Hay tanta buena poesía en esta recopilación antológica, editada por Jaime Luis Huenún y traducida por Víctor Cifuentes, que ir dando vueltas las páginas del libro es como adentrarse en un espacio de senderos múltiples, que apuntan en todas las direcciones, con claros recónditos, extensiones sorprendentes, pliegues y más pliegues. Es poesía mapuche, es cierto, y como tal vehículo fidedigno de una cosmovisión más o menos precisa y con un lenguaje que lo es igualmente... El Mercurio, 19 de agosto de 2007
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CRÍTICA DE LIBROS
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Hay tanta buena poesía en esta recopilación antológica,
editada por Jaime Luis Huenún y traducida por Víctor
Cifuentes, que ir dando vueltas las páginas del libro es como
adentrarse en un espacio de senderos múltiples, que apuntan
en todas las direcciones, con claros recónditos, extensiones
sorprendentes, pliegues y más pliegues. Es poesía mapuche,
es cierto, y como tal vehículo fidedigno de una cosmovisión
más o menos precisa y con un lenguaje que lo es igualmente.
Pero limitarse a destacar en ella solo ese aspecto sería reducirla,
arrinconarla, recortarla de mala manera. Quiero decir que, además
de haber en este libro poesía mapuche y muy buena (llámesela
como se la llame, "poesía etnocultural", "oralitura" o cualquier
otro de los membretes que circulan al respecto), hay sobre todo estupenda
poesía. Uno lee, por ejemplo, en el trabajo de César
Cabello Salazar la complejísima trama de sus poemas, que cruzan
inspiraciones mapuches con otras de origen bíblico o en general
religioso, y sencillamente no puede limitarse a decir que la suya es
poesía mapuche y nada más. Es poesía excelente,
aquí y en la quebrada del ají, y no darse cuenta de ello
es perder la partida crítica miserablemente. Y lo mismo sucede
con las producciones más conocidas y de altísimo vuelo
de Leonel Lienlaf, Graciela Huinao o el propio Jaime Huenún,
por dar sólo tres nombres, ya que podría mencionar muchos
otros, Colipán, Huirimilla Oyarzo, Maribel Mora y un largo etcétera.
No sería raro que la poesía mapuche constituyese, en
efecto, el sector más rico en el campo de la poesía chilena
reciente. Digo esto porque hay en ella espacio, mundo, experiencia,
memoria y conflicto, y por cierto hay también estilo y lenguaje.
Los y las poetas de La memoria iluminada... no andan buscando qué decir
ni cómo decirlo, porque lo que dicen y el cómo lo dicen
es lo que ellos y ellas son, y eso les depara de por sí una
plétora. Poseen ancestros y territorio ancestral, poseen una
historia moderna (atroz en su mayor parte), tienen campo y ciudad,
tienen bosque, montaña, mar y cordillera, y también las
barriadas de la "mapurbe" de que habla un título de David
Añiñir Güilitraro. En estos cantos hay política,
como dijo Rubén Darío hace cien años, no pocas
veces política dura, reivindicativa y de enfrentamiento sin
concesiones (Huirimilla: "La palabra Castilla o chileno nada puede
expresar"), pero también hay autocuestionamientos, dudas, reflexión
identitaria, nostalgia, anhelo de regreso, desfallecimiento elegíaco
(el libro se abre con uno: "Cerro que da al mar del mundo", de Lorenzo
Aillapán, al que motiva la muerte de la machi Juana Maria Namunkura
Millarayen), cuestiones de género, amor, sexo y mucho más.
Que un poeta como Añiñir, hable de "María Juana
la mapunky de la Pintana" (así se llama el poema), "loca del
barrio", en el mismo texto en que también le recuerda a esa
persona que "Eres tierra y barro,/ eres mapuche sangre roja como la
del apuñalado", no debe extrañarnos. En la antología
de Huenún hay poetas rurales, ancestrales y sacralizadores,
como Lienlaf (echo de menos, en esta misma cuerda, a Elicura Chihuailaf),
pero también están los otros, los mapurbanos, como el
mencionado Añiñir. En un poema de Huenún, que
es una reescritura irónica de una ranchera mexicana, Juan, el
protagonista mapuche cae acribillado por sus perseguidores cantando: "Grítenme
montes y valles,/ háblenme piedras del campo".
Incluso, si se nos antoja centrarnos en la poesía de mujeres,
podemos constituir un arco que va desde la bellamente conversadora
Liliana Ancalao ("Yo al frío lo aprendí de niña
en guardapolvo"), a la recia Graciela Huinao ("Abuelo/ hoy sé/
nunca fuiste Williche/ tu origen Chono o Kawascar/ no subió al
bote/ el día que robaron tu tierra/ y tu raíz") a la
delicada y algo panteística María Isabel Lara Millapán
("Me refugiaré entre los árboles más antiguos/
Y hablaré con la neblina") a la dramática Faumelisa Manquepillán
Calfuleo ("¿Qué bandera me abraza o me atrapa?/ Yo no
tengo ninguna entre mis manos") y hasta llegar a la voz mistraliana,
rigurosa pero no por eso menos fuerte de Maribel Mora Curriao ("Acércate,/
pero no profanes,/ ni una nota de susurro/ en mis abismos has de tocar").
Esta antología, publicada en España, sigue la ruta de
una anterior de Huenún y Cifuentes, que publicó LOM en
Santiago en el 2003; la sigue y la expande, poniendo de manifiesto
la existencia plena de una tradición poderosa y que ya se ganó un
lugar en la historia de la literatura chilena, aunque por supuesto
que en la historia de la otra literatura chilena, esa que todavía
no se ha escrito y simplemente porque todavía no hemos construido
un país chileno que le haga collera. Huenún hace un esfuerzo
para esbozar en el prólogo una síntesis del archivo mapuche
en este sentido y lo mismo intenta Luis E. Cárcamo-Huechante
en el "postfacio". Son primeros aprontes. Muchos más habrá que
añadir en el futuro.
Grínor Rojo
LA MEMORIA ILUMINADA: POESÍA MAPUCHE...
Jaime Luis Huenún editor
Maremoto, España, 2007, 414 páginas.
POESÍA