Interesante escuchar al ministro de Economía, Pablo Longueira, en el seminario “Situación Económica Nacional e Internacional, Competitividad y Perspectivas Agrícolas para la IX Región”, organizado por la conspicua Sociedad de Fomento Agrícola de Temuco, SOFO, y la no menos conspicua Sociedad Nacional de Agricultura, SNA. Interesante, sobre todo porque más allá de los lugares comunes respecto del mayor apoyo estatal al agro, de las infinitas oportunidades que abre la incorporación de nuevos mercados y, era que no, la seguridad jurídica de un conflicto mapuche en apariencia “controlado”, hablar del agro en La Araucanía implica contar un pésimo chiste.
Mandatado por mi editor escuché atentamente las exposiciones. Y me fue imposible no sentir pena por el latifundio local. Me imagino las sonrisas en la CORMA, la todopoderosa Corporación de la Madera, la niña bonita del anciano dictador, aquel que hizo pebre la industria agrícola local para reconvertir La Araucanía al rubro forestal. Pero no seamos injustos con el capitán general. No todo fue obra suya. La pega la terminó de hacer la Concertación, firmando cuanto TLC se le cruzó por delante, condenando con ello a los “dueños de fundo” a ser esclavos de la banca privada y los créditos estatales. Así de rasca nuestro latifundismo local.Escucho al ministro, escucho a los señores del agro, observo a las promotoras (lo reconozco) y no dejo de pensar en el cuento del Tío. ¿Quién engaña a quién en esta puesta en escena? Me paseo por el coffe break y la escena asemeja una reunión de alcohólicos anónimos.
- “Hola, me llamo Raimundo y soy dueño de fundo”.
- “Hoooola Raimundo”.
Me acerco a un señor. “Soy periodista, interesado en temas agrícolas”, le comento. Sonríe, sospecho que gratamente sorprendido, y entonces se desahoga. “Que bueno que al menos alguien se interesa por nosotros. Esta cosa no da para más mi amigo. Soy dueño del Fundo Santa María y le diré que la cosa está mala, no damos para más… ¡y fíjese que ni mapuches tenemos cerca! Por último nos arman conflicto, vendemos a CONADI y se nos acaba el problema”, me dice. A continuación me pregunta de qué medio soy y ante la duda, prefiero dar disculpas y escabullirme veloz rumbo al baño. “Mucha leche en el café”, me excuso.
Secreto a voces en los campos del sur. Me refiero al conflicto étnico y el millonario negocio montado al alero del Fondo de Tierras de la CONADI. Negociado, más bien dicho. Una verdadera corredora de propiedades. Dos y hasta tres veces el valor real por hectárea de tierra pagaba en tiempos de la Concertación la CONADI por los fundos “en conflicto”. Y si bien muchos fundos estaban realmente “en conflicto”, es decir, eran demandados históricamente por comunidades, sobre todo a empresas forestales, no pocos fueron parte de turbios acuerdos de pasillo.
Funcionarios de gobierno y operadores políticos actuando como corredores de propiedades; familias mapuches –pobreza y/o caradurismo étnico de por medio- actuando de palo blanco y latifundistas locales ganándose el Loto, la Revancha y todos los premios habidos y por haber y de un plumazo. Gana usted y gano yo. Millones de dólares del erario público dilapidados en un proceder del cual, a la fecha, poco y nada se ha investigado. ¿Un MOP-GATE versión mapuchística? Puede ser. En su minuto, denuncias se conocieron y por montones. Faltaron periodistas y editores dispuestos a destapar la olla. Pero nunca es tarde. De los arrepentidos es el reino de los cielos, dice mi madre.
¿Alguien cree en verdad posible resucitar la agricultura local, volver a hacer de La Araucanía el “Granero de Chile”? La SOFO, la SNA, el ministro Longueira y varios de los presentes en el Seminario de Temuco parecieran creerlo. O al menos eso dicen en público. Eso también dicen quienes, desde el indigenismo de Estado, nos venden la pomada de la “tierra” como vía de solución al empobrecimiento crónico del pueblo mapuche. Lo señalé en una anterior columna publicada en este insigne pasquín; “Gato por liebre”. Eso es, estimado peñi, lo que nos ofrecen desde el indigenismo de Estado como destino manifiesto; gato por liebre.
¿Saldremos de la pobreza, sobre todo la rural que nos golpea y duramente desde la más tierna infancia, produciendo hortalizas o cereales para el alicaído mercado local? ¿Constituirán los invernaderos de PVC la base económica de nuestro pueblo en el tecnologizado siglo XXI? La tierra, hoy por hoy, ni siquiera constituye alternativa viable para los Becker, Smith, Suárez y Risopatrón. ¿Lo será para los Catriquir, Melinao, Manquepillan y Cayuqueo? La respuesta, aunque a muchos les duela en la ribera sur del Bio Bio, resulta casi de Perogrullo.
Que nadie se confunda. No se trata de negar la tremenda legitimidad histórica, política, cultural, incluso religiosa, de la demanda territorial mapuche. Pero los tiempos cambian. Nuestro pueblo ha cambiado. Y a nuevas realidades, nuevos abordajes. No son pocos quienes sostienen que el derrotero actual de nuestra demanda debiera ser otro. O cuando menos, trascender al reclamo territorial. La participación política, el empoderamiento económico, la interculturalidad como valor democrático. Lo olfatean ya las nuevas generaciones. Ojo con la Federación Mapuche de Estudiantes. Sus ideas y demandas nos proyectan, como pueblo, un paso adelante hacia el futuro. Por ahí sospecho va la cosa.
Pedro Cayuqueo