Hace cuatros años, dos socios mapuches formaron Agrícola New Seed, dedicada al negocio de contraestación de semillas. Hoy, la empresa conquista Australia, Canadá y Europa, arrienda tierras y otorga empleos a comunidades indígenas de la IX Región.
Raúl y Javier se juntan todos los lunes a las nueve de la mañana en el centro de Vilcún, a 12 km de Temuco. Desde allí toman sus camionetas 4x4 y manejan por caminos de tierra, recorriendo la zona. Hacen lo mismo hace cuatro años, pero no les aburre. Mientras conducen, miran a través de las ventanas paisajes como el volcán Llaima cubierto de nieve, las que dan vida al río Lan Lan de aguas heladas y transparentes.El viaje que hacen una vez por semana es parte de su trabajo, ya que su misión es hallar campos en este lugar. Una vez que los encuentran, buscan a sus dueños y les preguntan si pueden arrendar parte de sus terrenos para plantar semillas. La mayoría de ellos accede, ya que se les paga bien y les permite tener trabajo durante el año. Porque además de arrendar sus tierras deben hacerse cargo de ellas, lo que les genera un ingreso extra.
Agrícola New Seed, la empresa de Raúl y Javier, es una de las más exitosas en cuanto a la producción y exportación de semillas en La Araucanía y se dedica al negocio de la contraestación -servicio conocido como winter nursery-, para lo cual utilizan sofisticadas técnicas que resguardan las condiciones especiales y la propiedad intelectual de lo que reproducen. Lo suyo, a diferencia de la mayoría de la industria de reproducción que se conoce en el país, es la reproducción de canolas y cereales como trigo, avena, tritical, además de alfalfa y linaza.
El año pasado exportaron 1.200 kilos a Australia, Canadá y Europa, ganando más de US$ 150.000. Y también abastecieron el mercado interno, ya que destinaron sus productos a molinos regionales y capitalinos, obteniendo cerca de $25.000.000.
Para este fin alquilan en promedio 55 hectáreas por año, todas situadas en Vilcún. Gran parte de ellas pertenecen a mapuches, pues casi el 30% de la población indígena del país se concentra en la IX Región. Raúl y Javier son parte de ese porcentaje: ellos también son mapuches.
Fue hace cuatro años que Raúl Huenchuñir y Javier Huepe formaron New Seed. El proyecto partió el 2007, cuando ambos trabajaban como jefes en la estación experimental de Anasac, dedicada al mismo negocio que practican hoy: contraestación de semillas.
Carlos Gana, jefe del Departamento de Desarrollos de Anasac en esa época, les comentó que la estación iba a cerrarse, ya que la empresa al ser tan grande no podía manejar un negocio tan minucioso. Pero les advirtió que no se entristecieran, ya que tenía una idea que podía interesarles: Anasac les traspasaría su negocio, los clientes y les vendería los materiales a un precio razonable. La oferta era tentadora y no dudaron en aceptarla.
Así, el 2007 dieron un giro a sus vidas y de trabajadores se convirtieron en dueños de su empresa. Carlos Gana les confío el proyecto, ya que ambos tuvieron un buen desempeño en Anasac, hablaban inglés, y además trabajaban en la empresa desde adolescentes, por lo que tenían la experiencia suficiente como para emprender un negocio en este rubro.
"Yo no tuve ninguna duda de que les iba a ir excelente, porque hacían bien la pega e incluso hablaban inglés. Nunca fuimos tan eficientes como ellos lo son ahora", reconoce Carlos Gana.
El primero en entrar a la universidad
Raúl Huenchuñir creció en Quepe, a 14 km de Temuco, con sus papás y dos hermanos menores, en una pequeña casa en medio del campo. Toda su familia es mapuche como lo confirman sus apellidos: Huenchuñir Antiman. Tras salir del colegio, se matriculó, en 1999, en Agronomía en la Universidad de La Frontera. Fue el primero de su familia en cursar estudios superiores.
"Toda mi familia es completamente de campo, entonces quise estudiar algo relacionado con lo que yo estaba acostumbrado", afirma.
Una vez inscrito, comenzó a analizar opciones para pagarse los estudios, así que postuló a una beca indígena. Para su desilusión, no se la aceptaron. Pero no se rindió y buscó alternativas, hasta encontrar un crédito bancario que le cubrió el 70% de la mensualidad.
Al ingresar a estudiar se mudó con unas tías al centro de Temuco, ya que su casa quedaba muy lejos de la universidad. Y desde el principio de su carrera se desempeñó en Anasac.
"Desde segundo año de carrera trabajé con ellos haciendo ensayos, como un obrero más, hasta titularme", explica. En cuanto tuvo el cartón bajo el brazo, la empresa le ofreció el puesto de jefe de la estación experimental. Aceptó feliz.
"Anasac fue mi verdadera universidad, ellos me ayudaron en todo", asegura.
En ese cargo se desenvolvió hasta el 2007, período donde comenzó a armar su propio proyecto con Javier Hueche. Mientras trabajó en Anasac estudió inglés, ya que le era fundamental para relacionarse con los clientes de la empresa, casi todos extranjeros.
Si bien hoy es un empresario exitoso, enfatiza que la relación con su familia y sus raíces sigue siendo estrecha. Todos los fines de semana visita sagradamente a sus padres acompañado de su señora, Pamela Sandoval, quien también es ingeniera agrónoma y trabaja en Indap, y su pequeño hijo Renato, que aún no cumple un mes de vida. Y ni aun cuando está con sus padres descansa de la siembra, ya que los ayuda a cultivar su propio campo, que pasó de la autosubsistencia a vender cereales a molinos de la zona.
Del campo a Europa
Javier Huepe creció en Pitrufquén, a 35 km de Temuco, en un campo junto a su familia, conformada por sus padres y ocho hermanos. Allí todos hablaban mapudungun y español, así que desde pequeño maneja ambos idiomas y expresa sentirse "totalmente identificado con la raza".
Estudió en el Liceo Politécnico La Granja, un colegio técnico de la zona, así que sabía que ya por tercero medio debía empezar a hacer prácticas. Si no las hacía, no podría pasar de curso.
En 1996 postuló a Anasac y quedó. Al año siguiente realizó otra allí mismo. Tras el buen desempeño, la empresa le pidió que se quedara trabajando.
A los 18, recién salido del colegio y con el título de Técnico Agrícola en la mano, se puso a trabajar de lleno como operario de la estación experimental de Anasac, donde luego fue jefe. En ese lugar conoció a Raúl Huenchuñir, con quien compartió el mismo cargo y desarrolló una amistad, la que estuvo unida no sólo porque tenían mucho en común.
En esa empresa aprendió el negocio semillero. "Estuve perfeccionándome por 14 años", señala.
Como la división donde trabajaba interactuaba con mercados de diversas partes del mundo, sabía que hablar inglés era algo necesario, así que lo estudió por dos años. Estaba obstinado por manejar el idioma al revés y al derecho. Y el saber inglés le permitió hacer viajes de negocios a Canadá y a casi toda Europa, ya que mientras trabajó en Anasac, la empresa sueca Svalof Weibull (SW) lo invitó a sus filiales europeas en más de una oportunidad.
Hoy, vive en Vilcún para vigilar de cerca los terrenos que arrienda con su socio. Pero asegura residir allí no sólo por eso, sino porque se enamoró de la zona.
Por lo mismo, hace cinco años se compró un campo de una hectárea y se construyó una casa, donde vive con su señora, Ximena Canío, también mapuche, y su hijo Javier, de dos años. Y su familia crecerá a mediados de abril, cuando nazca su segundo hijo, Harold.
Aunque pasó de ser un hombre de campo a uno de negocios, asegura no olvidar sus orígenes. Por lo mismo, va una vez al mes a Pitrufquén a visitar a su madre y a una de sus hermanas, las únicas que quedan viviendo en el campo.
Huenchuñir y Hueche
Agrícola New Seed es el nombre de fantasía de Huenchuñir y Hueche Ltda. que nació hace cuatro años, cuando Anasac cerró la estación experimental dedicada a la producción de contraestación de semillas, y les vendió el negocio.
"La labor requería mucho tiempo y trabajo hormiga, que se ajustaba bien a un grupo pequeño, pero en una empresa grande se hacía difícil y se perdía competitividad. Una empresa pequeña exporta más rápido los productos, en nuestro caso una caja de semillas seguía el mismo proceso que un container", afirma Carlos Gana.
Huenchuñir se transformó en gerente general y Huepe, en gerente de producción. "Trabajamos como una empresa grande. Javier se encarga de la producción y de todo el trabajo en el campo. Y yo, veo el tema de logística, de papeles, de importación y de exportación", asegura Raúl Huenchuñir.
El primer año de funcionamiento solicitaron un crédito para comprar tres camionetas y movilizarse por la región. Y a los clientes, todos extranjeros, les dijeron abiertamente que no tenían fondos, así que les pidieron por adelantado el 50% del dinero.
Gracias a la confianza que se habían ganado en Anasac, todos aceptaron esas condiciones. Así fueron creciendo y sumando nuevos compradores, hasta la actualidad, donde cuentan con 12 extranjeros. Seis son canadienses, cinco europeos y uno australiano. Cada uno de éstos tiene diversas filiales alrededor del mundo. Pero de todos, el principal cliente es Viterra, empresa canadiense a la que le exportan 600 kilos de canolas. También abastecen al mercado interno, destinando cereales a molinos de La Araucanía y Santiago.
"Nosotros no tenemos campos; los arrendamos según la cantidad de hectáreas que necesitemos para nuestros ensayos. A veces son dos, a veces son 20. Luego sembramos, cosechamos, embalamos las semillas en cajas y finalmente las exportamos. Lo que hacemos son líneas de multiplicación. Si sembramos 15 gramos, obtenemos 1.000 gramos por línea. Y a los clientes les cobramos por metro cuadrado", explica Huepe.
Todo este proceso se desarrolla en Vilcún. Un aspecto importante es la división de los campos por carpas, para que de esta forma no se contaminen las variedades de canolas y cereales entre sí. Todas estas tareas no las realizan solos. Con ellos, trabajan los habitantes y dueños de los campos, quienes en su mayoría son mapuches.
"Trabajamos con comunidades indígenas del sector. Les pagamos arriendo por los campos y les otorgamos trabajos temporales, para que obtengan ganancias y un sueldo mensual", concluye Raúl Huenchuñir.
Conflicto mapuche
"La Conadi (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena), debería hacer un mejor proceso de selección y otorgar campos a quienes no tienen. Para eso, tendrían que trabajar en terreno y no desde oficinas. Además deberían ofrecer capacitaciones técnicas prolongadas, de cinco años mínimo, para que las personas sepan qué hacer con ellos. Muchos no tienen estudios y no saben cómo cultivar, cosechar o aplicar fertilizantes y éstos se pierden. El gobierno debería educar a las comunidades mapuches y ampliar el número de becas indígenas, porque hay muy pocos cupos", señala Javier Hueche.
El servicio de la contraestación
Las compañías semilleras del hemisferio norte necesitan contar con producciones de semillas permanentes, por lo que buscan en el hemisferio sur quienes les multipliquen esas semillas para ganar una temporada. Dado que se trabaja con material genético resguardado, las empresas requieren que los multiplicadores trabajen con técnicas seguras para impedir la contaminación de otras variedades. Esto hace que trabajen con empresas que les generen confianza, con las que firman protocolos de protección de la información. Si bien este proceso es conocido en el país para la reproducción de hortalizas, vegetales y flores, son pocos los que trabajan como Agrícola New Seed con cereales y granos.
Planes de expansión
Agrícola New Seed tiene todo listo para comenzar a construir su primera oficina en Vilcún, junto a una bodega de selección de semillas. Ambos proyectos se concretarían en octubre. A su equipo, pretenden sumar dos contadores auditores y dos secretarias, para que los ayuden en las labores administrativas, sobre todo, cuando ellos estén en los campos o fuera del país. Pues desde que trabajan como independientes han viajado dos veces a Canadá para interactuar con los clientes y también para sumar nuevos, ayudados por ProChile. Y este año pretenden ir a Europa con el mismo fin, pero esta vez, los costos correrían por su cuenta.
Agrícola New Seed en cifras
Exportan 1.200 kilos de semillas de canolas y cereales, a Australia, Canadá y Europa.
Generan ganancias superiores a los US$150.000 por año.
Abastecen el mercado interno, destinando cereales a molinos de Santiago y La Araucanía, obteniendo $25.000.000.
Trabajan con líneas de multiplicación, así si siembran 15 gramos, obtienen mil gramos.
Arriendan en promedio 55 ha por año en Vilcún, para cultivar canola, alfalfa y cereales como trigo, avena y tritical.
Andrea Tapia Mayer.