Pero hay algo disociado que no me deja identificar, completamente, a mi gente, la gente que yo quiero, mi familia, mis amigos, con ese Estado chileno. ¿Es que la chilenidad es otra cosa? Se la puede disociar de su origen en la opresión y el despojo del pueblo Mapuche? No sé bien. ¿En qué momento puedo disociarme yo del ser descendiente de una hermana chica (según el mito familiar) del mismo Cornelio Saavedra?.... ¿Se llegará a producir por lo menos con el compromiso político de mi abuelo Pedro, y su vida dedicada a la docencia? ¿Quedará entonces mi viejo libre de la deuda por esas tierras usurpadas? No sé. ¿De quién eran los terrenos de que somos dueños ahora?..... Cristina Parra Jerez, Ultimo día de Abril ‘99
Para Elicura Chihuailaf, con motivo de su Carta Confidencial a los Chilenos en el Rocinante de Abril, 1999
Cristina Parra Jerez
Tamaki Makaurau, Aotearoa
Ultimo día de Abril ‘99
Veo Chile con otros ojos. Justo cuando terminaba un proceso de años de dolorosa conformación de una identidad "chilena" a pesar de 25 años de exilio, vienen y me traspasan el corazón varias miradas indígenas.
Bueno, en realidad es obvio que algo así profundo no podía ser tan de repente. Empezó todo con mi viejo, que desde chica me transmitió su profundo respeto por los conocimientos indígenas. Pasó por haberle oído contar de amigos Mapuche suyos, que le habrían contado cuando chico de quién eran las tierras en Los Lagos donde tenía su casa su abuela, Doña Carmela Banda y por las memorias que habría escrito el marido de la misma, Don José del Carmen Alderete, sobre su participación de joven en el aplacamiento del último malón. Cuando ya mayor, y exiliada por opción en Aotearoa, la vida me obligó a funcionar con estas sensibilidades y responsabilidades inculcadas, al confrontarme con la necesidad de explicarle a mis alumnos en la universidad por qué tenían que estudiar sicología Maori. Empecé entonces hace cinco años este aprendizaje en serio de lo que es el conocimiento indígena, de cómo y por qué se lo oprimió, cómo se relaciona con el occidental, muchas veces complicada en esta tarea por la dureza del discurso Maori y su crítica de lo que eran las bases de mi ser occidental, y más específicamente, de mi disciplina y mi doctorado; pero siempre con un sentimiento de deber frente a la tarea de sobreponerme al rechazo fácil, y tratar comprender realmente, émicamente, lo que decían los Maori. Las diferencias culturales eran para mí tracendibles - así había logrado sobrevivir en Suecia. Llegaba a mis encuentros con Maori y más tarde con Mapuche sin rollos, sin aprensiones, con respeto, y en son de amistad. Las miradas Mapuche no me habían nunca hecho sentir como ahora después de este viaje a Chile, y a Temuko, del que acabo de llegar. Hasta entonces en Chile me relacionaba, y sentía que era tratada como Cristina Parra, hija de Bosco en algunos casos, pero en ninguno como wigka. En este viaje sí me tocó, en forma merecida y hasta el momento irreversible. Se me fué a las pailas la chilenidad.
La segunda mirada me la dispensaron los cabros de un hogar de estudiantes Mapuche de Temuko, cuando traté de que participaran en un estudio sobre identidad nacional, identidad étnica y relaciones interétnicas, y se negaron a colaborar. Esta negativa no me pilló desprevenida, no oí nada nuevo, y cada uno de los argumentos que me dieron los suscribo. Ya están hasta la coronilla de ser objetos de estudio y de que lo único que resulte de esas investigaciones sea una línea más en el ridiculum vitae de otro investigador más, de otra ONG más. Las investigaciones cuantitativas son aún menos capaces de reflejar la complejidad y fluidez de su realidad. Las preguntas que las motivan y los métodos que se utilizan tratan de ser "desinteresados" y por eso en nada contribuyen a lo que a ellos les interesa: cambios necesarios y urgentes en la situación de sus comunidades. No sé por qué insistí en ir ¿Por qué iban a hacer una excepción conmigo? ¿Porque he logrado salirme de mi burbuja de vida burguesa suburbana algunos momentos, y mandar algunas cartas, hacer algunas traducciones, formar un grupo de apoyo, juntar algo de plata? ¿Por qué habrían de creerme mis buenas intenciones de compromiso con su causa?
La primera mirada era una que - había sentido de parte de los Maori y proyectaba a los Mapuche - me aterraba y me mantenía a distancia. Era esa mirada que dice: no tienes derecho a vivir aquí, este territorio es nuestro. A un nivel intelectual superficial, y como no estaba oyendo con atención, no podía estar de acuerdo con esa lógica aparente de "nosotros llegamos primero" - me parecía que era claudicar ante el principio de que el más fuerte tiene la razón. Esta defensa intelectual ante esa mirada se debía a que me despertaba terrores infantiles adormecidos de cuando viví en tierras en donde no tenía derecho a vivir, donde sólo estaba por la gracia del país acogedor. Un amigo Mapuche, dotado de esa Ternura de sus Antepasados, se encargó de calmar a esa niña aterrada, y me tendió una mano para que iniciara un camino hacia eso que Elicura Chihuailaf solicitaba en su carta "una visión real de nuestro país, sin complacencias". Empecé a poner más atención, no sólo a lo que oía en los discursos Mapuche, sino también a mi historia familiar, entendiendo por fin el significado real, contingente, de la lección impartida por mis padres "tu has tenido la suerte de nacer en una situación privilegiada y es tu deber ayudar a aquellos que no han tenido ese privilegio". De dónde venía mi situación privilegiada? No podía ser del "ser chilena". El único "ser chilena" que conocía era el exilio, limpiar pisos hasta ser promovida a limpiar trastes y hacer camas, y aguantar que se rieran de mí, por una u otra razón, hasta que saqué el doctorado y dejé Suecia para siempre, y cuando me quise reir de vuelta, igual no encontré en mi alma más que un dolor infinito de tener que dejar ahí parte de mi ser, quizás lo mejor de mí. Y antes del exilio? Nada, pues, era una normal hija de Diputado, luego Secretario General de la Izquierda Cristiana durante la UP, que maldito el privilegio que había conllevado eso, 18 años en suspensión, sin razón de vida, sin proyecto propio, una vida esperando la gloriosa vuelta a Chile, donde por fin iba a poder empezar a sacarme el peso de la deuda con "los de adentro", por haber sobrevivido, por haber estudiado, por haber viajado, por haber aprendido.
Pero hay algo disociado que no me deja identificar, completamente, a mi gente, la gente que yo quiero, mi familia, mis amigos, con ese Estado chileno. ¿Es que la chilenidad es otra cosa? Se la puede disociar de su origen en la opresión y el despojo del pueblo Mapuche? No sé bien. ¿En qué momento puedo disociarme yo del ser descendiente de una hermana chica (según el mito familiar) del mismo Cornelio Saavedra? Y del haber recibido esta Sra. y su marido el zapatero Parra tierras por decreto de Cornelio, posiblemente en Lebu? ¿Se produce la disociación con la pobreza en la que creció su hijo, Don Zacarías Parra? ¿O con aquella en la que hizo éste crecer a sus hijos, ya que les entregaba lo poco que tenía a los niños huérfanos que llevaba a vivir a su casa? ¿Se llegará a producir por lo menos con el compromiso político de mi abuelo Pedro, y su vida dedicada a la docencia? ¿Quedará entonces mi viejo libre de la deuda por esas tierras usurpadas? No sé. ¿De quién eran los terrenos de que somos dueños ahora?
La disociación se produce pienso al momento de tomar conciencia y decidir qué hacer con los frutos de ese privilegio. Disociarse es posible, alegar la determinación genética de la identidad es científicamente incorrecto además de antiguo. Uno no es chileno, o Mapuche por el hecho biológico de nacer de individuos que han llegado a identificarse como tal fruto de un proceso cognitivo de internalizacion y social de afiliación a una cultura. Creo que "la chilenidad" bien puede ser insalvable por estar fundamentada en un crímen, pero creo que entre las gentes que hemos nacido en ese territorio llamado Chile, descendientes de Mapuche o de wigka, conversando - como pedía Elicura - podemos llegar a ponernos de acuerdo en cómo mirar para atrás, y cómo seguir compartiendo el territorio para delante. Pero no subestimemos la tarea: tenemos que mirar mucho más hacia atrás que los crímenes de la dictadura, y si ese poco ha sido casi imposible hasta ahora ...
En todo caso por lo menos a mí se me articularon las imágenes y me doy cuenta de que el culpable de mi exilio y de las masacres del pueblo Mapuche a través de los siglos es el mismo, el Ejército de Chile, hoy y siempre al servicio de "la patria" o sea de los que invadieron el territorio, se apropiaron de las tierras y después de sacarse a España de encima fabricaron esta historia de "la nación chilena". Ahora me doy cuenta de la falsedad en decir que los abusos a los derechos humanos durante la dictadura habían sido de una crueldad "sin precedentes" en la historia de Chile. Como le había oído decir a mi viejo muchas veces, no sé si él se lo habría oído a otro: había que ser Mapuche o peruano para saber realmente lo que era el Ejército de Chile. Ya sé que la crítica hacia la oligarquía y sus defensores había sido siempre parte de la retórica de la izquierda, pero "los oprimidos" nunca habían sido los indígenas, sino esta masa inventada llamada "el pueblo" en que todos eran "chilenos".
Según Elicura los Mapuche quieren saber cuál es la palabra de los chilenos. No sé el resto, pero personalmente yo estaría dispuesta a tratar de hacer lo que me pidieran aquellos Mapuche que en este momento están dando la lucha que la izquierda debería estar dando, el trabajo sucio pero necesario de protesta y confrontación directa del sistema capitalista (neoliberal, transnacional) y de construcción de poder propio y contestatario. Les reconozco su protagonismo y su liderazgo en esa lucha en este momento - que quizás sea el final. Cuando la lucha ya no es sólo por el control, sino por la superviviencia misma de la tierra, su gente se empieza a mover, y a dar lo que probablemente sea la última batalla. Creo que hay que tratar de seguirlos. Después de 500 años de opresión y saqueo, el cuento de la civilización, el desarrollo y la modernización ya no debiera creerlo nadie. La gente de la tierra siempre supo que era un embuste, es hora de que el resto también nos dejemos de historias.