En un recorrido de dos días, UPI visitó apartados sectores de la comuna de Lonquimay en la Región de La Araucanía cuya población es mayoritariamente mapuche pehuenche que vive con una economía de subsistencia basada en la recolección del piñón y la crianza de animales.

Llegar a la escuela no es tarea fácil para los alumnos de las comunidades pehuenches que habitan los sectores cordilleranos de la comuna de Lonquimay, quienes como "actores olvidados" del conflicto estudiantil que moviliza al país, deben trasladarse con 15 grados bajo cero por largos kilómetros a pie o a caballo junto a sus padres para llegar a clases en medio de un grueso manto de nieve que mantiene intransitables a vastos caminos rurales en medio de un invierno que aún se resiste a batirse en retirada.

Tener un gimnasio donde practicar deportes y otras actividades recreativas es el simple sueño de los 55 niños de la escuela Cruzaco, ubicada a 67 kilómetros de Lonquimay y casi al lado de la frontera con Argentina.

Su director Roberto Cayul Llevilao cuenta que la nieve que cayó y aún persiste en la zona obligó a los alumnos a permanecer encerrados en sus salas de clases sin siquiera salir a recreo, ya que tampoco cuentan con un patio techado, lo que se suma a que cada invierno se congelan las cañerías dejando a la escuela sin agua.

"La idea es que apuren el proyecto que el municipio presentó ante la autoridad regional para la construcción de un gimnasio y un patio techado para la escuela", señala el director, quien reconoce los esfuerzos del alcalde Guillermo Vásquez (PPD), pero admite que el gobierno central tarda en llegar con soluciones.

Roberto Cayul señala que fue el propio Estado chileno quien acostumbró a su pueblo a una suerte de paternalismo y apuesta a dejar de lado esa política para lograr un mayor desarrollo de las comunidades.

"Los sueños se truncan porque no están los recursos y las familias no están capacitadas para que sus hijos se eduquen. Por eso es tan importante que el Estado subvencione los estudios y les de las garantías a estos niños para salir de la realidad en la que se encuentran", señala el docente, cuya escuela, a pesar de su lejanía del pueblo, tiene el mejor Simce de Lonquimay con 280 puntos.

Para el director esto es un doble mérito ya que pese de la adversidad los niños pueden y tienen la capacidad a de aprender cuando la escuela enfoca bien su trabajo y piensa en su futuro.

BECAS Y EDUCACIÓN PÚBLICA GRATUITA Y DE CALIDAD

A su corta edad los niños de la escuela Cruzaco, donde el 100% de ellos es de origen pehuenche, piden más becas y se la juegan por una educación pública gratuita y de calidad.

Una vez enterados de la llegada de UPI a la zona, los pequeños confeccionaron vistosos carteles en los que dan a conocer su visión de la crisis en la educación y ponen sobre la mesa sus demandas que apuntan a una cobertura con el 100% de becas para los estudiantes de las comunidades mapuche pehuenche.

"Exigimos mejores condiciones para estudiar" y "Más becas y más oportunidades para seguir estudiando", rezan algunos de los carteles levantados por las manos de los alumnos de sexto básico, quienes a fin de año deberán cambiarse de escuela para continuar sus estudios, o dejarlos inconclusos como es la tónica de muchos niños del sector, quienes por falta de medios y becas ven truncados su sueños de tener una profesión.

"Si yo pude, por qué no ellos", se pregunta el director Roberto Cayul Llevilao, quien con el apoyo de becas y el esfuerzo de su familia pudo estudiar para profesor básico. Sin embargo, el docente se lamenta de tener que cargar con la pesada mochila de deberle más de $4 millones al Fisco por el financiamiento de sus estudios superiores.

Para Cayul, lo ideal sería que todos los estudiantes mapuche puedan acceder a becas ya que en el tema económico el 100% de los niños de las comunidades es vulnerable.

"Acá no es solamente un tema de infraestructura educacional, también de acceso con caminos transitables, de mejorar las estaciones de médicos rurales y aumentar las postas que son muy pocas", afirma el docente, quien sostiene que "he visto a las 7 de la mañana con 15 grados bajo cero caminar a algunas madres cargando a sus hijos los 8 kilómetros que nos separan de la localidad de Icalma para poder llevar a sus hijos al consultorio".

DOS PINOS

Similar es lo que se vive en la escuela Dos Pinos, ubicada a 42 kilómetros de Lonquimay. El recinto fue recientemente reparado por el municipio, dejando atrás el verdadero martirio que vivían los niños de la zona de Nehuenco que con impotencia veían como el viento blanco y el frío del invierno ingresaba por el piso y las paredes de su escuelita que no estaban debidamente forradas.

Aquí, al igual que en Cruzaco, el 100% de los estudiantes son de origen mapuche pehuenche y parecen haberse acostumbrado a que la nieve deje intransitable el camino y el acceso a su escuela. Cada vez que el tiempo lo permite gran parte de sus 22 alumnos llega a clases acompañado por sus padres, quienes los trasladan en caballos que suelen hundirse en la nieve hasta la montura.

Las necesidades en casi todas las escuelas rurales de la comuna son las mismas a lo que se debe sumar la indumentaria que viste cada niño y que dista mucho de la que deberían usar para enfrentar el frío y la nieve que cada año viste de blanco Lonquimay.

"Transitan de a caballo varios kilómetros e incluso algunos andan hasta 7 kilómetros para llegar a la escuela", relata una joven profesora, quien precisa que el ausentismo en invierno es muy marcado porque simplemente no hay cómo llegar, sumándose a esto los resfríos que hacen presa de sus alumnos.

"Muchos optan por hacerle reposo en el hogar a los hijos, porque llevarlos a Lonquimay es muy difícil", afirman otros docentes de la escuela flanqueada en su puerta de ingreso por dos pinos teñidos de blanco que hacen honor a su nombre.