“Mari mari lamgen, chumleymi?” Decía sin reparos una amiga, que si bien nacida en el seno de una familia chilena “tradicional” (cristiana, trabajadora, monolingüe, de una población, mestiza, etc), decía sentirse mapuche. Y es que por más extraño que le pueda sonar a gente de la línea de Villalobos o Luchsinger, la sociedad mapuche sigue viva y generando sentimientos de afiliación y admiración en otros distintos. Es parte de la realidad, y bienvenidos a ella. Tal como me preguntaba una compañera distinta a la de Antropolikosas: “¿Y qué onda con los chilenos que se creen mapuches, tú cachas algo al respecto?”

La verdad es que algo cacho, pero no a un nivel académico, sino más bien en el plano de las relaciones personales y el día a día de este territorio fronterizo como dice el profesor Pinto. Es que he escuchado tantas historias sobre chiñuras, o cautivas según de donde se mire, además de Mougli, el niño de la selva y Alicia y los lobos, que no es un tema nuevo. Wigka que han nacido o han vivido en el seno de la sociedad mapuche, en los años gloriosos de nuestra independencia, y que en comportamiento = a cultura han sido un mapuche más (eso si, que quede claro, en su respectiva época).

En otras palabras la sociedad mapuche, desde el año uno, a otorgado lo que bajo el alero de un Estado se llama nacionalidad adquirida. Algo parecido a lo de Barticcioto o el Bichi Borghi con Chile, pero con menos trámite y burocracia. Un asunto que bien podría formalizarse en el marco de dos sociedades que podrían (porque aún no es así) respetarse mutuamente y tratarse de igual a igual. Incluso podría existir la doble nacionalidad Mapuche-Chileno/a o Chileno/a-Mapuche en el marco del ejercicio de la autodeterminación, donde los mapuche nos podamos autorepresentar y volver a gobernar nuestro País ¿Por qué no? Es un buen deseo navideño para el 2012 y los años que siguen.

Pero dejando los deseos de lado y entrando en materia firme, he escuchado aún mucho más de parte de los wemapuche (nuevos mapuche): Mujeres y hombres chilenos que desean encontrar parejas mapuche para “mejorar sus razas”, aun cuando los más escépticos mapuche del tema digan que no es bueno seguir contaminando la sangre. Así como lee, por eso no es bueno mucho romantizar. Lo bueno es que mapuche hay para todo.

Y la lista navideña sigue, tal como me decía un wenvy en una peña hace pocos días: “Yo quiero ser mapuche weon, me gustaría ser mapuche…”. Hay wemapuche que quieren vivir en comunidades mapuche, ponerle nombres mapuche a sus hijos, comer lo que comen los peñi y lamgen, casarse a la usanza mapuche, hablar mapuzugun y mucho más. Bueno, mi mensaje navideño a todos ellos y ellas es que me parece bien. Me alegra enormemente que tengan esa disposición y que encuentren en lo mapuche lo que no han encontrado en lo chileno.

Ahora, cuidado con idealizar lo mapuche y a los mapuche porque como toda sociedad moderna y contemporánea hay de todo. Mi llamado eso sí, es a materializar ese compromiso, esos deseos de construir una nueva sociedad y ser parte de ella. Que no quede en un simple yo me siento mapuche o me gustaría ser más mapuche que chileno/a. Y que esa fuerza se convierta en un proceso masivo de autoafiliación que ayude a transformar el País Mapuche en un espacio distintivo dentro de Chile, con una sociedad bilingüe Mapuzugun-Castellano y sin dependencia de los Opus Dei, el centralismo del Estado y sus elites.

En ese deseo maravilloso de autoafiliación y nueva forma de autoidentificarse está el potencial de cambiar esta sociedad asimétrica y nociva con lo mapuche. Es una brecha para la buena convivencia y acabar con el apartheid chilensis. Por ello es que mi deseo, en estas fechas de fiestas, es que le demos juntos vuelta la mano al destino, y que levantemos las banderas del autonomismo para decidir nosotros nuestro futuro. Recuerda que el otro yo eres tu y el otro tu soy yo. Kizuwvnetuafiyiñ kom pu peñi pu lamgen.

Por Danko Marimán