Los pehuenches de ambos grupos son radicalmente pobres. Son cerca de 4.000 y viven repartidos en siete comunidades en el sector alto de la comuna de Santa Bárbara, donde el 75 por ciento de su habitantes están entre la pobreza y la indigencia. El analfabetismo llega al 30 por ciento y la desnutrición, al 10 por ciento.Â
Polémica desborda la represa Pangue
Por Juan Andrés Guzmán.
- Alto Biobío, la última frontera de los pehuenches, está amenazada por más centrales.
- Hay muchos pehuenches que están cambiando y se aglutinan en torno a Endesa. Para sus hermanos, ellos han vendido su historia, su tradición. Pero ante sí mismos, son sólo pobres tratando de tener una vida mejor ·
Lo que realmente les interesa a Endesa y a los ecologistas son los pehuenches que viven en el Alto Biobío. Y como prueba de ello, cada uno tiene sus propios y auténticos pehuenches vestidos con colores chillones y alimentados con piñones de araucaria.
Los acarrean para las manifestaciones, les explican por qué no les conviene lo que propone la contraparte, los favorecen con proyectos y los sacan en gira.
Durante la pasada inauguración de la central Pangue -ubicada a 85 kilómetros de Los Angeles- el Grupo de Acción por el Biobío los llevó en camión hasta el pueblo de Ralco, para que le manifestaran a Frei su oposición a la construcción de nuevas represas. Les hicieron lienzos con "No más centrales en el Biobío" y se los leyeron, porque muchos no saben leer.
Endesa, a su vez, movilizó a los suyos: los paseó ante los periodistas y durante el fastuoso almuerzo en honor a Pangue, los repartió en las distintas mesas, llenas de ingenieros y autoridades. Sus coloridas vestimentas le dieron vida a la sobria decoración.
Al terminar la ceremonia, los indígenas se llevaron como recuerdo videos con la historia de la central y un hermoso póster impresionista en el que aparecen las torrentosas aguas del Biobío.
Favorecidos
Los pehuenches de ambos grupos son radicalmente pobres. Son cerca de 4.000 y viven repartidos en siete comunidades en el sector alto de la comuna de Santa Bárbara, donde el 75 por ciento de su habitantes están entre la pobreza y la indigencia. El analfabetismo llega al 30 por ciento y la desnutrición, al 10 por ciento.
Paradójicamente, los pehuenches son el grupo más favorecido y despiertan envidia entre un campesinado tan pobre como ellos.
A los 60 millones de pesos que anualmente les entrega Endesa, a través de la Fundación Pehuén, se suma una cifra similar aportada por las siete ONGs que trabajan con ellos.
Pero los pehuenches siguen en la miseria.
Según diversos expertos, ocurre que muchos simplemente no se consideran pobres. "Al menos no hasta antes del inicio de los trabajos en Pangue", dice el antropólogo de la Universidad de Chile, Rodrigo Valenzuela, quien ha visitado la zona durante 25 años.
Aislados en la cordillera, acostumbrados al trueque de ovejas por piñones, algunos aún no captan el valor del dinero y son muchos los que todavía dicen "la chaucha se va entre los dedos. La tierra es la única que da riqueza eterna".
Durante siglos han vivido de esa manera y los empeñados en cambiarles su sistema de vida la ven difícil. Muchas viviendas sociales que les entrega el Gobierno se queman porque ellos transforman el living en un fogón. Otras son usadas como establos, mientras ellos duermen en sus rucas. "Pese a los esfuerzos, aún no podemos convencerlos de que sus mujeres vengan a parir al hospital", dice el jefe del departamento de Salud de Santa Bárbara.
El pehuenche nuevo
Desde esa cultura surge el rechazo a más centrales en sus tierras. No piensan en detener el desarrollo económico del país o en conservar la biodiversidad. Simplemente no van a moverse de donde los parió su "maima" y los educó su "taita". Además, desconfían "espiritualmente" de las represas. El agua que corre en el río es sustento de vida, aseguran. Pero el agua estancada es putrefacción y produce demonios, monstruos que los atacan.
Los pehuenches que piensan así están dispuestos a todo para que no se construyan nuevas centrales y en apasionados y metafóricos reclamos dejan en claro que sólo los sacarán de ahí, "en carne". O sea, muertos.
Sin embargo, hay muchos pehuenches que están cambiando y se aglutinan en torno a Endesa. Para sus congéneres ellos han vendido su historia, su tradición. Pero ante sí mismos son sólo pobres tratando de tener una vida mejor. Muchos son jóvenes, han estudiado en Los Angeles, han colaborado en la deforestación trabajando para las madereras y han ayudado a estancar las aguas del Biobío.
Ambas mentalidades se enfrentan hoy incluso al interior de las familias y de las comunidades. Así pasa en Quepuca, comunidad que será inundada si se construye una nueva represa. Allí el "lonco" Carmelo Levi usa una camioneta doble cabina -con chofer de Endesa- para asistir a reuniones de directorio en la Fundación Pehuén. Ya no participa en guillatunes, porque ahora es evangélico y su nuevo credo se lo impide.
En el lado opuesto el otro "lonco" de Quepuca, Antolín Curriao, usa gorra de los "Bulls" de Chicago (un equipo de básquetbol) y viene llegando de pasar diez días en Nueva York, denunciando que Endesa quiere sacarlo de sus tierras ancestrales.
Ambos se odian silenciosamente, con ese duro sigilo que caracteriza al pueblo pehuenche. Se acusan de seguimientos, amenazas y apaleos.
Nunca, en los últimos 50 años, los pehuenches habían estado tan divididos.
Ralco
Lejos de esa gente, en Santiago, se discute hoy sobre la segunda represa que Endesa quiere construir en el Biobío. Se trata de la central Ralco y supera a Pangue en monumentalidad, potencia y superficie inundada (3.500 hectáreas).
Su primer estudio de impacto ambiental fue calificado de insuficiente por Conama, especialmente en lo relativo al plan de relocalización de las 101 familias pehuenches que serían afectadas por la obra.
El 7 de febrero Endesa entregó un segundo informe o "addendum", que debería responder a los vacíos detectados por la Comisión Nacional del Medio Ambiente (Conama), y que hoy es estudiado por 22 entidades públicas y cuatro ministerios (los mismos que rechazaron el documento inicial).
La decisión final se tomará en abril próximo y a medida que se acerca esa fecha los sectores en pugna se trenzan en andanadas cada vez más radicales.
Durante la inauguración de la central Pangue, los discursos del gerente de la central, Gastón Aigneren, y del presidente del directorio de Endesa, José Yuraszeck, fueron especialmente duros. El primero calificó a los grupos ecológicos como "fundamentalistas", y el segundo afirmó que "al amparo de temas ambientales, lo que se ha intentado es detener el desarrollo hidroeléctrico de Chile".
Frei, invitado estrella en esa ceremonia, respaldó las críticas preguntando con voz golpeada: "¿Cuándo se habían escuchado antes preocupaciones por los pehuenches? ¿Dónde estaban ellos todo el tiempo que esta gente ha vivido en la pobreza?". Y en el mismo tono, añadió: "No vamos a detener el desarrollo eléctrico".
Si bien el Mandatario aclaró luego que sus palabras no implicaban un respaldo al proyecto Ralco, quedó en el aire la sensación de que el Frei ingeniero, el Frei que tiene como tema central "la superación de la pobreza" y el aprovechamiento "de la oportunidad histórica que tiene Chile", había marcado una línea definitiva.
"¿Que organismo público se puede oponer al proyecto Ralco después de esas palabras del Presidente?", se preguntaron muchos ambientalistas.
El viernes último tuvieron algo parecido a una respuesta. La directora de Conama, Vivian Blanlot, aseguró que "estamos cerca de aprobar el proyecto".
Discriminación
El geógrafo de la Universidad de Chile Raúl Molina, que participó en la evaluación del primer estudio de Ralco, sostiene que toda la evaluación de ese proyecto ha estado marcada por presiones gubernamentales. Asegura, además, que la Conama "iba a rechazar el estudio de impacto ambiental de Ralco, porque tenía en sus manos la negativa de 22 organismos públicos y de expertos en el tema. Pero hubo presiones desde el interior del Gobierno y por eso pidió el 'addendum".
Como él, otros expertos opinan que, más allá de los beneficios económicos que tiene para Chile una nueva central hay un costo ambiental y social que se está obviando. Y eso es preocupante cuando se considera que la promesa de moderar el impacto de las centrales en la población pehuenche ha sido cuestionada.
El más duro de los cuestionamiento provino de Theodore E. Downing, consultor contratado por la Corporación Financiera Internacional (CFI), socia de Endesa en el proyecto Pangue. En un documento no dado ha conocer hasta ahora, Downing acusa a la Fundación Pehuén de realizar "prácticas de discriminación racial respecto de los pehuenches" y recomienda al IFC no sólo corregir esa situación sino terminar públicamente con su participación en la represa.
Además, existe un estudio sicológico de la Universidad de Concepción, realizado en 1992, que revela una creciente situación de estrés, angustia e inseguridad entre los pehuenches antes de la construcción de Pangue. El estudio fue retomado este año y recoge los mismos resultados frente a la polémica por Ralco.
En una suerte de resumen y de proyección, el antropólogo Rodrigo Valenzuela opina que "cien años después de la violenta pacificación de la Araucanía, se ha entrado en el último territorio que controlaban los pehuenches. El Alto Biobío era literalmente la última frontera. Tal vez no desaparezcan como etnia, pero indudablemente se va a producir un proceso de migración a las ciudades muy duro".
Más
Al centenario que denuncia el antropólogo Valenzuela, Endesa contrapone otro: los 100 años que se cumplen desde que en la misma región del Biobío se instaló la primera central y comenzó el desarrollo hidroeléctrico de Chile.
Se trata de un aniversario pujante, un aniversario de un país orgulloso de su modernización y donde la frase "la lucha contra la naturaleza" es todavía sinónimo de epicidad y no de depredación.
Yuraszeck, en su discurso al inaugurar Pangue, resumió ese sentimiento en tres letras: "Cuando esta central esté operando, la palabra que definirá su efecto será la palabra más. Más ingreso, más capacitación para los habitantes de la zona, más obras de infrestuctura caminera, más y mejor educación y más energía limpia para un país que la necesita con urgencia", dijo.
Según los que dirigen Pangue, esa palabra no tiene por qué contraponerse a la protección del medio ambiente y a la mantención de la tradición y la cultura pehuenche. "La central Pangue es un modelo por su escaso impacto ambiental y por su completo programa para mitigar los problemas que pudiera crear", asegura el gerente Gastón Aigneren.
A su vez, Julio Mellado, director de la cuestionada fundación Pehuén, desestima las críticas de Downing y los análisis "apocalípticos" de algunos antropólogos. "Sus estudios son tendenciosos", dice. "La fundación está dirigida por pehuenches y son ellos quienes resuelven sus necesidades a través de 500 proyectos sociales al año. No hay otra empresa que haga esto", concluye.
Pero más allá de esa polémica hay un punto pendiente y cuyos resultados son muy difíciles de prever. Las perspectivas de Endesa son duplicar la capacidad hidroeléctrica del país durante los próximos ocho años y nada asegura que Ralco sea la última central en el Biobío. De hecho, según los ambientalistas, existen planes para crear otras cuatro centrales más. Más.
De ser así ¿qué pasará con los pehuenches? ¿Hasta dónde se proyecta ese pujante "más"?