![]() ![]() Lunes 21 de diciembre de 1998 ![]() |
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HISTORIA
DE VIDA
Un mapuche que nació con el siglo
Ahora el hombre está ciego y empuña un bastón, pero ve con los ojos de la memoria. En las afueras de El Maitén, sentado en el patio de la casa que heredó de su padre, cuenta: "Supe tener una legua de tierras y 1.500 ovejas". Hoy, alrededor, la casa sólo tiene 4 hectáreas. Lo cuida su esposa María Antiles y lo acompañan los perros, que ladran por ladrar. El pasado revive en su voz, firme y clara. "Llegué a El Maitén por primera vez en 1911; aquí no vivía nadie, era un lugar de paso de los arrieros que llevaban caballos hacia Chile. Yo acompañaba a mi padre, Segundo Ñiripil, que empezó de peón y llegó a capataz en la compañía". En la precordillera patagónica, desde el año 1888 cuando se habla de "la compañía" se trata de The Argentine Southern Land Company, la empresa inglesa que fue la primera en criar ovejas en grandes estancias. Esas propiedades son las que Benetton compró en 1991. "Mi padre era capataz de los ingleses, él distribuía las ovejas en los cuadros de la estancia. Yo tenía 12 años y empecé trabajando de caballerizo, tenía que juntar caballos mansos al caer la tarde". Su amor por los caballos y la tentación de un sueldo mejor lo empujaron a trabajar como baqueano para la Policía Territorial. Era la década del 30 y tenía que rastrear a "algunos bandidos que mataban bolicheros, tipos como El Trueno de Río Chico y Ovando Patiño; no eran nenes de teta". En 1939 cuando las vías de La Trochita ya llegaban hasta el río Chubut, cerca de El Maitén, se empleó en la línea. "Era capataz de la cuadrilla, los vagones traían 400 rieles y postes de quebracho, yo los distribuía a los peones. Trabajé así hasta que la línea llegó a Esquel". Desde
entonces, se dedicó a criar sus pocas ovejas, a pelear por un título
de propiedad para sus tierras y a recordar sus orígenes. "Hace más
de cien años mis antepasados cazaban pumas, guanacos y zorros entre
los cerros que rodean a este pueblo. Decían que el maitén
era un árbol sagrado porque en cualquier época del año
sus hojas siguen verdes. Bajo su sombra uno se volvía más
sabio, era imposible mentir; por eso, allí los caciques hacían
sus tratados de paz".
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