La distribución del territorio es otra cara de la inequidad en el país: todas las casas de La Granja equivalen al 3% del valor de las viviendas en Las Condes.

Alejandro Sáez Rojas
Antes de la crisis financiera de 2008, los neoyorquinos creían que en Manhattan no quedarían pobres. Que era tanta la riqueza del comercio, las corporaciones y los ejecutivos de Wall Street, que pronto hasta las zonas más apartadas y con viviendas de nivel socioeconómico bajo serían absorbidas por lofts y casas renovadas. Los de menores recursos serían expulsados más allá de los ríos que rodean la isla. La recesión, obviamente, desaceleró este proceso.
En Santiago se ha vivido un fenómeno similar al de otras ciudades del mundo, en especial las estadounidenses, donde los ricos viven en algunos barrios y los pobres -o de razas diferentes como en el caso norteamericano- se radican en zonas distantes y con menos servicios.
Un estudio de Raimundo Monge y Ricardo Paredes, de la Escuela de Ingeniería de la Universidad Católica, refleja cómo está dibujado el mapa social santiaguino en la actualidad. La idea nació de que mucho se ha hablado de la distribución del ingreso, pero son menos conocidas y estudiadas las desigualdades que se producen en la repartición geográfica de las rentas de las personas.
El análisis -que usó distintas herramientas de internet para medir cuánto era el ingreso y el valor de las viviendas en las zonas de la capital- concluyó, entre otras cosas, que "hay bolsones de pobreza -los primeros dos deciles- distribuidos por toda la ciudad", comenta Ricardo Paredes, con la excepción de las zonas en que vive el 10% más rico, se desprende del estudio. .
También se muestra cómo existen comunas en Santiago más variopintas, como San Miguel y La Florida, donde conviven cinco y cuatro estratos socioeconómicos, respectivamente. También refleja cómo grupos de más altos ingresos se han radicado en Huechuraba y Peñalolén, aumentando la diversidad de la zona, pese a que muchos sean condominios cerrados.
Una tendencia que parte en los 40
En el pasado era más fácil observar áreas de pobreza en el sector oriente, pero varias se trataban de campamentos sin propiedad, los que fueron erradicados hacia la periferia y con precios del suelo más baratos, en especial hacia el sur.
La tendencia a que la población se agrupe en clases sociales no es nueva y comenzó a gestarse en 1940. Ya en esa fecha Las Condes, Providencia y Ñuñoa acogían a las clases medias y altas y la zona sur a las clases más bajas.
"Santiago es hoy una ciudad que sigue expulsando a los pobres", estima la socióloga y académica del Instituto de Estudios Urbanos de la UC Alejandra Rasse. El costo del suelo sigue creciendo y "no hay espacio para la vivienda social", opina Rasse. Ya las fronteras del Gran Santiago incluso han quedado chicas y casas sociales se instalan en zonas de Lampa y Colina.
Hay algunos intentos para evitar la expatriación de los pobres. Jose Luis Zúñiga, secretario de la Junta de Vecinos 12h de la población Alberto Risopatrón de la comuna de Pedro Aguirre Cerda (PAC), cuenta que cerca de donde vive se han construido viviendas sociales en conjuntos más pequeños: "Hay comités que se forman para encontrar un terreno. Generalmente se trata de gente de la comuna". La ubicación de PAC es privilegiada, dice el dirigente. Está a diez minutos cuando el tránsito es expedito de Alameda con General Velásquez y pronto llegará la Línea 6 del Metro.
Claudio Arriagada es alcalde de La Granja, otra comuna en que se concentran personas de muy bajos ingresos: "no hay ningún banco privado; no hay salas de cine, ni restaurant, hasta la calidad de las estaciones del Metro es diferente; en otras zonas de Santiago las personas salen a calles laterales, acá la salida es a la calle principal, lo que pone en riesgo la integridad de las personas", opina.
El valor de las propiedades es una señal clara de la distribución espacial de la riqueza en Santiago. Todas las casas sumadas de La Granja equivalen al 3% del valor de las viviendas que existen en Las Condes, según el avalúo fiscal de ellas, un dato que elaboró la Municipalidad de La Granja.
Muchos habitantes se quejan además de que los servicios son pocos. "Hay pocas farmacias y supermercados y la mayor parte de la gente debe llegar a ellos en locomoción colectiva", cuenta Alejandro Pozo, estudiante de enfermería y residente de Cerro Navia. "Hay dos consultorios y cuando existe una emergencia de salud a veces hay gente que no tiene para el taxi y le toca a uno -él tiene auto- llevar a los vecinos hasta el médico".
"La homogeneidad de bajos ingresos es muy negativa ya que genera un círculo vicioso: las comunas no pueden invertir en mejorar su entorno o su infraestructura, lo que congela los precios, atrayendo usos de menor calidad. Aumenta la segregación de la zona y se eleva su deterioro", explica Iván Poduje, socio de Atisba Estudios y Proyectos Urbanos.
Las soluciones son difíciles
El problema es que la segregación es una situación casi tan difícil de resolver como la distribución del ingreso y la riqueza. "No se sabe quién debe asumir el costo de la vivienda social", estima Rasse: "si se subsidia demasiado a los más pobres, inmediatamente suben los precios del suelo", detalla.
El tren metropolitano es un factor de equidad social, porque reduce los tiempos de viaje, estima el decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Diego Portales, Louis De Grange. "Me atrevo a decir que la parte sur de Santiago es la que tiene dos tercios de la red de Metro. Los proyectos se han construido de manera correcta porque se evaluaron de acuerdo a su rentabilidad social", opina.
Al alcalde de La Pintana, Jaime Pavez, le gusta destacar también los avances que se han dado en la comuna: "Hace 20 o más años el metro cuadrado costaba 0,08 Unidades de Fomento. Hoy vale 1,5. Estamos a años luz de otras zonas de Santiago, pero es un salto importante".
"Nos hemos convertido en un lugar de acogida para aquellos que emigran desde el campo a la ciudad. El 16% de la población de La Pintana es mapuche", dice el edil, muy por arriba del 3,2% que declara pertenecer a un grupo étnico en la capital.
Incluso ya hay gente que tiene raíces en la comuna. Según una encuesta de la Universidad de Chile, el 60% de quienes están buscando casa le gustaría seguir viviendo en La Pintana.
¿Tenemos guetos?
El estudio en el que trabajan Ricardo Paredes y Raimundo Monge se titula "Ghetto sociales en Santiago". La investigación aborda la distribución geográfica de los ingresos. Para ello imputaron distintos parámetros, uno de ellos es el valor del arriendo, que refleja criterios de ingreso de más largo plazo de las familias. En el documento tratan de probar la tesis de que, a pesar de que los grupos socioeconómicos tienden a agruparse al vivir, hay una movilidad de ciertos grupos de personas en busca de mejores estándares de vida. Por ejemplo, para ir a colegios en barrios mejor equipados. Esa búsqueda de ambientes más propicios les hace pensar a los autores que no necesariamente se puede hablar de gueto, aun cuando haya concentración de pobreza.