Sábado 02 de diciembre de 2006

Municipio del Alto Biobío adquiere forma y prestigio

Ralco después de Ralco
ya no es la misma

Bien que el alcalde se preocupe de las comunidades. Si hay trabajo y educación, hay menos vicios, dicen en el pueblo. En la imagen, jóvenes pehuenches caminan por Ralco. Al fondo, la plaza y su mirador.

 

El segundo hombre más rico de Chile, Eliodoro Matte, es uno de los vecinos de la joven Ralco, la comuna del Alto Biobío que huele a araucarias y a piñones y en la que hacen su vida, pobremente, 7.027 pehuenches.
     Pero hoy, sin duda, este villorrio y puerta de entrada a las 12 comunidades pehuenches y a las represas Pangue y Ralco, con su cuota de conflicto en su momento, ya no es la misma.
     De acá se fueron a Santa Bárbara con jugosas indemnizaciones tras duras batallas por impedir la construcción de la central las hermanas Berta y Nicolasa Quintremán. Y allá arriba se supo, también, que el lonco Antolín Curriao, compañero de las Quintremán en sus demandas contra Endesa, está muy enfermo, grave.
     Empero, ni las hermanas ni el lonco, además de 12 familias de Quepuca Ralco, han bajado los brazos. Y como dueñas (o ex) de las tierras que inundó la represa -en la Octava y Novena regiones- están exigiendo que la empresa cumpla con uno de los últimos protocolos de acuerdo: indemnizaciones por el cementerio indígena que quedó sumergido a 100 metros. De cifras, nada se sabe.
     “Es un tema sensible, pero el alcalde Félix Vita Manquepi propicia el diálogo; quiere evitar conflictos”, dice Daniel Salamanca Pérez, quien actuó de coordinador cuando Ralco cortó el cordón umbilical de Santa Bárbara, la comuna madre, y se quedó como administrador municipal. Su nueva pega, le encanta.
     
     La plaza-chamanto
     
     En Ralco, cada visita de Matte es bien apreciada y le endosan al próspero empresario uno de los dueños de Cmpc (Papelera) y algunas forestales, la paternidad del museo que encargó hacer a Jacqueline Domeyco, y la plaza-chamanto que estará lista el miércoles próximo. El diseño se aprecia desde una torre-mirador en la misma plaza, hoy inaccesible al afuerino. Una alambrada y un guardia la protegen.
     En una comuna donde el 90% de la población es pehuenche no podían crear una plaza española ni tener símbolos como el escudo. Y en lo que el alcalde (s) Salamanca Pérez considera el mejor ejemplo de responsabilidad social empresarial, Matte, Endesa, Fundación Pehuén, Municipalidad y loncos y quinches (hombres sabios) terminaron por consensuar este bellísimo lugar de encuentro.
     “Todas las voluntades se aunaron para este sueño”, dice. Costó $450 millones y estará circundada por 18 araucarias o pehuenes. La Municipalidad aportó el terreno de 1.600 m2.
     Seiscientos metros o más de cercos de coigüe y raulí la rodean “más que nada para la vista”, aseguran Víctor Cifuentes Sandoval, José Buceta Rodríguez y José Miguel Rapi Llaulen, los maestros que trabajan en ello, complacidos con el nuevo rostro de la comuna.
     La gente está contenta, dicen. Hay trabajo y pueden hacer trámites ahí, sin tener que viajar a Santa Bárbara o a Los Angeles.
     Y de Matte, el dueño del fundo Aguas Blancas, donde se alza la hermosa capilla de color ladrillo, Salamanca dice: “Es respetuoso de la normativa municipal; presenta sus inquietudes y debate con el alcalde (Vita) en un marco de mutuo respeto.”
     
     A Neuquén
     
     A Ralco, sede del gobierno comunal, le faltan cosas, dice Salamanca. Por decreto nacieron el 21 de julio de 2004, “y hemos tenido que comprar desde las escobas”, pero en rigor celebran su aniversario el 6 de diciembre.
     En esa fecha asumió el alcalde Vita.
     La autoridad atiende sus deberes en una estrecha cabaña, y justo afuera de su puerta funciona el teléfono.
     Lo usan funcionarios y vecinos. Las visitas también, como el lonco pehuenche argentino Pedro Millain Currican, de visita en Alto Biobío y al que le costó un mundo comunicarse con Neuquén. Unos $ 400 mil pagan al mes en teléfono cuenta Salamanca, pero el alcalde ha dispuesto que sea un servicio a la comunidad.
     La autorización es extensiva a la fotocopiadora.
     Y aunque allá arriba no haya cobertura de celulares y de internet, excepto -”y no siempre”- en la Municipalidad, la gente dice estar contenta, aunque todo el apoyo se centre en las comunidades indígenas, como aprecia Francisca Vidal en su próspero negocio con vista a la plaza y al volcán Callaqui, todavía con nieve.
     “Después de todo, bien que así sea: si se los ayuda y educa, tendrán trabajo.
     Y si tienen trabajo, poco tiempo tendrán para los vicios”.
     
     Cruzar el lago en lancha
     
     De la crianza de ganado menor, chivos y ovejas; y de la recolección del pehuén o piñón viven los pehuenches. Y según datos municipales, la cesantía se empina en un 30%. Pero hay planes para revertir esta realidad.
     Y aparte de una radio comunitaria ($14 millones), única forma de comunicación con los valles del Biobío y del Queuco, en carpeta hay dos grandes proyectos turísticos.
     Uno es habilitar los pasos Copahue (a los pies del volcán del mismo nombre, desde donde se obtiene la apreciada “agua del agrio”, de propiedades medicinales) y Pucón Mahuida. La idea es atraer a Ralco y a Los Angeles a no menos de 20 mil turistas que llegan a las termas de Caviahue y Copahue, en el lado argentino.
     El segundo es un recorrido en lancha por el lago Ralco, que tiene una extensión de 24 kilómetros, hasta Troyo en la Novena región. Y de ahí, seguir el circuito por tierra hasta Lonquimay, paso Pino Hachado y Argentina. Este verano debutaría una lancha con capacidad para 19 personas. Después, el desafío es incorporar una barcaza.
     “Vamos a aprovechar todo lo que tenemos para salir de la pobreza.
     Esos parajes del lago, con verdaderos túneles de araucarias, son de una belleza inimaginable”, precisó el alcalde (s).
     
     Al rescate de
     tradiciones
     
     Adolescentes al fin, las niñas pehuenches actúan como todas.
     Con el largo pelo tapándole la mitad de la cara y dejando escapar risitas nerviosas si se sienten observadas.
     Pero se lucieron igual, con sus vestimentas típicas en los “Diálogos Interculturales 2006”, una actividad de la ONG Pehuen Mapu (World Vision Chile). Y lo propio hicieron los “peñis”, con sus torsos desnudos, en una demostración de cómo se juega al palín o chueca en el gimnasio techado de Ralco donde, alumnos de 9 escuelas de los valles del Biobío y del Queuco, de distintos niveles, presentaron danzas y juegos mapuches pehuenches.
     Cantos, tejidos y toda la cultura pehuenche, partiendo por su idioma: el chedungun, intentan rescatar y fortalecer, dicen.
     “Muchas cosas se habían ido perdiendo, como este zapato de cuero de animal de vacuno (Okota)”, cuenta Elizabeth Queupi (17), de Cauñicú, mientras Francisca Oróstica y Laura Calpán Benítez se pasean orgullosas con sus mantas negras y verdes, un tejido propio de la la comunidad de Ralco Lepoy. Distinta es la que usan en Guayalí o en Los Mayos, dicen.
     “Ya no es tiempo de avergonzarse; queremos que esto renazca; por eso hemos investigado con los más antiguos cómo eran nuestras costumbres”, remacha Lucía Porteño, que se presenta como asesora cultural.
     
     El plan de
     relocalización
     
     Endesa no se refirió al eventual conflicto por el cementerio sumergido, pero sí al plan de relocalización que implicó la construcción de Ralco: Ocupó 98 predios de Quepuca-Ralco y Ralco- Lepoy (638 hectáreas) el 4% del total de la superficie de esas comunidades.
     De las 93 familias, 77 fueron trasladadas a los fundos El Barco y Ayín Mapu.
     El Barco, de 22 mil hectáreas, está en la zona cordillerana y a él se trasladaron las familias con mayor tradición ganadera de Ralco-Lepoy. En Ayín Mapu, que está en los sectores más planos y cerca del poblado de Santa Bárbara, habitan las familias dedicadas básicamente a la agricultura, que provienen en su mayoría de Quepuca-Ralco.
     Los terrenos son de propiedad individual, pero también se entregaron tierras comunitarias (veranadas, cementerios y sitios de uso ceremonial), cuyo uso y beneficio es para el total de familias relocalizadas. El plan estuvo dirigido a compensar los efectos de naturaleza material, social y cultural, tanto para las familias relocalizadas como para al conjunto de la población pehuenche de ambas comunidades, precisó


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