrick Struebi, empresario suizo fundador de Fairtrasa y experto en el trabajo con comunidades de productores indígenas, y Larry Jacobs, estadounidense, tras la empresa de comercio justo Jacobs Farm Organic, llegaron a Chile en busca de iniciativas de agricultores que cumplieran estándares como para poder exportar sus producciones.
Y entre ellos se juntaron con Rewe. Los productores los esperaban con comida típica como sopaipillas, tortillas de rescoldo, muday de trigo y mote mei. La idea era recibir a los empresarios mostrando en pleno su cultura, sus costumbres, sus comidas y su forma de hacer las cosas.
A partir de la visita, los empresarios evalúan armar una empresa en Chile, incluso con un plan concreto: impulsar junto a las comunidades la plantación de tomates premium, que entran en producción en tres meses, que permitirían obtener retornos en el corto plazo. De concretarse, los empresarios serían la llave para el mercado estadounidense y europeo.
En el intertanto, siguen avanzando con la frambuesa. Este año, además de ampliar los volúmenes, el plan es sacar un producto deshidratado y congelado, para llegar a supermercados Líder y Jumbo, y ver la posibilidad de exportarlo.
Además, la cooperativa está evaluando certificaciones como la de comercio justo y el sello orgánico.
Desde un comienzo, los productores han trabajado lo más sustentablemente posible, usando la menor cantidad en las aplicaciones y evaluando formas de reemplazar los químicos por control biológico. Eso, con la asesoría técnica de Francisco Suter, ingeniero agrónomo, experto en agricultura orgánica y comercio justo por su trabajo en el FIDL, el instituto de referencia de orgánicos en Suiza.
Su objetivo es obtener fruta de calidad, en sabor, calibre y características organolépticas, para que así el volumen alcanzado en plena producción sea de una fruta 2.0, que entre con facilidad en mercados de exportación altamente exigentes como la Unión Europea.
"No pensamos vender en ferias o locales de Cholchol o Temuco, sino desde supermercados para arriba. El sueño es llegar a mercados altamente exigentes como Europa", sostiene Heriberto Huaiquihuentelao, de la comunidad Rayén Lafquén, de la zona de Picuta, en Cholchol.
Una iniciativa de mapuches, empujada por mapuches, pero con mirada global. Lo que se proyecta es una verdadera revolución en la forma de hacer las cosas. Salir de la pobreza, convertirse en empresarios y dejar de pelear, todo, para empujar el desarrollo. El sueño, es que la iniciativa se replique en el país para dar el paso definitivo al desarrollo indígena.
Son productores que pasan de la subsistencia a insertarse en la cadena de valor de la fruticultura de exportación.
"No queremos plata sino colaboración. Es obligación de los empresarios de la zona apuntalar nuestro desarrollo, porque están en nuestro territorio", dicen.
La visión de las empresas
* "Entre nuestros compromisos está certificar a algunos productores como fair trade, para que se les pague un precio premium, además de préstamos en fertilizantes e insumos", dice Fernando Martino, de San José Farms.
* "Necesitamos desarrollar más este rubro con pequeños agricultores. Creemos que la cooperativa tiene todas las condiciones para ampliar la producción sin problemas", indica Gerardo Orellana, de Berries del Sur.
* "Se ha generado una red virtuosa público-privada que, sumada al empuje y visión de las comunidades, les ha permitido transformarse en un ejemplo para todos los emprendedores de la Araucanía", sostiene Augusto Robert, de Mininco.
Otras iniciativas en cursoAdemás del proyecto frambuesero, la cooperativa Rewe está evaluando un proyecto de desarrollo productivo de corderos. En paralelo, en la Región del Bíobío, el Centro de Inseminación, Reproducción y Manejo Animal de la Universidad Austral y la Fundación Pehuén están lanzando una propuesta de desarrollo ganadero para comunidades pehuenches, que permitirá mejorar los estándares productivos y fomentar una marca que permita el desarrollo de mercados. También en Loncoche se está desarrollando un proyecto a pequeña escala con productores de berries. En Chile hay universidades que vienen desarrollando iniciativas con comunidades, por ejemplo para la producción de merquén.
Martina Salvo de Oliveira.