En una aldea indígena en la norteña provincia de Jujuy han optado por eliminar del todo el dinero, en el regreso proclamado en público a sus raíces indígenas. El Mercurio, 12 de mayo de 2001

 


Santiago de Chile,  Sábado 12 de Mayo de 2001


 
El primer club de trueques en Argentina se inició con sólo 30 miembros. Hoy, en medio de una recesión que parece no tener fin, más de 450 clubes han sido fundados en 20 de las 24 provincias del país trasandino.

LA RESPUESTA DE LOS ARGENTINOS A LA CRISIS ECONÓMICA:
De Vuelta a la Era Del Trueque

La crisis desata el ingenio, dicen, y así lo están demostrando los argentinos, quienes ante la aguda recesión económica han optado por los llamados "clubes de trueque" para intercambiar libremente bienes y servicios. La idea puede sonar a herejía para los ortodoxos, pero este método precapitalista hoy se ha erigido como una alternativa de sobrevivencia en un país golpeado por el desempleo.

Clifford Krauss

Por CLIFFORD KRAUSS
The New York Times

BUENOS AIRES.- Si se toman en cuenta los estándares de la mayoría de los países de América Latina, Pedro Pérez difícilmente pasa por un hombre necesitado de caridad. Luce un elegante reloj deportivo y un grueso anillo de matrimonio. Su escritura elegante es obviamente producto de la educación en una buena escuela pública. Pérez, sin embargo, apenas está sobreviviendo, tratando de salir adelante como muchos otros argentinos que tratan de mantenerse en la clase media después de tres años de una recesión profunda.

A los 43 años, ya no puede contar con un salario regular como parte de su empleo como vendedor en una fábrica de zapatos, de modo que se ha visto obligado a vender su casa en la ciudad y su auto, y su esposa ha vuelto a trabajar.

Y cada viernes en la noche, Pérez carga la bolsa llena de zapatos, zapatillas y betún que su fábrica le da cuando está escasa de dinero para pagarle a sus empleados, y se dirige a uno de los muchos clubes de trueque que han aparecido en Buenos Aires, donde intercambia su mercancía indirectamente por fruta, vegetales y ropa.

El trueque, esa forma de comercio precapitalista tan popular en las aldeas indígenas en América Latina, incluso mucho después de la conquista de los españoles, está teniendo un retorno impresionante, ahora como una poco usual red de seguridad para una desesperada clase media no acostumbrada a las penurias, que son una forma de vida en otros lugares de la región.

El primer club de trueques se inició con sólo 30 miembros. Hoy, mientras Argentina se debate en una recesión que parece no tener fin, más de 450 clubes han sido fundados en 20 de las 24 provincias argentinas. Funcionaron al principio simplemente por comunicación de persona a persona, luego por una amplia cobertura noticiosa y más adelante por Internet, que se utiliza para anunciar sus locaciones y horarios.

Créditos precapitalistas

Cerca de 500 mil argentinos practican ahora el trueque, y hasta un millón - o sea, casi 5 % de la población económicamente activa- lo hacen en forma ocasional, según sociólogos que han estudiado esta nueva tendencia.

Unas 10 mil personas acudieron a negociar a una "megaferia del trueque" la semana pasada, en un suburbio de Buenos Aires. En los clubes, la gente coloca sus mesas y puestos para ofrecer bienes o la promesa de servicios a cambio de una forma de dinero de trueque llamado "créditos". Estos créditos pueden ser utilizados para obtener otros bienes o servicios a través de los clubes, que han establecido una red informal.

Los bienes que son objeto de trueque van desde alimentos y verduras diversas hasta ropa y cosméticos. Los servicios incluyen todo, desde atención dental hasta asesoría sicológica y lecturas del tarot, generalmente ofrecidos por profesionales subempleados o desempleados.

Los mercaderes establecen sus precios basándose exclusivamente en la ley de la oferta y la demanda, lo que hace de los clubes de trueques una combinación de competencia y solidaridad vecinal.

En la actualidad, los clubes tienen en circulación más de 7 millones de dólares en créditos, con identificación en barras para protección contra falsificaciones. Unos US$ 400 millones en bienes y servicios se comerciaron el año pasado. Los organizadores dicen que esperan un aumento de 80 % en el valor de las transacciones este año, más que nada como consecuencia de la profundización de la recesión.

Esta fue generada y se ha mantenido hasta ahora por el desplome de los precios de las exportaciones, el aumento en las tasas de interés, la creciente deuda pública y una divisa sobrevaluada que ha deprimido las exportaciones.

Los clubes de trueque se han convertido en un elemento vital en la estructura vital de muchos pueblos y barrios. La gente que podría estar sumida en la depresión en su hogar ante el índice de desempleo de 15 % y las especulaciones diarias acerca de la probabilidad de que el gobierno se declare incapaz de pagar su deuda y se produzca una devaluación del peso argentino, se han dedicado, en lugar de angustiarse, a aumentar la producción casera de suéteres, tarritos de mate y pizzas horneadas para utilizarlas como artículos de trueque.

"Es una incubación para nuevos negocios", dice Carlos Alberto Fazio, un funcionario del Ministerio de Economía que está estudiando formas de apoyar a los clubes. "La gente ha elegido los clubes, primero para sobrevivir, y luego para reintegrarse en la economía formal".

Los clubes de trueque aumentaron su popularidad sin apoyo alguno del gobierno. Pero a medida que sigue luchando para encontrar una salida de la crisis económica, el propio gobierno ha reconocido el valor de los clubes como una válvula de escape que proporciona no sólo beneficios económicos, sino también un aliento sicológico y social a la gente que puede tomar sus problemas en sus manos en un ambiente comunal.

En una aldea indígena en la norteña provincia de Jujuy han optado por eliminar del todo el dinero, en el regreso proclamado en público a sus raíces indígenas.

"Está produciendo no sólo una economía paralela, sino también una subcultura", dice Graciela Romer, socióloga y asesora política.

En los últimos pocos meses, los propios funcionarios públicos argentinos han empezado a recurrir al sistema de trueque para mejorar las economías locales y para servir a sus propios intereses. Cinco municipios pobres han decidido aceptar los servicios de miembros de clubes de trueque para arreglar los techos arruinados de escuelas o los postes de luz en las calles, a cambio de no pagar impuestos.

El Ministerio de Economía ha iniciado un programa para enseñar mercadotecnia básica y técnicas de contabilidad a un millar de mercaderes de trueque, quienes ahora están produciendo sus propios detergentes, velas, panes y diseños gráficos. También se prepara para iniciar un programa con el Sindicato Nacional de Conserjes en el que el gobierno recurrirá a miembros del sindicato para enseñar a los miembros de clubes de trueque los conocimientos básicos de electricidad y plomería.

Terapia social

El viernes en la noche, el club de trueque donde Pérez y los otros van, en el barrio de Floresta, se ve y se siente más como un mercado de objetos usados que como el lugar al que van a ganarse la vida los que están tratando de subsistir. Las mujeres conversan y ríen entre ellas, mientras peluqueras cesantes las peinan, y los hombres sorben su mate y hablan de fútbol mientras esperan clientes.

"Usamos el trueque como una forma de terapia", dice Susana Ríos, una ama de casa de 46 años que llevó un saco lleno de juguetes para intercambiar.

"Es una oportunidad de salir de la casa, hacer amigos y aumentar un poco el ingreso familiar".

María Roldán, de 35 años, perdió su empleo de secretaria y dedica tres días a la semana a buscar empleo. El resto del tiempo hace suéteres y botitas para bebés para comerciar en el club. Las ventas han sido tan buenas, dice, que está pensando en abrir su propio negocio en lugar de buscar un nuevo empleo. "La mala suerte se ha convertido en una oportunidad y yo estoy desarrollando mi creatividad", dice.

Osvaldo González, de 71 años, era un fotógrafo del Presidente Juan Domingo Perón en la década de 1950, pero en los últimos cinco años no ha trabajado y tiene problemas cardíacos. Empezó a vender estudios fotográficos en el club de trueque hace dos años, pero había poco interés de los clientes.

A lo largo del año pasado, sin embargo, González ha encontrado una nueva forma de aumentar su pensión: va de barrio en barrio comprando utensilios de cocina a las tiendas que están quebrando, y luego las comercia en los clubes de trueques.

"Con esto, tengo toda la comida que necesito", dice. "Esta es una forma perfecta para que la gente logre superar esta crisis y es perfecta también para que el gobierno evite el aumento de las tensiones".


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