A lo lejos, Chile parece ser un país estable y tranquilo, pero en este país del sur del mundo hay un conflicto profundo con su pueblo originario. Los Mapuche han sabido resistir a todo aquel que ha intentado usurpar sus tierras y tradiciones. Los conquistadores españoles llegaron hasta el norte del río Bío Bío donde entendiendo muy bien que era un límite que significaba más sangre de la que estaban dispuestos a pagar.
Hasta 1881 el pueblo Mapuche fue independiente del Estado de Chile, hasta que este decidió poblar el sur del país, ofreciendo a colonos tanto chilenos como extranjeros tierras en la zona de La Araucanía, cediéndolas legalmente y reduciéndolos en pequeños territorios. De esta forma se instala un doble no reconocimiento, por un lado de los Mapuche al Estado chileno y del Estado chileno a los Mapuche como pueblo originario. Tanto es así, que hace 20 años que aún se sigue discutiendo en el Congreso su reconocimiento constitucional como pueblo originario.Si bien la demanda por la restitución de tierras se arrastraba por décadas, fue a partir del proyecto de Endesa, que contemplaba la construcción de una central hidroélectrica en el Alto Bío Bío, lo que provocó mayor expectación pública. Este proyecto implicaba que las comunidades Mapuche de esta zona debían ceder tierras sagradas en pos del crecimiento económico que dicta el sistema neoliberal en que el mundo se mueve por estos días, donde la naturaleza resulta ser un bien de mercado.
Las imágenes televisivas de las negociaciones entre los representantes de las comunidades mapuches y los directivos de la empresa española Endesa muestran duras discusiones, muchas veces con “platos volando”, porque al parecer los Mapuche no aceptaban las condiciones que se les ofrecían. Lo que no muestran es que las aguas de la Central Ralco inundaron cementerios ancestrales y que las tierras que les concedieron a losMapuche como compensación por la ocupación de sus territorios no eran aptas para el cultivo, provocando más vulnerabilidad en una zona indígena que concentra los más altos índices de pobreza del país.
La falta de comprensión y diálogo ha hecho que los canales políticos se hayan cortado entre todas las partes, y que ciertos sectores hayan radicalizado sus reivindicaciones.
Durante esta última década ha sido común ver por los grandes medios de comunicación chilenos, cuyos propietarios pertenecen a las cúpulas de poder del país, la lucha entre comuneros Mapuche y la policía armada, especializada en detener este tipo de actos violentos. Para justificar estas acciones por medio de la policía, el Estado ha aplicado la ley antiterrorista para allanar comunidades y encontrar a los responsables de los actos violentos. Aún siguen cerrados los canales del diálogo y la demanda de las tierras ha sido silenciada tras la propaganda de que el pueblo Mapuche se ha convertido en un problema de seguridad nacional.
El último caso que ha colmado las noticias en Chile tiene que ver con el incendio en el fundo de la familia Luchsinger, cuyos dueños murieron en el siniestro. Tras lo acontecido, y durante la visita que el Presidente Sebastián Piñera hizo en la zona, éste realizó un discurso que mucho hace recordar al que emitió George Bush tras el atentado de las torres gemelas: “O están con nosotros o están con el terrorismo”.
Al margen de frases tan categóricas como ésta, en Chile necesitamos diálogo. Hasta el momento estamos teniendo monólogos sordos de un lado y del otro. Las políticas generadas por todos los gobiernos de la Concertación no han hecho más que alejar las partes, y hoy todo parece en punto cero.
Debe existir un proceso de sinceramiento por ambas partes. Los vacíos legales deben llenarse con leyes inclusivas y no represivas. Chile debe reivindicar a su pueblo originario y conseguir la forma de devolver/reparar las tierras ancestrales. Debemos aprender a querer al pueblo Mapuche, dejar de mirarlo con distancia, abrazar y comprender una cultura que es propia de nuestra tierra. Chilenos somos todos, y si no lo entendemos como tal, el conflicto podría ascenderá a escalas inimaginables.
Esta entrada ha sido escrita por Macarena Lladser y Macarena Ovalle.