En 1994, el 51,7 % de los envíos al extranjero fue materia prima sin elaborar; el 35,5 % era recurso natural con algún grado de elaboración, y el 12,8 % era industrial. El Mercurio, 21 de Octubre de 1997
Para No Comerse Hoy la Bonanza del Porvenir
Los desafíos de un país cuyas exportaciones son conformadas en 87 % por materias primas.
Mañana, los pasos que ha dado Chile para cumplir los acuerdos de la Cumbre de Río.
El país del futuro. ¿Cómo será? Muchos lo ven con anchas calles, edificios inmensos y próspero como nunca antes. Otros, piensan que será un lugar con sus recursos naturales empobrecidos por la sobreexplotación y agobiado por la contaminación.
Para empezar, algunos datos. En el período 1990-1995 la economía chilena creció el 7,5 %, y se estima que esa tasa debiera mantenerse en el mediano plazo.
Chile crece y se empina hacia otras alturas. De seguir esa tendencia, el año 2020 lo vería convertido en un país con un ingreso per cápita de alrededor de US$ 16 mil. Parecido al que hoy tienen naciones como España. O sea, un país del Primer Mundo.
En 1996, el Producto Interno Bruto llegó a US$ 71.905 millones. Más que el doble de los US$ 28.848 millones de 1985, y poco menos de la mitad de los US$ 153.994 millones que se proyectan para el 2010, de acuerdo con proyecciones hechas por el economista e investigador Manuel Agosín en un libro del Programa de Desarrollo Sustentable de la U. de Chile ("Sustentabilidad Ambiental del Crecimiento Económico Chileno").
El punto es, dicen algunos, que eso puede estar ocurriendo a expensas de una degradación ambiental que será herencia de generaciones venideras.
¿Sus argumentos? En 1994, el 51,7 % de los envíos al extranjero fue materia prima sin elaborar; el 35,5 % era recurso natural con algún grado de elaboración, y el 12,8 % era industrial.
Y no se trata de una preocupación exclusivamente local. Por todo el mundo cundió desde fines de la década pasada la preocupación por los efectos de una economía mundial en contínua expansión.
Inquietudes que encontraron su expresión en la Cumbre de la Tierra de 1992, y en la idea planteada por una comisión que encabezó la ex Primera Ministra de Noruega Gro Harlem Brundtland: Desarrollo Sustentable, ese que satisface las necesidades actuales de la humanidad sin comprometer las de las generaciones venideras.
Esa es la pregunta que algunos tienen. ¿Está este país creciendo de una manera sustentable? Y hay muchas respuestas.
MINAS, MINERALES, MINEROS
Parece adivinanza, pero no lo es. Si los minerales se sacan de la tierra, y las reservas no son eternas, ¿Qué se entiende por "sustentable" en este caso?
Hoy, ese sector representa el 49 % de las exportaciones, y cerca del 60 % de la inversión extranjera. Y entre 1990 y 1996, su crecimiento promedio llegó al 8,3 %.
Para algunos, como el economista Marcel Claude, ex jefe de la unidad de Cuentas Ambientales del Banco Central y a cargo de la fundación Terram, el tema es preocupante. En un libro publicado hace poco ("Una vez más la miseria: ¿Es Chile un país sustentable?"), plantea que los residuos y contaminación generados por la minería -también conocidos como "Mochila Ecológica"- conspiran al hablar de una lógica sustentable para esta actividad.
Según Claude, al extraer minerales las empresas deprecian el capital natural del país, pues se trata de recursos no renovables.
Siguiendo a economistas del Banco Mundial, sostiene que una forma de garantizar continuidad es aplicando un impuesto a las utilidades mineras, equivalente al costo de mantener intacto el valor del capital natural en juego.
Lo denomina Fondo de Sustentabilidad, equivalente al 4 % de las utilidades, que debiera usarse para generar fuentes alternativas de ingreso, cuando los yacimientos se agoten.
La idea de un impuesto es rechazada de plano por el gerente general de la Sociedad Nacional de Minería (Sonami), Manuel Cereceda, quien estima que la propuesta de Claude tiene inconsistencias. En su opinión, se trata de una idea "estatista" que de concretarse pondría en peligro la llegada de los capitales de riesgo indispensables para empezar nuevos negocios en el sector.
"Estas tesis de academia se estrellan con la realidad", dice. Y agrega: "Sólo tendría aplicación si Chile fuera el único productor de cobre en el mundo. Como no es así, la idea se desploma".
Guillermo García, presidente de la Comisión de Medio Ambiente de ese organismo, explica que las empresas enfrentan el problema de la contaminación, a través de sistemas de gestión ambiental. "Todos los nuevos proyectos están comprometidos con el medio ambiente", asegura.
Y no cree en el eventual agotamiento de reservas. "En los últimos 15 años, las de cobre aumentaron en el 50 % en el norte del país. Eso sugiere que estamos lejos de conocer las que tenemos".
A las nuevas prospecciones, suma el hecho de que los minerales pueden ser reciclados, que se revalorizan en el tiempo, y que las nuevas tecnologías permiten explotar yacimientos de menor ley.
PARA VER BAJO EL AGUA
De todos los sectores que explotan recursos naturales, el pesquero es el que crece a las tasas más altas. En los últimos veinte años, sus exportaciones lo hicieron a un promedio del 19 % anual. Y las capturas aumentaron desde 930 mil toneladas en 1975, a poco más de 8 millones en 1994.
Para Claude, esto ha tenido negativos impactos sobre la masa de peces, "lo que hace surgir algunas preocupaciones acerca de de la posibilidad de mantener el alto crecimiento experimentado".
Es decir, que los stocks de las diferentes especies pueden haber disminuido. Según Claude, ocho de las nueve pesquerías que representan más del 90 % de las exportaciones sectoriales sufrieron esfuerzos superiores a su capacidad de regeneración.
Para Héctor Bacigalupo, a cargo del área Medio Ambiente de la Sociedad Nacional de Pesca (Sonapesca), el esfuerzo actual está en niveles estables, salvo las fluctuaciones puntuales ocasionadas por fenómenos como El Niño.
"Todas las pesquerías importantes, que son casi el 95 % de los desembarques, tienen el acceso cerrado", dice. O sea, que no se autoriza el ingreso de nuevas embarcaciones, salvo para reemplazar a las que son dadas de baja.
En su opinión, esta es la herramienta más importante para garantizar una captura racional. A lo que suma elementos como las vedas y las cuotas de captura para las especies demersales como merluzas, camarones y otros.
Según Bacigalupo, donde sí hubo problemas fue con la merluza austral. "Fue sobreexplotada a fines de los '80. La pesquería era abierta y la autoridad no podía negarle el ingreso a nadie". Con la nueva Ley de Pesca, se cerró y luego fijaron una cuota de captura del orden de 20 ó 22 mil toneladas.
Tal vez sea la discusión más emblemática de todas: el bosque. Desde que hace unos años se conoció el estudio de cuentas ambientales del Banco Central -que hacía sombrías predicciones sobre su futuro-, no se puede mencionar sin empezar discusiones.
Y tras varios años de trabajo, se dieron a conocer hace poco los resultados del catastro del bosque nativo en Chile. ¿Los resultados? Su superficie es de casi trece millones y medio de hectáreas.
Una cifra que contrasta con las tradicionales 7,5 millones estimadas. Algo que tal vez se explique porque ahora la definición de bosque incluye grupos de hasta dos metros de altura y bosques muy abiertos que antes no eran tomados en cuenta.
Para Claude, la situación es preocupante. De acuerdo con sus cálculos, por razones como disminución en su superficie, en calidad y en efectos ambientales, los bosque nativos sufrieron una depreciación de US$ 101 millones, mientras se observan aumentos de valor en las plantaciones exóticas.
Lo anterior se traduce -afirma en su libro- en que el PIB del sector forestal debe someterse a correcciones. Es decir, el promedio para 1986-1994 de US$ 139 millones debiera bajar a US$ 69 millones, haciendo la diferencia entre la depreciación de los bosques nativos y la apreciación (aumento de valor) de las plantaciones.
El cálculo se completa -añade-, con un PIB sustentable, o sea, que incluya costos para reparar daños. Para el mismo período, lo calcula en US$ 57 millones.
Criterios que no son compartidos por Fernando Raga, vicepresidente de la Corporación Chilena de la Madera (Corma). Para empezar -dice-, hay que estimar que los árboles crecen e incorporar ese criterio al proyectar.
Asimismo, recuerda que 2/3 del consumo de madera en Chile es para leña. Un volumen que no se obtiene de talas rasas, sino que se extrae de un modo "hormiga", es decir, de a poco y en muchas partes. "Por lo tanto, la superficie sigue creciendo".
Afirma que los estudios de Claude se basan en errores que multiplican las superficies cortadas en cuatro veces, según datos de Corma.
Suma otro factor: las plantaciones de bosque exótico (cerca de 2 millones de hectáreas) aliviaron la presión del nativo.
Según Raga, uno de los grandes problemas del bosque en Chile
es que no tiene valor para sus propietarios. Para la sociedad son importantes.
Pero, "a ellos, ¿quién les paga eso? ¿Qué reciben
por proporcionar eso de su bolsillo? Nada", argumenta