Los 33 hermanos mineros están con vida. Esa es una alegría que debe contentar a todos los trabajadores de mi patria. Sin embargo, esta alegría, destacada en todos los medios de comunicación oficialistas y los autónomos también, no debe olvidar mostrar al país las “causas” de dicha conmoción nacional.

Las causas están en sus raíces, en la situación contractual de los trabajadores, las malas prácticas empresariales y las normas que hoy nos rigen a través de las leyes de la República, próxima a cumplir doscientos años, y que han sido permanentemente violadas para colonizar a los trabajadores y al pueblo con las ideas del exitismo individual y el aberrante neoliberalismo.

La Iglesia, después de una reunión con varios representantes de los trabajadores de Chile, particularmente con los informales, más conocidos como del subcontrato en Rancagua, ha levantado la voz más fuerte pidiendo que se revise la situación humana de los trabajadores de las minas, en particular, y del subcontrato, en general.

El Estado, representado por el Presidente y Ministros, ha planteado la “necesidad de revisar la legislación laboral”. Estamos muy de acuerdo en revisarla, pero no sólo eso. Queremos cambiarla pues no sólo es ilegal en su gestación y aprobación sino que carece de la participación de los trabajadores. La paradoja es que esta legislación fue escrita sólo por quienes hoy se han hecho más ricos y manejan el poder y no por quienes “regula”, cuestión que ha llevado a tener relaciones laborales propias del feudalismo.

No hará una semana que fueron “muertos” dos trabajadores portuarios en un accidente en el Puerto de San Vicente; trabajadores que son parte de la informalidad de nuestro país, como lo son más del 32% de la masa laboral chilena. La alegría de nuestros hermanos de las minas se ve empañada por este terrible hecho, sumado a la huelga de hambre de 32 descendientes directos de nuestros ancestros por sus justas demandas.

El problema claramente está en la informalidad laboral y las injusticias y no se resolverá si no somos capaces de organizar a los trabajadores del subcontrato, a los eventuales y transitorios, a los discontinuos y sin contrato, y de levantarnos para pelear por ser a lo menos iguales a los trabajadores formales, Junto con ello, es necesario entregar un claro mensaje a la clase política y al pueblo: que estamos por construir un proyecto país diferente al actual y ayudar a la unidad necesaria no sólo de la clase, sino de todo el pueblo y en beneficio de los más desposeídos. De nada servirán las declaraciones de buena crianza de los gobernantes si a eso no le agregamos la fuerza de la movilización de los informales por nuestros derechos, que no es más que igualdad de derechos y las mismas oportunidades para nuestras familias.

Los márgenes de ganancias de la industria minera, portuaria, forestal, del agro y pesquera son sencillamente escandalosos, así como el deterioro de las relaciones capital-trabajo. Por lo tanto, a doscientos años de la República y como país en vías de desarrollo, son impresentables ante la opinión internacional las condiciones laborales de más de un tercio de los trabajadores de Chile, nuestro país.

Jorge Bustos
Presidente
Congemar