Proyecto de Documentación Ñuke Mapu
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Lunes 29 de Noviembre de 1999

Puntos de vista
¿Repacificar la Araucanía?

En el mes de octubre fue publicado el nuevo libro del historiador José Bengoa: "Historia de un conflicto. El Estado y los mapuches en el siglo XX". Este libro se suma a los que ya son muchos, con homenajes al pueblo mapuche, escritos por académicos de historia, de antropología, de sociología y por novelistas y poetas. Los libreros están contentos por la rápida "salida" de las ediciones dedicadas a los mapuches. Se anuncia la próxima difusión de obras de teatro, de video y de cine con la misma orientación. Se incrementa progresivamente la consulta de las pertinentes páginas de Internet. No cabe duda: la simpatía por los mapuches predomina en la atmósfera intelectual de Chile y del mundo.

Sin embargo, no debemos sobreestimar los efectos reales de esta notoria oleada de simpatía intelectual por el pueblo mapuche. El último libro de José Bengoa y otros más de la misma índole contienen bastantes advertencias de cautela. En Chile se han dado, desde los tiempos de don Alonso de Ercilla, varias oleadas de simpatía y conmiseración por la desgraciada suerte del pueblo mapuche. Ninguna de estas bondadosas oleadas ha tenido por resultado retrotraer el inexorable avance de los despojos de tierras y de las discriminaciones sociales negativas en los ámbitos de la cultura, de la educación, la economía y la política.

El nuevo renacer de la simpatía intelectual por los mapuches no tiene la virtud milagrosa de extinguir las poderosas fuerzas de intereses que profitaron del genocidio de mapuches ejecutado en Chile bajo la engañosa denominación de la "pacificación de la araucanía". Esta "pacificación" fue un proceso ejecutado, conforme al estado de evolución de las técnicas del siglo XIX a lo largo de muchas décadas. Hoy esa clase de procesos sociales de "limpieza étnica", se llevan a cabo en tiempo brevísimo con crueldades multiplicadas.

Nos relatan que en las comunas con importante presencia mapuche el personal de Carabineros está siendo reemplazado con notoria frecuencia, antes de que alcance a entrar en relaciones de amistad o de familiaridad con los lugareños. De este modo, los carabineros que antaño fueron eficientes agentes de la paz entre vecinos en los poblados rurales, hoy son la cara visible de un poder extraño, que provoca reminiscencias de una fuerza armada de ocupación en país extranjero recientemente conquistado.

También menudean las peticiones públicas de "mano dura", de leyes de excepcionalidad de los derechos civiles y los reclamos en contra de una supuesta excesiva benevolencia de los tribunales con los mapuches. El contexto de estas expresiones públicas reflejan un deseo subliminal de estimular una "repacificación de la Araucanía". Esta consistiría en imponer, una vez más, un miedo paralizante en las familias y comunidades mapuches. (Una reedición de las actuaciones posteriores a 1973).

Los llamados a imponer el "orden y la paz" a un pueblo minoritario, mediante el empleo de la fuerza irrestricta y castigos aterrorizantes, son en las circunstancias del mundo de hoy la incitación de males de proyecciones mayúsculas e insospechadas. (Chile no tiene la fuerza de China, que impone su uniformidad política y cultural al pueblo del Tíbet, dando lugar a meros refunfuños retóricos en Europa y EE.UU.).

No se presenta plausible la expectativa de un "Chiapas" en Chile, a pesar de los deseos de la prensa aficionada al sensacionalismo. La historia de Chile nos enseña que la prolongación insoluta de esta clase de conflictos sociales deriva en incrementos exponenciales de actos de las más diversas clases de dandismo. En el pasado, varias veces se concedió absoluta impunidad de acción a "pacificadores" de legendaria ferocidad, que impusieron una paz de cementerios en las áreas de supuesto bandidaje campesino. Es padecer de demencia extrema pensar que se puede repetir esta modalidad de "solución" una vez más.

Aún es tiempo de sentar bases para crear instancias de diálogo entre pueblos que reconozcan sus diferencias y en que el pueblo mayor no pretenda usar a los minoritarios como instrumento de combates partidistas. La Conadi es un fraude y un primer paso de honestidad es reconocerlo.

Carlos Neely I.


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