La élite política se encuentra profundamente dividida respecto a la forma de encarar el “tema” indígena. La primera fuente de división se refiere al reconocimiento constitucional de los pueblos originarios. El Observatorio Político-Electoral de la Universidad Diego Portales encuestó a todos los senadores y diputados en Chile (158 entrevistas) demostrando que el 100% de los parlamentarios de la Concertación están a favor de este reconocimiento constitucional. En la Alianza por Chile, el 48,6% se mostró a favor de aquella opción, mientras el 37,5% se manifestó en contra.

Cuando se interrogó a los parlamentarios sobre el establecimiento de asientos en el Congreso reservados para mapuches, sólo el 15,3% de los congresistas aliancistas se mostró a favor, mientras el 70,9% de los concertacionistas apoyó esa idea. En promedio, el 45,5% de los parlamentarios apoyaría el mecanismo de cuotas, mientras en la sociedad la cifra alcanza a un 77% (Encuesta Nacional UDP 2011).

Al considerar las opciones de política para resolver el tema mapuche, los congresistas de la Alianza por Chile marcan como primera prioridad mejorar su educación (51,4%) y luego darles trabajo (33,1%), mientras los de la Concertación indican con igual preferencia la restitución de tierras y la de mejorar su educación (29,6%).
Entonces, un grupo importante de la élite opta por el reconocimiento constitucional, la inclusión de minorías en el Congreso y políticas de restitución. Otro grupo, en cambio, rechaza el reconocimiento de los grupos indígenas en tanto pueblos y favorecen políticas de asimilación.

Esta división refleja una más profunda diferencia en la élite. Para algunas personas el ideal democrático supone el reconocimiento de la diversidad, de grupos distintos que interactúan y resuelven sus conflictos a partir de instituciones que los representan. Para otros, en cambio, la aspiración democrática pasa por fortalecer el sentido de nación —homogéneo y sin diferencias—. Para unos la diversidad es una fortaleza de la modernidad. Para otros esta diversidad constituye una amenaza.

El conflicto mapuche sintetiza casi como ningún otro esta pugna social. Durante siglos la élite política mantuvo una postura muy unificada respecto de la inconveniencia de reconocer a los pueblos originarios. La represión y la asimilación han sido los mecanismos históricos para tratar de resolver el conflicto. Quizás ahora, como sociedad, tenemos una oportunidad de transformar aquella concepción: abrirnos a la posibilidad de que, a partir del reconocimiento de la diversidad, podríamos construir una sociedad más democrática, justa y receptiva al reconocimiento de las diferencias. Lo que muestran los datos es que la élite, al menos en este tema, se encuentra dividida.

CLAUDIO FUENTES S.
Licenciado en Historia y doctor en Ciencia Política. Director del Instituto del Investigación en Ciencias Sociales (ICSO) de la UDP.
http://www.icso.cl