Paul Walder escribió en El Clarín un muy buen y preciso artículo (“La difusa línea entre democracia y dictadura”. La historia, si miramos en todas las direcciones, encontraremos que sí se usaba el concepto de "el otro".
Las guerras de muchos siglos atrás (y las de ahora... si no, miremos a Bush o al subsecretario del Interior, Rosende) para justificar sus crímenes usaban "definir a los otros", a "ellos". Las guerras, en mucho eran justificadas y organizadas con fanatismo teológico, por lo tanto infalible donde mandasen, teniendo el poder en toda su expresión. La doctrina se vino a "humanizar", después de más un siglo en tierras americanas, cuando mostraron su bondad para con los "salvajes", los que serían "ellos", y les dieron el alma! (Que hasta entonces eran degollados peor que los perros, porque estos últimos eran alimentados con los salvajes cazados) Decidieron, y lo anunció un Papa, que "sí, que tenían alma". El alma no era una mercancía menor sino muy importante para vivir o ser gentilmente "salvado" mediante un hachazo o quemado en la pira. Pero de todos modos eliminados. Escuchar a Rosende, a Pérez Yoma, a los políticos que justifican sus crímenes vemos que no han hecho el recorrido siquiera de "otorgar" el que pudiesen tener alma. Por eso les es tan simple buscar la eliminación mapuche. Así, sacarlos del medio, porque sí. Porque nosotros somos "nosotros" y ellos, "ellos".La violencia que se aplica no es distinta del equivalente pedro-valdiviano, US army o nazi. Una sociedad que se pretende moderna, racional y democrática no es lo que tenemos. Los dirigentes post dictadura han demostrado ser simples sirvientes de un sueño que ni siquiera es el de ellos. Se adaptaron al tiempo que les entregaba migajas y, ahora, re-identificados y Gopizados, las defienden, dispuestos a todo. En esto se identifican y son capaces de besar la mano que los golpeaba y que hoy "perdonan". Así pueden ligeramente, con aplausos de los que los rodean, ponerlo de gran jefe (digo, Comandante en Jefe)... demostrando su incapacidad para pensar. Son reflejo de ese "nosotros y ellos". “Había que identificarse”, dicen, justificándose.
Las elecciones no muestran nada que pueda cambiar esto. Para poder salir adelante, hacia la democracia y donde todos podamos ser un "nosotros" tan necesario, debemos reconocer que somos nosotros los que debemos terminar con la mentalidad de dictadura, de usura, de elitismo imbécil, de acomplejado que sólo puede encontrar su "calidad personal" mediante la denigración, explotación y, cuando es necesario, la eliminación de "ellos". Y en eso el Estado usa a sus empleadillos de todo tipo (muchos de ellos candidatitos de marras, auto-engañados, y hasta uno que se cree ser del "lado bueno"… cuando era ladronzuelo bendecido por su "Tata"). Pero, en esto ¿son “ellos o nosotros"?. Saber identificarse es bueno: la dizque clase política se acostumbró a ser exclusiva y nada se va a lograr entregándole las riendas para que sigan por cuatro años más. Luego serán otros 8, 16, 32, y 500 más. Cambiando sólo algunas palabras en el mismo discurso de aliento podrido. Debemos aprender a terminar la expresión ambigua de esta tierra que se "cuenta el cuento" y, que como lo vimos con el Presidente Lagos, gran travestí político, empezó como mago, vendiendo esperanzas, y terminó como faraón [1].
Irresponsablemente lanzan este país en una guerra sucia (o de baja intensidad como las llaman eufemísticamente) contra el pueblo Mapuche –es decir, “ellos”-, que es lo único que parece saben hacer. Se acercan, obviamente, a que no tengamos “una difusa línea entre democracia y dictadura”. Y como han cerrado los ojos y van a todo dar, porque ya está clarísimo que a ellos, si es necesario, le quitamos “el alma” (“que no merecen”) y el resto viene solo. Es la pinochetización, el fantasma que nos vendieron y que la Constitución tirana ha mantenido por dácadas. Por eso, debemos entonces, forzar una Asamblea Constituyente, sin tutelaje de dictadores disfrazados de cortesanos, sin ese "nosotros y ellos" odioso con el que nos hacen reaccionar en base sólo a reflejos que terminan siendo criminales. Necesitamos ese nuevo rayado de cancha y construir un país de verdad... La definición, a menudo duele y no hay anestesia para esto. Una nueva Constitución tenemos que parirla, pero bien parida, porque la otra -ya nos hemos dado cuenta muchos- fue horrorosamente mal parida. Y tendremos que exigirla, sin descanso, para no tener que vivir lo que este camino “moderno y relamido” de co-gobierno concertado y aliado, -maridaje poco santo-, tiene preparado: ¿una guerra limpia, de alta intensidad?
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[1] Esta no es característica exclusiva de ese presidente, sino de la especie “candidatos”.
escrito por José Venturelli