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INTERNACIONAL 
31 de Noviembre de 1998 
   
 
Al parecer son directamente proporcionales 
Las multinacionales y el respeto a los DD.HH.

 

Hoy, numerosas multinacionales retiran sus inversiones de países como Birmania, donde son violados los derechos humanos y no son respetadas las libertades ciudadanas.

 
Por Raúl Sohr.

 
"Los negocios son negocios" es un dicho recurrente. Está generalizada la idea de que la primera prioridad de los empresarios es conseguir una venta o un contrato. Otras consideraciones como, por ejemplo, la situación de derechos humanos en un país, no ha sido tomada como una responsabilidad de las compañías. Esa es una materia que hasta ahora ha sido delegada a los estados. Pero en Europa y Estados Unidos hay cambios profundos y conviene poner atención para no resultar sorprendido.

 A lo largo de este año las empresas holandesas Philips, Shell, Uniliver, Heineken, los bancos ABN Amro, ING y otros, desarrollaron seminarios a puertas cerradas, sobre el papel que les cabe ante las violaciones de los derechos humanos. En esta tarea las transnacionales fueron asesoradas por las organizaciones humanitarias Amnesty International y Pax Christi.

 Numerosos gerentes recibieron instrucción en legislación internacional sobre los derechos de las personas y sus libertades fundamentales. Los ejecutivos estudiaron además las obligaciones que les corresponden en la promoción de estos valores.

 Las empresas saben que el mayor capital es su buena reputación. Y hoy, en un mundo globalizado, no hay países o rincones distantes que permitan dobles estándares.

 Shell, la mayor empresa petrolera del mundo, vivió en carne propia una experiencia aleccionadora. En Nigeria fueron fusilados, en 1995, nueve activistas que protestaban contra las explotaciones de crudo. Shell, que operaba en la zona de la disputa, consideró que las ejecuciones eran un asunto político entre el gobierno y la minoría disidente. Muchos europeos estimaron, sin embargo, que Shell procedió en forma incorrecta y manifestaron su desagrado optando por otros proveedores.

 Hoy, numerosas multinacionales retiran sus inversiones de países como Birmania, donde son violados los derechos humanos y no son respetadas las libertades ciudadanas. El temor a la crítica de los inversionistas institucionales -como compañías de seguros, fondos de pensiones e iglesias- y el consiguiente daño a la imagen pública de la empresa, son considerados como un daño mayor a los beneficios devengados de la presencia en mercados conflictivos.

 Los capitales especulativos, llamados golondrinas, entran y salen de los países sin importar que ocurre en ellos. Pero es distinto el caso de empresas productivas que invierten con un horizonte de muchas décadas de presencia en un país. A fin de cuentas si una empresa como Nike invierte ciento de millones en publicidad, no desea ver todo empañado por acusaciones de explotación de trabajo infantil. Si transnacionales como Philips proclaman al mundo su voluntad de hacer mejor las cosas, no querrán ver desmentido su muy proclamado eslogan: "Let"s make things better".

 

 
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