Cinco cables enviados por la embajada de EE.UU. en Chile se han conocido hasta ahora a través de los medios de prensa que acordaron difundir los archivos filtrados a WikiLeaks. Ellos corresponden a comunicaciones enviadas por la misión encabezada por el embajador Paul Simons, con las impresiones de ésta sobre la situación local, para ilustrar y orientar a las autoridades políticas de su país.

Dos de ellos, fechados en 2008 y 2009, transmiten información relativa al conflicto mapuche en el sur de Chile y las apreciaciones de los funcionarios diplomáticos al respecto. A juicio del embajador y su equipo, se trata de un conflicto de baja intensidad, con rebrotes de violencia de tiempo en tiempo, pero que obtiene una cobertura sensacionalista de la prensa nacional. Los principales diarios dedicarían frecuentemente sus portadas, titulares y notas a todo color a esos hechos de violencia -mayoritariamente referidos a la propiedad-, en desmedro de la cobertura dada a hechos criminales sin connotación indígena, pero de mayor gravedad, y dando escaso relieve a la resolución de conflictos o manifestaciones pacíficas de los mapuches, son algunas conclusiones de los informes de la misión encabezada por el embajador Simons.

El público tendrá que juzgar qué información refleja mejor la realidad en La Araucanía: si la cobertura de la prensa a los hechos de violencia, atentados y polémicos juicios, o las impresiones del embajador Simons y su equipo sobre un eventual sensacionalismo y las omisiones de cobertura de la prensa nacional al conflicto mapuche.

EE.UU. tiene un enorme cuerpo diplomático, con figuras de gran nivel. Cuando a Washington lo inquietó la situación en los años del gobierno militar, envió sucesivamente a los embajadores Landau y Barnes. Probablemente, ninguno de ellos habría avalado informes chapuceros. La superpotencia mundial se refleja también en sus diplomáticos, y por eso ellos deberían ser muy prolijos en sus actos. EE.UU. juega un papel demasiado relevante para la región como para quedar asociado a juicios tan desinformados y livianos sobre nuestra realidad.

El público tendrá que juzgar qué información refleja mejor la realidad en La Araucanía: si la cobertura de la prensa a los hechos de violencia, atentados y polémicos juicios, o las impresiones del embajador Simons y su equipo sobre un eventual sensacionalismo y las omisiones de cobertura de la prensa nacional.

Aspectos de la conducción política
El gobierno del Presidente Piñera se revela muy innovador en diversas áreas de gestión, pero aparece ante la opinión pública permanentemente desafiado y llegando a situaciones límite para alcanzar la aprobación de iniciativas legales en que, finalmente, la acción individual de un parlamentario (en este caso el presidente del Partido Socialista, Osvaldo Andrade) "salva" el proyecto gubernamental. Las dificultades del Ejecutivo para conseguir la aprobación del reajuste del sector público, tras un dilatado y discutido proceso legislativo, llevó a senadores de la UDI a plantear la necesidad de una mayor conducción política por parte del ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter, más allá de los esfuerzos que despliegan los ministros sectoriales y el titular de la Secretaria General de la Presidencia, Cristián Larroulet.

El Gobierno se desarrolla políticamente con perfecta normalidad y ha logrado liderar la agenda pública, pero la oposición ha sido eficaz en transmitir la imagen de que tiene acosado al Ejecutivo por la falta de mayorías en el Congreso. Eso exige una conducción política que vaya más allá de la coordinación de las bancadas de la Alianza, e incluso de conseguir la posible adhesión de algún voto independiente o del PRI. Una dirección que anticipe los cuellos de botella y potencie las áreas de entendimiento, sin renunciar a salir al frente cuando una actitud obstruccionista lo demande -como se vio en la firme resolución del ministro Mañalich ante los paros ilegales de los trabajadores de los consultorios-, pero que, en los hechos, evite proyectar la imagen de que cualquier iniciativa legal del Ejecutivo es de alto riesgo.

Cuenta pública: una oportunidad
La iniciativa de Piñera de ordenar a sus ministros una rendición de cuentas de sus respectivas carteras al finalizar el año, con el detalle del cumplimiento de las metas y plazos de su área, es acertada y responde a la creciente demanda de accountability a la gestión del Estado por parte de la ciudadanía que el propio Mandatario ha promovido. Este ejercicio deberá realizarse frente a una audiencia con participación de expertos del área y organizaciones de la sociedad civil vinculadas a cada cartera.

Esto puede constituirse en un nuevo estándar para la gestión pública, si su formato y desarrollo cumplen los objetivos anunciados y no derivan en una operación comunicacional sin contenido real de fiscalización pública. Cabe recordar que otras iniciativas similares están lejos de cumplir las expectativas que despertaron. Es el caso de la celebrada cuenta anual que darían los responsables del Plan Cuadrante ante sus respectivas comunidades: esos actos por parte del oficial de Carabineros competente se ha transformado en una liturgia vacía, que no tiene metas preestablecidas ni conocidas para evaluar su cumplimiento; en cambio, se detalla un sinfín de acciones emprendidas y recursos gastados, pero sin una estructura que permita fiscalizar la efectividad ni la eficiencia de tales gestiones y gastos, minando el entusiasmo con que fue recibido ese anuncio en su momento.


Esto puede constituirse en un nuevo estándar para la gestión pública si su formato y desarrollo cumplen los objetivos anunciados