Pedro Melinao, de profesión arquitecto, es el responsable del humor gráfico en los periódicos Azkintuwe y MapucheTimes. Debe ser el caricaturista mapuche más conocido. Y el más polémico. Sus tiras cómicas a ratos no solo hacen reír. También incomodan.

TEMUCO.- Las minorías suelen ser súper serias a la hora de hablar de sí mismas. Obvio, son minorías, tienen pocos canales de difusión y deben demostrar que la causa es importante y la realidad adversa. Lo que termina de borrarles la sonrisa de la boca. Eso lo sabe bien Pedro Melinao, el célebre dibujante de cómic mapuche.

Algunas de sus viñetas humorísticas que publica en distintos medios han enfurecido a más de algún dirigente mapuche. “Supe, por terceros, que a Aucán no le gustaban mis dibujos, tampoco a José Santos Millao ni a la gente de la CAM”, señala. Con los mapuches comunes y corrientes no hay problemas, cuenta Melinao, ya que según él “las bases” tienen más sentido del humor que la dirigencia.

“Cuando vas a ver a los peñi, se ríen de la represión, porque muchas veces los mismos pacos que los están apaleando son mapuches. Incluso las mismas comunidades se ponen a jugar a la pelota con los pacos de las comisarías. A los peñi eso les hace gracia, porque comprenden que en el fondo es su trabajo. Claro que, para los dirigentes, ese tipo de cosas no se deben decir, porque contradicen el discurso político. Pero son situaciones humorísticas reales”. Él las usa. Y afronta los problemas. Mal que mal es el gracioso de la tribu.

Claro que para llegar al humor primero hay que ser serio. Y Pedro era un niño mapuche bien serio trasplantado a Santiago al que le interesaban las historias de batallas y héroes. Las que había escuchado de boca de su padre y las que veía en la tele. Por un lado estaban Sam el Rey del Judo, Centella y Festival de los Robots y, por otro, los relatos de su padre al almuerzo.

“Mi viejo nos contaba la historia de Lautaro y Caupolicán. Y yo me pasaba los rollos de las peleas y dibujaba cosas re sangrientas, como a Galvarino cuando le cortaban las manos y seguía luchando. También me gustaba la imagen del héroe griego, lo encontraba similar al guerrero mapuche, con su torso desnudo”. Un verdadero mix de influencias.

Para agregarle más épica a su vida, comenzó a militar en el Partido Socialista (PS) a los 14 años y se enroló directo en la Brigada Elmo Catalán. Siempre narrando historias, pero ahora a pared completa. El entusiasmo le duraría hasta el año ‘92 cuando comenzaron las marchas mapuches en contra de la conmemoración de los 500 años del descubrimiento de América.

“Ahí me fui del PS porque nos prohibían a los mapuches ir a marchas, que era como que te prohibieran ser mapuche”. Eso y encontrarse ya en la universidad con dibujantes afines, lo hizo meterse de lleno en el mundo del cómic. A punta de fotocopias empezó a desarrollar historias largas y dramáticas con los problemas de su pueblo. Historias de opresión y muerte en blanco y negro.

El viraje vino cuando lo invitaron a participar en un periódico quincenal llamado "El Kiosco de la Esquina", donde publicó sus primeras vieñetas de humor y tuvo sus primeros problemas. El paso siguiente fue internet. Cuando sus peñi más viejos veían sus monos en las revistas, le decían al dependiente que no les gustaban porque, para ellos, “el cómic nunca ha sido algo mapuche”.

Pedro piensa que no es así y que sí hay una raíz común: “El formato del cómic se asemeja mucho a los relatos mapuches, en ellos hay harta oralidad, pero también hay gestos. El orador mapuche, aparte de contar la historia que narra, también la actúa”. Así lo hacía su padre con él. Así él rellenaba el decorado en su cabeza.

Por ello también decidió hablarle a su pueblo sobre los temas que les son propios. “Con Pedro Cayuqueo (el director de Azkintuwe y MapucheTimes) concluimos que la madurez del movimiento mapuche pasa por dejar de escribir para militantes, de convencer a los convencidos y atrevernos a dialogar con el mapuche y el chileno común y corriente. Por eso agregamos humor al periódico. Además de historias que los mismos lectores nos van contando”, señala.

Porque para Melinao hay algo fundamental; los medios no retratan a los mapuches tal como son. Ni los oficiales, que emiten juicios de valor arbitrarios y descontextualizados, ni los alternativos, que suben ladrillos de contenido a la web en forma de manifiestos continuos donde lo que prima es la caricatura del weichafe o guerrero místico.

“El mapuche ya no quiere que le hablen más de violencia, está cansado de esa imagen belicosa. Sale en los diarios y en la prensa alternativa de la misma forma”. Por eso él dibuja una tira semanal llegando del trabajo. Lo hace para Azkintuwe, MapucheTimes y otros medios regionales. Dibuja entre las once de la noche y las dos de la mañana, quitándole horas al sueño o al descanso. Lo hace sólo para hacer reír, ésa es su manera de militar en la causa mapuche y realizar un aporte, subraya. “Yo no puedo ir a marchas, porque me toca trabajar todo el día... Además, para tirar piedras, cualquiera”, señala provocador.

Pero a Melinao también le interesa fomentar el arte gráfico, sobre todo en las nuevas generaciones de mapuches. Fue así que durante el 2011 se desempeñó como director de suplemento cultural “Koyon”, inserto en el periódico Azkintuwe, y donde dio a conocer el trabajo gráfico de numerosos artistas mapuche. “Fueron seis ediciones donde entrevistamos a gente como Daniel Bernal, un artista gráfico de la región que se maneja bastante en lo digital, Ariel Traipe y los muchachos de “Ayekan”, una empresa gestora de contenidos educativos y de entretención basados en el Kimun y Rakizuam mapuche, etc.”, señala.

“Tambien entrevistamos a quienes, a mi juicio iniciaron el muralismo y la pintura mapuche actual, con un discurso, una estética, me refiero a Juan Silva Painequeo, Cristian Collipal y un peñi que no dibujaba pero que siempre estaba ahí que era Jaime Llanquileo”, subraya. Es Pedro Melinao, un gracioso a tomar en serio.