Ahora, cuando nos encontramos instalados en la segunda gran ofensiva españolizadora del Estado desde la muerte del dictador (Franco) -la primera la sufrimos con el PSOE- produce una sensación algo así como reconfortante el ver que al otro lado del Atlántico los pueblos indígenas de México, Perú, Nicaragua, Panamá, Brasil, Guatemala, Chile... impugna con cada vez mayor fuerza el mito imperial de "los 400 millones". Revista Esquerra 04 de abril de 2002 http:

 

La nación mapuche, ni chilena ni argentina


Por Daniel Condeminas

Revista Esquerra
04 de abril de 2002
http://www.esquerra.org
 

El único pueblo americano que obtuvo el reconocimiento de su integridad territorial por parte de la corona española, vive en pleno proceso de reivindicación ante unos estados que, aún habiendo recuperado las formas democráticas, niegan la existencia de ninguna otra nación o patria que la chilena o argentina.

Los mapuche forman el principal pueblo indígena, tanto en Argentina como en Chile. En Chile, concretament, representan un 10% de la población total, porcentage muy superior al que suman los aymaras y atacameños en el norte y los rapa nui en la Isla de Pascua. La diferencia con estos pueblos no es sólo demográfica sinó, sobretodo, de una historia política seguramente única en toda la América del Sur.
 

350 años de independencia


La historia de la colonización española de América a presentado el proceso de ocupación del centro y el sur del continente como algo que se produjo con rapidez y, de hecho, fue más o menos así, hasta que llegaron al cono sur. Si el hundimiento de poderosos imperios como el inca o el azteca se explican por la decapitación violenta de sus estructuras de gobierno rígidamente piramidales -gracias a la suma de la tecnologia militar y la alianza coyuntural con pueblos americanos sometidos- al llegar pero al territorio mapuche, las cosas cambiaron abruptamente. Se encontraron con una sociedad horizontal -sin monarcas ni grandes mandatarios- de relativamente pequeñas poblaciones, en parte nómadas, pero poderosamente interrelacionadas, que ya habían frenado por la fuerza los intentos incas de bajar al sur, y que no estaban dispuestos a permitirlo ahora a los codiciosos conquistadores.

Adaptándose con rapidez a los nuevos tiempos, se conviertieron en expertos jinetes y aprendieron las normas de la guerra moderna. El resultado: las periódicas destrucciones de las nuevas ciudades de la corona castellana -entre ellas el mismo Santiago- y que el primer Gobernador del futuro Chile dejara su vida después de ser capturado: nacia el mito del irredempto guerrero mapuche. Un siglo de jaque militar permanente a la naciente estructura colonial condució a la corona española a renunciar en el 1641 a sus intentos de ocupación, y en el Tratado de Quillin hizo el único reconocimiento institucional de fronteras en tierras americanas.
El caballo y la introducción de la ganaderia significaron además de una importante evolución de la economia, su creciente asentamiento en la otra vertiente de los Andes, en la actual pampa argentina.
 

De la independencia chilena a la guerra de "pacificación"


Los cerca de dos siglos que siguieron hasta el fin del imperio español en América supusieron el mantenimiento -siempre conflictivo- de la frontera entre los mapuche y los "wigka" (extranjeros) hecho que continuó en las primeras décadas de los nuevos estados americanos, que asumieron los acuerdos frontereros de la antigua colonia. Y esto fue así hasta que la presión combinada de los terratenientes y de la llamada de nuevos colonos europeos decidió a los gobernantes chilenos y argentinos a unir sus fuerzas el 1860 y desalojar militarmente los mapuche de sus tierras históricas, iniciando una sangrienta guerra de ocupación que se alargó hasta el 1885 en la parte argentina; guerra que, eufemísticamente, feu denominada des de Chile como la "pacificación de la Araucania". La independencia reconocida hasta entonces quedaba definitivamente anulada.

Con la desposesión por la fuerza del territorio, los mapuche se vieron obligados a vivir en espacios reducidos, la reducciones, y a cambiar la ganaderia por la agricultura de subsistencia, inédita en la historia de este pueblo. Con los traslados forzosos primero, y con el inicio de la emigración económica a las ciudades a lo largo del siglo XX, los dos pilares de la civilidad mapuche, la tierra -entendida en un sentido más amplio que el terreno- y las amplias relaciones familiares, quedaron tocadas, y el pueblo mapuche abrió un largo periodo de repliegue y autodefensa de su cultura. Situación que ha durado hasta hoy ante unos gobiernos que, bajo diversas modalidades, han prodigado uno de los discursos y prácticas más nacionalistas de Sudamérica. El indígena, una vez "pacificado", iniciaba el camino de la invisibilidad: el Chile oficial tiene una historia protagonizada solo por europeos y sus descendientes.

El "conflicto indígena": problema de Estado

A lo largo de los últimos años, a las tradicionales argúcias legales para "comprar" las tierras mapuche con las que ya se vieron reducidos en el fin del siglo XIX, se ha sumó la Ley forestal del régimen pinochetista, que significó la brutal compra subvencionada de miles de Ha. Por parte de multinacionales que han ido substituyendo detrás de la aserradora los tradicionales bosques autóctonos por pinos... y eucaliptus que han empobrecido de forma dramática el suelo y secado muchos acuíferos.

La respuesta en estos últimos tiempos ha sido una continuada dinámica de ocupación de las tierras forestale, que han ido siempre acompañadas de unas brutales actuaciones por parte de la policia militarizada, los carabineros, que nada tienen que envidiar con las represiones efectuadas durante la dictadura; pero a diferencia de aquellos manifestantes chilenos, los mapuche no huyen nunca de la policia, se encaran. Pero lo que conoce la opinión pública no son los legítimos derechos reclamados, sinó una versión interesada de los enfrentamientos, donde siempre los mapuche son los culpables, y la policia las víctimas. Titulares de diario como el de "quince policias heridos y catorze mapuche detenidos", demuestran que la complicidad de los medios de comunicación con los mapuche es casi nula, y muchos de los que existen en los territorios afectados actuan directamente como prensa colonial, criminalizando cualquier reivindicación. ¿Resultado? Se da voz "autorizada" hasta a aquellos que insinuan contactos con el IRA y ETA; y ya tenemos la amenaza exterior de la patria servida en bandeja de plata.

La respuesta de las nuevas instituciones surgidas con el fin de la dictadura consistió en la promulgación, en el 1993, de la Ley Indígena, que introducia unas limitadas garanitas en la protección de tierras y aguas, así como la posibilidad de recuperar las que el mismo Estado les habia "concedido" en finalizar la guerra, pero que continua con la visión uniformista del Estado, al negarles la calificación de pueblos -son solo "etnias"- y al reducir sus derechos a un "rol tutelar" de sus culturas y tradiciones por parte de la administración. La aplicación sin demasiadas convicciones de programas de recuperación de tierras, siempre migrados económicamente, han acabado por hacer perder las esperanzas de muchos mapuche en que se produciria un giro copernicano de su situación, y han hecho de las ocupaciones un "tour de force" permanente con el Estado.

Al conflicto con las empresas forestales se ha sumado dos operaciones de grandes dimensiones que suman aún mas atentados ecologicos en territorio mapuche, pero que han servido también para internacionalizar mas su causa. Producto de la "reconquista" auspiciada por el gobierno español, entidades financieras y grandes monopolios privatizados han desembarcado en Sudamérica, en unos momentos donde los USA no veian nada claro hacer según que inversiones en los procesos acelerados de privatizaciones de su "patio de atrás". Así, mientras Endesa iniciaba sus planes de construcción de represas en la cabezera del Bio Bio -la tradicional frontera norte mapuche- que suponen la inundación de espacios naturales de valor incalculable, en la otra vertiente de los Andes, las extracciones petrolíferas de Repsol estan destruyendo parajes donde viven diversas comunidades mapuche y que incluso ponen en grave riesgo su salud por la contaminación de las aguas.
La superación del discurso defensivo y de estricta reivindicación de tierras para vivir, da uno nuevo que plantea una salidad global al conflicto.
 

¿De la reivindicación de tierras a la autodeterminación?


El viejo sueño del general Pinochet de que era próximo el momento de poder decir "se acabó el problema indígena, ahora somos todos ya chilenos" se encuentra bien lejos de hacerse realidad. Si muchos mapuche se afiliaron a partidos de la oposición -básicamente de izquierdas- y se crearon organizaciones satelizadas, el resultado de los pactos subscritos entre ellos y el futuro primer gobierno democrático, ha traido solo la esmentada Ley Indígena. Ahora, los mapuche mas comprometidos ya no ven los partidos "wigkas" como herramientas válidas, y comienzan a pensar en tener propias.

La exigua representación mapuche en la vida política: algún diputado, seis alcaldes y una quinzena de concejales, puede cambiar mucho en los próximos años si las exitosas experiencias en las organizaciones de base comunal desarrolladas en la última década (cooperativas agrícolas, organizaciones de salud, centros de formación... ) se trasladan a la construcción de una organización política. De hecho, ya hubo un precedente que funcionó, la Corporación Araucana, que obtuvo representación -muy activa- en el Congreso de Valparaíso; y que significó, en la primera mitad del siglo XX, la primera consecución colectiva des de la derrota de la guerra.

El objetivo de conseguir un reconocimiento institucional para el histórico territorio mapuche tiene no solamente graves problemas de cultura política en el interior de las sociedades chilena y argentina, sinó también demográficos: si nos centramos en la vertiente pacífica de los Andes, mas de un 40% de la ciudadania vive emigrada en el área metropolitana de Santiago, y en el territorio histórico -el Wall Mapu- repartido en tres regiones administrativas, no representan ya ni un tercio de la población total. Estrategias socioeconómicas que posibiliten el retorno familiar y el reforzamiento de las estructuras metropolitanas que hagan de palanca "exterior" estan aún en pañales.

En pleno procesos de reivindicación de los derechos de los pueblos indígenas en toda América, el caso mapuche puede ser uno de los que tome mayor empuje en este periodo marcado por la globalización; un proceso que muestra la importancia creciente del derecho a la diferencia en un mundo cada vez más -formalmente- homogéneo, como garantia de la igualdad personal y la justícia social.
 

Quitar las plumas al indígena


La visión folclórica, ya sea la mitificación del guerrero a caballo o la visión reduccionista de la supuesta "pureza" de la vida campesina de agricultura de subsistencia, ha sido abandonada por unas nuevas generaciones, que ven en estos tópicos casi caricaturescos una de las armas culturales del nacionalismo chileno para asimilarlos. Sin renunciar a nada del pasado, ni de su cosmovisión y espiritualidad ancestral, sino todo lo contrario, grupos de jóvenes, estudiantes y profesionales, han entendido que para avanzar hacia falta pasar de la cultura resistencialista -única posible en otros momentos- per una más abierta y urbana, que diera un nuevo impulso a la construcción del discurso nacional mapuche; una que les permitiera hablar de tu a tu con el estado -y posibilitara un diálogo con la sociedad "wigka" chilena- con el objectivo de conseguir un nuevo modelo institucional, plural y igualitario con las dos principales naciones que componen la república. Este nuevo discurso, que hace frente al paternalismo chileno y a su vez a los purismos estériles de una parte del mundo mapuche, lo resumia gráficamente -medio en broma medio en serio- uno de los responsables del centro de estudios mapuche Liwen: "hay que quitarle las plumas al indio".

Hacer comparaciones entre realidades tan diferentes es a menudo temerario, pero constatar allí la desilusión creciente por los escasos resultados de la transición política chilena; la desconfianza con los partidos que la han protagonizado; la búsqueda de nuevas vias para la expresión cultural y cívica y, por que no decirlo, lúdica de la propia condición nacional; la voluntad de intervenir directamente en el diseño político de su futuro sin sentirse solidarios con las hipotecas del pasado; el desacomplejamiento en la reivindicación de los derechos colectivos, superando esquemas nostálgicos... es captar elementos que no nos son nada desconocidos. De hecho, son similares a los ingredientes de la dinamización de la juventud catalana de la segunda mitad de los 80 y que, una vez pasados por la "cocina" que significa el trabajo en equipo, han dado lugar a realidades tan tangibles como la Esquerra Republicana de Catalunya del cambio de siglo.

Ahora, cuando nos encontramos instalados en la segunda gran ofensiva españolizadora del Estado desde la muerte del dictador (Franco) -la primera la sufrimos con el PSOE- produce una sensación algo así como reconfortante el ver que al otro lado del Atlántico los pueblos indígenas de México, Perú, Nicaragua, Panamá, Brasil, Guatemala, Chile... impugna con cada vez mayor fuerza el mito imperial de "los 400 millones".
 
 
 


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