Editorial Algunos sectores piensan que la Conadi atraviesa por una crisis profunda, ya sea porque su estructura legal le impediría enfrentar inmediata y directamente las demandas mapuches por "sus territorios ancestrales" o porque no ha logrado establecer un marco convincente para resolver los "problemas indígenas" (por eso, ciertas organizaciones mapuches la llaman irónicamente "con-nadie"), creyéndose incluso que su accionar los ha agravado. Si sumamos, ahora, el asunto de una posible corrupción interna en el manejo de los recursos del Fondo de Tierras, es comprensible que se levanten voces pidiendo su disolución. Nosotros, en cambio, tenemos la convicción de que optar por esa vía constituiría un gran error histórico.Rolf Foerster, Sonia Montecino. El Mercurio, 20 de julio de 2001
¿Conadi o Con-Nadie?
Rolf Foerster, Sonia Montecino
Algunos sectores piensan que la Conadi atraviesa por una crisis profunda, ya sea porque su estructura legal le impediría enfrentar inmediata y directamente las demandas mapuches por "sus territorios ancestrales" o porque no ha logrado establecer un marco convincente para resolver los "problemas indígenas" (por eso, ciertas organizaciones mapuches la llaman irónicamente "con-nadie"), creyéndose incluso que su accionar los ha agravado. Si sumamos, ahora, el asunto de una posible corrupción interna en el manejo de los recursos del Fondo de Tierras, es comprensible que se levanten voces pidiendo su disolución. Nosotros, en cambio, tenemos la convicción de que optar por esa vía constituiría un gran error histórico.
Las razones de nuestro argumento son las siguientes: En primer lugar, es razonable entender que los "problemas étnicos" no se solucionan mediante la fórmula de la "integración definitiva". La historia de Chile evidencia que los conflictos mapuches comenzaron en 1541 y que, posiblemente, continuarán en los siglos venideros. Es previsible, además, que el nuevo escenario posmoderno y neoliberal, que elimina la función de mediación y síntesis del Estado, potencie la diseminación de discursos etnonacionales. Esto supone explorar nuevas fórmulas institucionales y consensuadas.
En segundo lugar, es importante recordar los antiguos mecanismos institucionales. El paso de la Conquista a la Colonia estuvo signado por la creación de la Frontera, reglamentándose los vínculos interétnicos por medio de la política de los parlamentos. Durante la República, dicho marco histórico fue destruido, dándose paso al proceso de "Pacificación de la Araucanía" y jurídicamente a la política reduccional. Ello implicó la pulverización de la antigua Frontera, pero como efecto no esperado, sus fragmentos se conservaron y potenciaron en miles de reservaciones que articularon y configuran el actual "archipiélago" territorial mapuche. Esta transformación de la sociedad mapuche al interior del mundo reduccional demandó muy tempranamente al Estado la solución de los problemas que él mismo había generado: pobreza, marginación y discriminación. La política indígena, mediante diputados mapuches como Coñuepán, Cayupi y Romero, así como las múltiples y diversas movilizaciones convergieron para lograr, en las décadas de 1950 y 1960, un consenso con la sociedad chilena que se cristalizó en la creación en 1953 de la Dirección de Asuntos Indígenas (Dasin), que constituye la matriz desde la cual nacerá la Conadi.
De esta manera, y en tercer lugar, Dasin y Conadi emergen como fruto de negociaciones político-institucionales. Incluso, en la última, la participación indígena fue más democrática: dirigentes mapuches, así como las comunidades urbanas y rurales, estuvieron involucrados. Más aún, por primera vez, el Estado consideró la inclusión del resto de los pueblos originarios, creándose la actual Ley Indígena y su Corporación. No podemos olvidar, entonces, que la Conadi aparece como producto de lo mejor de nuestra tradición republicana y de aquella mapuche, identificada con el "coyan" o parlamentos.
En cuarto lugar, el movimiento mapuche, cada vez más consciente de que la resistencia reduccional era insuficiente y débil frente a la fuerza aculturativa del Estado, creyó también importante ser parte de un organismo que dentro del mismo propiciara políticas que lo "empoderaran". En ese sentido se tornó relevante que el Consejo estuviera compuesto por los representantes de las distintas "etnias". Esto significa que la Conadi es un puente institucional entre éstas y el Estado, y al mismo tiempo un lugar de poder para ellas. Esto, como hemos visto, no es ajeno a la larga tradición dialógica de fortalecerse a través del otro y de sus instituciones, como sucedió en la Colonia, y también en nuestra comunidad nacional contemporánea: evoquemos nada más el año 1989, cuando Augusto Pinochet y los caciques de Imperial en la localidad de Chol Chol desplegaron un juego de reconocimientos en el que el primero los legitimaba como lonkos (autoridades), y los segundos se refirieron a éste como "ulmen, futá lonko" (jefe, gran autoridad).
En quinto lugar, es preciso admitir que la Conadi ha producido importantes efectos. Sólo en el caso mapuche podemos apreciar la recuperación de antiguos espacios territoriales, junto al fortalecimiento de los vínculos comunitarios y culturales mediante las áreas de desarrollo, de los programas de salud, educación intercultural, becas, etcétera, tanto en el ámbito rural como urbano. Esto ha tenido como consecuencia una indiscutible visibilidad pública de la Conadi y con ello, como es evidente, la crítica y la mirada cuidadosa sobre su funcionamiento por parte de la dirigencia indígena.
Es fundamental buscar un nuevo acuerdo institucional, que sea tolerante y dialógico, sensible especialmente a las demandas de reconocimiento de los pueblos originarios de Chile.
Rolf Foerster
Sonia Montecino
Universidad de Chile




